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El espía sentimental

En ‘Tomás Nevinson’, su nueva novela, Javier Marías reflexiona sobre el mal a partir de las peripecias de un agente británico que investiga la conexión entre ETA y el IRA

Ciclo de Oxford fue el antetítulo que sus editores dieron al volumen de obras de Javier Marías que integraba Todas las almas, Negra espalda del tiempo y la trilogía Tu rostro mañana. A lo largo de todas ellas, Jacobo Deza vivía la disociación (o quizá la fortuna) de tener dos patrias de referencia y el azaroso destino de ejercer el espionaje como profesión. Ambas experiencias proporcionan vivencias morales infrecuentes: el hábito de fingir, la responsabilidad de asumir decisiones ajenas, la arbitrariedad de las lealtades, la turbación de la culpa, la soledad de quien ha de callar mucho. Pero conviene advertir que en estos libros (como en la nueva novela que ahora reseño) no estamos en el universo de la narración existencialista, ni tampoco en el relato clásico de espías, sino en un territorio narrativo que domina la introspección cavilosa y, a la par, la invasión de la intimidad por el mundo cambiante e inseguro de nuestros días: lo que se ha acogido al marbete de autoficción, término que —con razón— tampoco le gusta nada a Javier Marías.

Javier Marías, retratado en su casa de Madrid.El espía sentimental

Todas las novelas de Marías comienzan con una obertura que anticipa el núcleo moral de lo que se cuenta, al modo de los preliminares de las óperas y las sinfonías. Ninguna ha sido tan extensa y tan hermosa como la que abre Tomás Nevinson, donde la prosa acelerada y acezante, regida por una hipotaxis que lo anuda todo, nos proporciona las claves de una culpabilidad anticipada cuyas causas el lector descubrirá en la trama posterior. Un nuevo encargo del MI6 británico ha venido a cambiar la vida del regresado contrito. Y su cumplimiento nos proporciona otra novela incardinada dentro de la gran novela-marco que narra pausadamente la reanudación de la convivencia entre Berta y Tomás. Las páginas finales de esta última conducen a una reconciliación condicional que subrayan las palabras y la sonrisa ambiguas de Berta.

Pero, bastante antes, el protagonista ha recibido la visita de Bertram Tupra, su mentor, que le recuerda que “has venido [a la cita] aunque creas que te da igual”, porque “resulta insoportable estar fuera una vez que se ha estado dentro”. Y Nevinson acepta indagar en las vidas de tres mujeres que habitan en una capital del noroeste español (Ruán la llama el autor, pero se parece mucho a León…), algo que nos trae esa novela provinciana, llena de humor, y que contiene tres retratos femeninos que cuentan ya entre los mejores del autor. Y la historia de tres seducciones por parte del habilidoso Nevinson, al que en Ruán conocen como Miguel Centurión. Su indagación tiene que ver con la presunta colaboración de ETA y el IRA irlandés, y se rememoran tragedias que arrancan de 1987 (matanza de Hipercor y de la casa-cuartel de Zaragoza) y llegan hasta el asesinato de Francisco Tomás y Valiente, 10 años después. Esta parte de la novela es un conmovedor epitafio y no es fácil discutirle a Javier Marías su convicción de que el ejercicio del terror supone que el terrorista es un asesino potencial a quien algunos políticos han brindado una coartada y propician un siniestro culto.



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