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Eduardo Paolozzi: el futuro es un ‘retard’

La Galería de Arte Moderno de Berlín recorre la trayectoria del padre del arte pop con sus poco conocidos 'bunks' y su monumento dedicado a los presos políticos.

El mundo que ahora llamamos global tuvo un trocito de historia aún más integral —e íntegra—, cuando las relaciones entre arte, ciencia, tecnología y cultura popular eran un conglomerado efervescente, agitado por buenos y radicales —de raíz— aventureros, artistas solidarios, discutidores, autodestructivos y gurús y no las capillitas de hoy en día habitadas por egos en feroz competencia.

“Bunk: evadne in green dimension”, de Eduardo Paolozzi.Eduardo Paolozzi: el futuro es un ‘retard’

Fue el momento del Independent Group (1952-1955), estrechamente vinculado al Institute of Contemporay Arts (ICA), una especie de MoMA pero en Londres y que sólo se quitó su caspa academicista cuando una mujer tomó las riendas, Dorothy Morland, en 1951.

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Estos actuaron de brazo armado a la hora de revisar las modernidades académicas europeas en un contexto de cambio histórico de una economía centrada en la producción a otra basada en el consumo.

Dentro del grupo, el joven escultor de raíces italianas Eduardo Paolozzi puso la primera piedra del pop que más tarde coronaron Richard Hamilton y Lawrence Alloway, un arte menos afectado y sexy que el más tardío norteamericano pero con más ironía.

Sus collages, entre pasatiempos obsesivos y proyectos artísticos, tenían una estética de tablón de anuncios y estaban hechos con recortes de revistas, postales y diagramas. Los llamaba bunk —bobadas—, un término del argot estadounidense que aludía a los discursos de los congresistas y que le sirvieron para no tomar muy en serio la cultura de masas.

Los bunks también se referían a un dicho de Henry Ford según el cual “La historia es bunk”. Paolozzi creía que no sólo esa historia era una bobada sino que “las bobadas tenían también una historia”, abrían otro camino a la historia de los sinsentidos, de modo que los bunks eran los bulldozers preparados para derrocar la Historia como forma ostentosa. Forges lo habría aplaudido.

Su agudo interés por los avances tecnofuturistas y su rigor en el diseño de las exposiciones alcanzó su apogeo en la mítica muestra “This is tomorrow”(1956), donde presentó sus modelos primitivos y un destartalado relicario de objetos postnucleares.

Muy cerca, en otra sala, se exhibió por primera vez el famoso collage de Richard Hamilton “Just what is it that makes today’s homes so different, so appealing?” —“¿Que hace que los hogares de hoy sean tan diferentes, tan atractivos?”—. “This is tomorrow” mostró las preocupaciones de los artistas por el futuro, en plena Guerra Fría, con obras que aludían a la ecología y los derechos sociales.

La retrospectiva de Paolozzi, “Lots of pictures. Lots of fun”, inaugurada recientemente en la Berlinische Galerie of Modern Art, recorre sus primeros trabajos pop realizados en Londres y otros menos conocidos de su etapa en Berlín, a donde llegó en 1974 invitado como residente en Kreuzberg.

“Aquel año fue el más prolífico de mi vida”, diría el artista a su regreso a la capital inglesa. Entre las primeras obras está “Maqueta para el Monumento al Preso Político Desconocido” (1952) y de haberse llevado a cabo, sería un elegante conjunto escultórico integrado por bloques y columnas con inscripciones y curiosas caligrafías y señales que parecen las ruinas de una civilización que se malogra y autodestruye.

Observando el presente como lo haría Duchamp, con ese retard, irónico, diríamos que en ese futuro que vamos a hacer, todos —menos uno— hacen el ridículo. Nada bunk. 

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“Lots of pictures. Lots of Fun”.






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