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El año en el que todos los planes cambiaron

Las restricciones de movilidad también afectan a los grandes viajeros de nuestro tiempo. Así han rehecho su verano algunos de los autores cuyos libros nos han ayudado a conocer mundo

El año en el que todos los planes cambiaron

Cambiar de planes es un derecho y una forma de aprender en la vida. En medio de una pandemia global, supone también una obligación. Y un modo de reajuste de las rutinas. Para los grandes viajeros de nuestro tiempo, periodistas y escritores bregados en los desiertos más áridos, las montañas más escarpadas y las poblaciones más remotas del mundo, los desplazamientos de verano no siempre suponen —como para la mayor parte de los mortales— los más intensos y esperados de sus agendas anuales, pero aun así, de un modo u otro, todos han tenido que rehacer sus proyectos y adaptarse a la nueva realidad de las excursiones de cercanía. No está resultando fácil para nadie, tampoco para ellos. Con las gafas de descubridor siempre puestas, estos trotamundos españoles e internacionales —nombres como Eduardo Martínez de Pisón, Paul Theroux, Javier Reverte, Patricia Almárcegi y Lawrence Osborne— se han montado en su moto, en la bici, en el tren o incluso han salido con sus dos piernas como único medio de transporte para recorrer tierras ya vistas y lugares próximos, recuperando el gusto por algo que puede ser tan extranjero como lo conocido. Más, en un tiempo donde la posibilidad de cambiar de continente y de cultura se encontraba hasta hace nada a solo unas horas de distancia en avión. Convencidos de que el viaje lo hace el camino, abiertos siempre a la posibilidad de conocer y reinterpretar, estos exploradores abogan por que, en ocasiones, la aventura también se puede encontrar a la vuelta de la esquina.

 

Miquel Silvestre

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Aún quedan territorios por descubrir incluso en un país tan turístico como España, especialmente en las sendas hacia el interior. Miquel Silvestre, el aventurero del programa de La 2 Diario de un nómada, aprovechó los meses de confinamiento para explorar tierras castellanas —salvoconducto mediante, ya que se trataba de viajes de trabajo— y reencontrarse con los espacios místicos de la Sierra de Gredos en Ávila, el área del románico en el norte de Palencia, o la Sierra de San Vicente en Toledo, donde se encontraba cuando se decretó la cuarentena. “Es una oportunidad para redescubrir el país, que está lleno de patrimonio histórico”, concede. “Aunque es terrible ver la cantidad que está en la Lista Roja: las ruinas son interesantes, pero dan un poco de pena”. Estos meses ya no podrá montarse en la moto en dirección a Pakistán tras las huellas de Alejandro Magno, pero a cambio tiene previsto una escapada a Sigüenza, en Guadalajara, y un trayecto al estilo de la Ruta 66 por la Nacional 2 de Portugal. “Es muy poco transitada y recorre el país de norte a sur, por el interior: es un balcón al Portugal vacío y rural, alejado de la costa”, explica, para reivindicar los viajes por carretera “como aquellos que hacíamos de pequeños: no por la autovía, sino perdiéndote en el paisaje que te rodea”.

 

Gabi Martínez

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Para su último libro, Un cambio de verdad, el escritor Gabi Martínez regresó a un lugar cercano a los orígenes de su madre, las tierras de dehesa de la Siberia extremeña, donde pasó siete meses pastoreando ovejas. Aunque en su trayectoria viajera acumula periplos desde China a la barerra de coral australiana, lo cierto es que el último año ha pasado muchas temporadas en España: en Lanzarote, el Cabo de Gata, en el Empordá gerundés donde acostumbra a pasar los veranos junto a la playa. Así que la nueva situación va a modificar “un poquito” su agenda, que necesariamente será de proximidad. Pero tampoco va a romperle del todo los esquemas. “En invierno estuve en los Pirineos, en Esterri (Lleida), en un espacio de recuperación de animales, escribiendo y reuniendo información para un libro que estoy preparando sobre animales difíciles de ver en España”, cuenta el autor, que en 2019 ya publicó Animales invisibles, una investigación sobre especies legendarias. Este verano, aprovechará para volver unos días con su familia a ese enclave.”Es el momento de darse cuenta de que no hace falta irse muy lejos para conocer el entorno: yo no tengo coche y voy con el tren, aunque para mí las dos piernas son el mejor medio de transporte, también la bicicleta”, opina el barcelonés, que en cualquier caso dice no estar de acuerdo “con el discurso de no usar el avión”: “La tecnología está ahí para usarla, pero hay que hacerlo con equilibrio”.

