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‘El humor es esencial para sobrevivir’

La poeta Ida Vitale, quien recibió la semana pasada el gran premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, habla sobre su vida y su trayectoria

Ida Vitale es una figura señera de la poesía contemporánea. Tiene 95 años. Acaba de recibir el premio Cervantes, en España y el premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en México. Uno espera encontrarse con una persona más o menos hermética, grave, consciente de su importancia. O con una persona decrépita. El visitante no cuenta en ningún caso con que Ida Vitale sea una persona que baja sonriente a abrir la puerta.

‘El humor es esencial para sobrevivir’

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SU AMISTAD CON EL GIGANTE DE LAS LETRAS ARGENTINAS

Para recuperar su tono preferido, cuenta cómo conoció a Jorge Luis Borges

“No recuerdo cuándo ocurrió, probablemente en los años 70. Un día lo vi parado en una esquina, al lado de la intendencia, aquí en Montevideo, junto a una mercería. Yo venía cargada con una máquina de coser que le había prestado a una cuñada, buscaba un taxi para volver a casa. Y claro, pensé: ¿qué está haciendo ahí Borges? Sabía que ese día daba una conferencia, pero me extrañó que estuviera tan quieto, con la cabeza casi metida en la vidriera de la mercería. Pensé que no se atrevía a cruzar la calle y disimulaba. Me acerqué y le dije: ‘Perdón, Borges, ¿está usted perdido?’. ‘No, no’, respondió, ‘¿quién es usted?’. Me preguntó como 20 veces quién era yo. Finalmente me explicó que tenía que dar una conferencia y que le gustaba caminar por la Rambla, el paseo marítimo. Pero estaba como a ocho cuadras del mar. Le dije que no podía acompañarle hasta la Rambla porque iba muy cargada con una máquina de coser, pero que podíamos tomar un taxi. Volvió a preguntarme quién era yo y ahí se quedó, quieto. Estuve toda la tarde pendiente de si llegaba a la conferencia. Llegó. Los ciegos deben tener un ángel de la guarda”.

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SU VIDA

Ida Vitale nació en una familia ilustrada de origen italiano. Su padre se llamaba Publio Tesio: con ese nombre, lo normal es que uno se interese por la historia y la literatura. Sus primeros recuerdos: una lamparita azul, el recuerdo más remoto; los cuatro diarios, dos de mañana y dos de tarde, que llegaban a casa; el tío médico que le caía muy mal; la tía pedagoga que le caía muy bien. Su tía Débora Vitale D’Amico fundó la sección femenina del colegio nacional José Pedro Varela y luego un colegio femenino con el mismo nombre.

“Ahora es un colegio mixto. ¡Qué tontería separar a los chicos y las chicas!”, comenta. Ida Vitale estudió con su tía, quien le descubrió las primeras lecturas. Luego siguió descubriendo por su cuenta, en la biblioteca. Novelas, muchas novelas. “No habría cambiado ningún poema por ‘Los tres mosqueteros’”.

Esta mujer de educación exquisita, que guarda muy buen recuerdo de sus profesoras de francés e italiano y muy mal recuerdo de su profesora de inglés, se casó con el crítico y ensayista Ángel Rama. Tuvieron dos hijos, Amparo,  arquitecto y Claudio, economista en Buenos Aires. Formaban parte de la élite cultural uruguaya.

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MÁS PROSA QUE POESÍA

Ida tardó en percibir el encanto del verso. Todo comenzó en el colegio, con la lectura de un poema de Gabriela Mistral. No soporta la poesía declamada, sino la que se dice con naturalidad, como lo hacía su querido y admirado Juan Ramón Jiménez o como lo hacía el gran actor italiano Vittorio Gassman.

“Era quinto curso y no entendí nada de ese poema de Mistral. Algo entreví en sexto y ya en Liceo ese poema me pareció evidente. Poco a poco fui dedicándome a la poesía, quizá como un juego conmigo misma. Vas trabajando, sabes que lo que haces va a ser juzgado y procuras hacerlo lo mejor posible”, explica.

Cuando escribe, prefiere renunciar a la completa perfección formal si a cambio logra aportar al lector un cierto enigma, un punto de misterio. Escribe, despoja lo escrito de elementos superfluos, poda una y otra vez hasta quedarse con la esencia. Deja el trabajo en un cajón hasta tenerlo casi olvidado y entonces, cuando le parece obra de otra persona, relee y juzga.

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SOBRIA Y ELEGANTE

La poesía de Ida Vitale es sobria, elegante, con un punto de ironía.

“Los poetas de mi juventud eran gente importante que escribía poesía narrativa, de tono bíblico, casi sacramental, sin ningún humor. El humor es esencial para sobrevivir y no me refiero a los chistes: a veces el humor se refleja simplemente en una actitud de tolerancia que debe empezar por uno mismo”.

A diferencia de varios de sus colegas de generación, no ha mezclado sus versos con la política. Vitale ha publicado abundantemente, pero ha desechado mucho y tiene mucho guardado, incluyendo novelas.




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