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Dos niños, una guerra y 14 lienzos

Menores sirios refugiados en Jordania usan el dibujo para canalizar el dolor derivado del conflicto que asuela su país.

“YO SOLA COMO MI PAÍS Y FUERTE COMO ÉL”

Dos niños, una guerra y 14 lienzos

Las heridas invisibles de los niños y niñas sirios que tuvieron que huir del conflicto que desde hace casi ocho años azota a su país, toman forma encima de un lienzo blanco a través de los lápices de colores.

La ONG Global Humanitaria presenta algunos de estos dibujos en el marco de la campaña Reenfocando realidades, lanzada el pasado mes para dar visibilidad a lo que se esconde detrás de los datos, a los nombres propios de las personas cuyas necesidades básicas están desatendidas en Jordania, Guatemala, India y Costa de Marfil.

“ENTRE AQUÍ Y ALLÍ, MI CUERPO EN UN SITIO Y MI CORAZÓN EN MI CASA”

Eman vivía en Deraa, Siria, una vida simple y llena de amor con su familia. Hoy, con 16 años, se ha visto obligada a cambiar su hogar por el campo de refugiados de Zaatari, en Jordania.

“ANTES DE LA GUERRA

Su madre, su padre y dos de sus hermanos murieron en un bombardeo mientras que ella y su hermana resultaron heridas al intentar escapar. Los médicos tuvieron que amputar la pierna derecha de Eman.

“LA HERIDA”

“En ese momento sentí que era el final de mi vida. Pensé que había muerto. La siguiente vez que abrí los ojos estaba en el hospital confusa, enfadada y asustada. Me encontraba perdida, preguntándome qué había pasado y dónde estaba”, relata.

“EL TRAUMA EN EL HOSPITAL”

En Jordania, Eman recibió una prótesis, fisioterapia y apoyo terapéutico mediante arteterapia en un centro que colaboraba con Global Humanitaria. “La vida en Zaatari es dura. Al principio no podía adaptarme. Era diferente, extraño y difícil”, admite.

“UNA TOMENTA EN EL CAMPO DE REFUGIADOS. SIN MUROS DONDE REFUGIARME”

“Algunas pinturas salen de mi imaginación, las otras llevan un mensaje que habla de mi vida y el conflicto en Siria, de todo lo que viví en la guerra y también de lo que viví después, así que también hablan de esperanzas, deseos y futuro”.

“ESPÍRITU. UNIDOS EN EL AMOR. UNIDOS EN LA HUMANIDAD”

La primera vez que estuvo delante de un lienzo blanco, confiesa Eman, estaba confusa y nerviosa, abrumada por muchas ideas y sentimientos que quería expresar. “Cuando entraba en las clases de pintura era como acceder a un mundo mágico. Pintando puedes alcanzar lo que quieras”.

“EL AMOR CRUZANDO FRONTERAS. NADA PUEDE PARAR QUE EL AMOR LLEGUE A NUESTRO CORAZÓN”

Para Eman la pintura ha marcado un antes y un después. “Yo era una persona tímida y triste. Pero cuando empecé a pintar, algo cambió en mi personalidad. Mi vida después de las bombas era miserable, llena de tristeza y decepción. Pintar me ha permitido dejar atrás los pensamientos malos y pensar en el futuro y en las cosas buenas”.

“MI ORACIÓN: QUERIDO DIOS, TRAE LA PAZ A SIRIA, QUIERO VERLA SEGURA DE NUEVO”

Sami Al Faraj nació en Enkhil, en la región de Daraa, en el suroeste de Siria. “Crecí muy feliz ahí: iba a la escuela y tenía amigos”. Sin embargo, ya no vive ahí. Tuvo que huir para escapar de los bombardeos.

“MI SUEÑO IMPOSIBLE, YA QUE NUNCA VOLVERÉ A TENER PIERNAS PARA CAMINAR HACIA MI META”

Sami recuerda muy bien el día de su huida. Por aquel entonces tenía nueve años. Corría el año 2013 y hacía frío. Estaba haciendo un muñeco de nieve con sus primos y sus tíos cuando cayó una bomba encima de la casa de sus familiares. Dos de sus primos murieron, mientras que él perdió las dos piernas.

“DESGARRADO POR LA GUERRA, POR LA INMIGRACIÓN, POR LA MUERTE”

Sami no perdió sólo las piernas el día del ataque. También el sueño de convertirse en un jugador del Barça. El conflicto le arrebató también a sus hermanos y el hogar. Hoy es uno de los 700 mil refugiados sirios que han buscado cobijo en Jordania.

“ESTE NO SOY YO. NO QUIERO VER LA REALIDAD, QUIERO CERRAR LOS OJOS PARA SIEMPRE”

Sami decidió reaccionar al destino adverso. Comenzó a recibir sesiones de fisioterapia y atención psicológica en el marco de las actividades que la ONG Global Humanitaria lleva a cabo en el campo de refugiados de Zaatari, Jordania. Aprendió francés e inglés y se inscribió en los talleres de arteterapia.

“ADIÓS, SILLA DE RUEDAS. ADIÓS. VUELA LEJOS, NO TE NECESITO MÁS”

“En Zaatari me levanto, voy a la escuela, juego al baloncesto. Ahora mismo me encuentro bien emocionalmente. Mis pensamientos negativos se han ido y me encuentro satisfecho. Mi deseo de futuro es estar con mi familia y ser actor. A la gente que está pasando lo que yo pasé, le diría: nunca pares, ni te rindas, pase lo que pase”, explica Sami.

“LAS FRONTERAS. NO LLORES, HERMANITA. ENCONTRARÉ EL CAMINO PARA ESTAR JUNTOS”

Al principio, recuerda Sami, ni le gustaba pintar. “Pero cuando comencé con los colores y los lienzos me encantó. Me relaja y me hace sentir más feliz. Creo que pintar deja que los sentimientos negativos salgan de mi corazón y de mi alma. Me hace sentir libre”.

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