 

Patricia Almárcegui

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Con el confinamiento, como dice Patricia Almárcegui, “todos nos hemos tenido que reinventar”. De las rutinas hay que ingeniar una aventura y, del lugar de residencia, una improvisada vivienda vacacional. Aunque en el caso de la periodista y autora de Los viajes de Marco Polo las necesarias renuncias de estos meses han supuesto decir adiós a destinos tan apetecibles como San Petersburgo, Ecuador, Andorra, Alicante y Valencia, cuando una reside en Menorca parece que la imposibilidad de trasladarse se vuelve más llevadera. “En el verano aprovecho a escribir, así que este año voy a hacer lo mismo”, relata. “Después del confinamiento, estoy disfrutando muchísimo de la isla”. Ahora, en “cinco kilómetros a la redonda”, la escritora ha aprendido “a contemplar los mismos paisajes con otra mirada, y a reinventar la relación con mi casa: ahora veo con ojos viajeros lo que tengo más próximo”. Quizá, todo esto sirva para repensar el modo de hacer las cosas. “Yo quiero que cambiemos de verdad y que esto haga viajar de otra manera: que haya un debate sobre la ecología, sobre a quién le llega el dinero de los viajes”.

 

Lawrence Osborne

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Paradigma del escritor salvaje y descarnado, el inglés Lawrence Osborne, siempre ha querido huir de los destinos más recomendados por las agencias de viajes. Su búsqueda por un espacio virgen de excursionistas le llevó hasta Papúa Nueva Guinea, un periplo que recogió en El turista desnudo, un libro que también da cuenta de su paso por metrópolis como Bali y Bangkok. Irónicamente, en la capital tailandesa, “posiblemente la ciudad más turística de la Tierra”, acabó encontrando su refugio, y allí, en “un enorme complejo de apartamentos que parece una pequeña ciudad”, se ha pasado los meses de cuarentena, surtido –eso sí– de un buen vino que pidió que le enviaran. “He de reconocer que prefiero la ciudad así, a pesar de que no se puede olvidar los problemas económicos que está causando a todos los que dependen del turismo”, admite. “Quizá, en este tiempo estemos posando una mirada más atenta sobre nuestros vecinos y viendo cuán extraños -y, de hecho, alarmantes- son en realidad. Las calles también parecen muy diferentes. Ahora me dedico a recorre la ciudad de noche, con moto, y descubro pequeños barrios que nunca había sabido que existían pero que tenía al lado. He descubierto una zona musulmana llena de pájaros en jaulas que cantan toda la noche. En ocho años, nunca lo había visto...”.

 

Jeff Soloway

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El editor y autor de novelas de viajes y misterio Jeff Soloway, que durante años también escribió guías, ya pasó en marzo la covid. Se trató de un caso leve, y los test de anticuerpos resultaron positivos, para él y los demás adultos de su familia. “Así que nos encantaría salir con nuestros anticuerpos a la carretera”, suspira, “pero el resto del mundo comprensiblemente tiene menos ganas de recibir a estadounidenses demasiado confiados. La levedad del coronavirus en nuestro caso nos ha liberado de mucha ansiedad, pero no de la responsabilidad de evitar asustar a la gente comportándonos como unos tontos egoístas”. Su visita estival a Inglaterra e Irlanda se ha cancelado, y no cree que haya nada que vaya a poder remplazar la emoción de partir a otro país. “Viajar no consiste tanto en agrandar la mente (para eso tenemos los libros), sino en sorprenderla. Hoy en día el aburrimiento amenaza con sobrepasarnos. Todo tipo de experiencias únicas, impredecibles y memorables se han quedado perdidas en el mundo por la covid. Pero el aburrimiento también puede aclararnos el pensamiento”, considera. “En primavera, en mi país y en muchos otros, infinidad de personas se pusieron las mascarillas, salieron de sus casas y se unieron a las marchas en apoyo a las vidas negras. No todos era jóvenes y arriesgados, y muchos descubrieron más de sí mismos y de sus capacidades que si hubieran viajado al extranjero”.



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