buscar noticiasbuscar noticias

El misterio de la dama viajera

Vicky Peña hace brillar de nuevo, a las órdenes de Mario Gas, el soberbio monólogo inicial de 'En casa / En Kabul' de Tony Kushner

Vicky Peña, durante la representación de En casa.El misterio de la dama viajera

Si la narradora de En casa, el brillante monólogo que abre Homebody / Kabul, de Tony Kushner, escribiera sus memorias, podrían llamarse, muy a la inglesa, “Corrientes y derivas”. Y su biografía, no menos a la británica, “El misterio de la dama viajera”. Pero estamos ante un texto teatral. Hay funciones que con el paso del tiempo se difuminan, pierden brillo. O tienen pasajes que siempre se te escapan por su complejidad. Y otras, en cambio, adquieren a cada representación ecos y matices nuevos: parecen recién escritos o recién comprendidos. Eso me ha sucedido con En casa, que vi por primera vez en 2002. La propia Vicky Peña, que la representa en el madrileño Teatros del Canal, me lo dice: “Cada noche es un viaje distinto”.

Tony Kushner escribió el personaje de la dama sin nombre para Kika ­Markham, viuda de Corin Redgrave y una de las “dos inglesas” de Truffaut. Recuerdo que estaba estupenda, llena de naturalidad, pero me vuelve más la actriz, no el personaje. Era el montaje de Cheek by Jowl estrenado en el Young Vic y dirigido por Declan Donnellan, que luego se vio en el Lliure de Montjuïc, en el Grec de 2002. Cinco años después, Mario Gas estrenó las dos piezas (En casa / En Kabul) en el Español. El monólogo inicial le valió a ­Vicky Peña el Premio Max, junto con la no menos grande Gloria Muñoz, que brillaba en la segunda parte. Peña ganó también el Mayte en 2009. Ambas actrices la hicieron también en el Romea barcelonés.

Tengo un recuerdo estupendo de la primera versión en castellano, de Carla Matteini, pero creo que el de la propia Vicky Peña es incluso mejor: sin duda es un tour de force por partida doble, como traductora y como actriz. Siempre me pareció un texto muy difícil de interpretar; a ratos desmesurado, pero lleno de amor a la vida. El 2007, en el Español, había un detalle que no me acababa de convencer: creo que al principio faltaba algo más de sutileza en el humor. Esta vez me ha parecido moduladísimo. Y destaca igualmente la fuerza de Vicky Peña a la hora de mostrar la profundidad humana del personaje, la magia hipnótica de su fraseo. En cuanto a Mario Gas, destaca su mano magistral, su virtuosismo como director e iluminador.

La acción de ambas piezas transcurre en 1998, con un poderoso peso político. Es curioso, pero al releerlas no predomina lo teatral: vuelve a ganar, y con superior fuerza, lo literario. En su día, En Kabul me hizo pensar en un cruce entre Graham Greene y Dom DeLillo. Y en En casa, gracias a Vicky Peña, se percibe (y gana) con más poder la poesía, la zumba sofisticada y el vuelo lingüístico a lo Nabokov que asomaba en el texto. Por ejemplo: hasta ahora no había percibido el toque nabokoviano de la mujer tomando los antidepresivos de su marido para tratar de estar más cerca de él y adivinar sus sentimientos.

Vicky Peña me hizo ver (y escuchar) con gran precisión a la mujer sin nombre, esa criatura cultísima, apasionada por el Viaje con mayúscula. Voraz, enamorada de los libros y, sobre todo, del lenguaje; con una insaciable curiosidad por el mundo y por la vida. Escribí en su momento que podía ser también un personaje de Forster: una suma entre la señora Moore y la joven Adela de Pasaje a la India. 

El monólogo arranca leyéndonos una vieja guía sobre Kabul, el presunto paraíso terrenal, pero también el lugar donde se dice que cayó Caín: el Jardín del Bien y del Mal. Uno de los grandes episodios de En casa es, para mí, el encuentro de la dama con el hombre de los tres dedos.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD