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El nuevo rey de la ciencia ficción africana es un psiquiatra británico

Llega la segunda entrega de ‘Rosalera’, de Tade Thompson, una de las cabezas visibles de una nueva ola que arrasa e n la ciencia ficción

El máximo galardón de ciencia ficción del Reino Unido es el Arthur C. Clarke, en honor al autor de 2001: Una odisea del espacio y de algunas de las mejores novelas utópico-humanistas de la década de los cincuenta del siglo pasado. Se convirtió en premio el año 1987. Es decir, que su persona y el galardón, creado por él mismo, convivieron durante más de dos décadas –murió en 2008–. En ese tiempo dibujó, como sigue haciendo, la forma en la que los límites del género se expandían y continúan haciéndolo. No en vano, Margaret Atwood fue la primera en llevárselo, allá en el lejano 1987, por nada menos que El cuento de la criada.

Tade Thompson en Londres, en 2018.El nuevo rey de la ciencia ficción africana es un psiquiatra británico

Coincide el anuncio del Clarke de este año para Namwali Serpell, hace apenas una semana, por The Old Drift, su primera novela, con la llegada a librerías en España de la segunda entrega de la saga del ganador de la edición anterior, Tade Thompson. Considerado el nuevo rey de la ciencia ficción marciano-africana, su obra La insurrección de Rosalera (Alianza) es la continuación del apocalipsis alien de tintes wellsianos. Thompson, el psiquiatra que amaba a Jack Kirby, nació en Londres pero se crió en Nigeria. Cuando su agente le llamó para decirle que había hecho historia no estaba en su apartamento, sino en Avilés, en el Celsius 232, estampando firmas en la edición española de aquella, su primera novela, Rosalera. “Voy a recordar siempre que estaba rodeado de lectores cuando mi agente gritó al teléfono: ‘¡Tade, que has ganado el Clarke!”, me dijo.

En aquella cita contó muchas cosas más. Como que decidió a los cinco años que quería ser escritor, pero luego algo se torció irremediablemente y acabó estudiando Medicina. Durante años aborreció su profesión. Pero seguía leyendo los cómics de Jack Kirby que le habían convertido en dibujante y, antes de eso, en narrador en imágenes. “Kirby fue mi big bang, aún hoy tengo la sensación de que hubo cosas que imaginó antes que nadie, como los teléfonos móviles”, aseguró en Avilés. Si admira a Kirby es porque “lo inventó todo” después de haber atravesado “un infierno”, el de su participación en la Segunda Guerra Mundial. La manera en la que el espíritu de lo imposible y, sobre todo, el de cierto pulp de altura está presente en su propia obra solo puede explicarlo el respeto que siente por él.

Rosalera no era su primera novela, pero sí era su primera novela de ciencia ficción. Antes había publicado un noir, que por el momento solo ha sido traducido al catalán (Els assassinats de la Molly Southbourne) y que ha publicado la editorial Mai Més. En general, se define como un amante del género, cualquier género. “La vida sería muy dura sin él”, dijo. Aunque se apresuró a añadir que no cree en las distinciones. “Para mí, los libros solo se dividen entre buenos y malos”, aseguró. Es de los pocos que se atreve a afirmar que a la ciencia ficción no se le han dado nunca tan bien como se cree predecir el futuro. “Es verdad que a veces ha acertado, pero el porcentaje de aciertos es mínimo, y así debe ser. Como dijo Oscar Wilde, todo arte es inútil, y está bien que así sea, lo único que podemos hacer con él es tratar de explorar lo ya vivido para intentar evitar un desastre futuro, sin más ambición que la de entretener”, sentenciaba.

¿Es eso lo que pasa en la saga Rosalera? “Exactamente eso, sí”, admitía. Por más que la acción transcurra en la Nigeria de 2066, alrededor de una misteriosa bóveda extraterrestre, en una ciudad improvisada por aquellos que creen que los extraterrestres han venido a salvarles. En el fondo, de lo que está hablando es de lo que el Reino Unido hizo con Nigeria. Es decir, de lo que ya hablaba la primera historia de marcianos que se creó, La guerra de los mundos, de H.G. Wells: de la invasión cultural. “De lo que va Rosalera es de la opresión de una cultura sobre otra. De cómo los británicos llegaron a Nigeria, la ocuparon y lo destruyeron todo. De manera que, incluso hoy, cuando ya no están ahí, su cultura sigue imperando sobre la nuestra”, relataba. El capitalismo ha hecho el resto, imponiendo la cultura norteamericana a través de la ficción.



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