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Desamor y desigualdad

Isabel Pérez Montalbán consigue en ‘Vikinga’ una síntesis perfecta entre mirada crítica y palabra reveladora para retratar la cruda realidad

Vikinga es un libro duro, desesperanzado, en el que Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 57 años) transita dos caminos que se entrecruzan y relacionan dialécticamente. El de las contradicciones de clase, con su descarnada verdad de la exclusión social, de la división del mundo, de sus secuelas de violencia, marginación e impotencias económicas y sociales. De otra, las heridas del amor/desamor y las señales que la memoria conserva.

Portada del libro Vikinga de Isabel Pérez Montalbán.Desamor y desigualdad

Isabel Pérez Montalbán domina el lenguaje con precisión y maestría. Sabe que no hay poesía sin el descubrimiento, la sorpresa, la iluminación. En pocos autores encontramos ese equilibrio entre mirada crítica y palabra reveladora, entre certezas acerca de la realidad y búsqueda de la esquina imaginativa sin pleitesías al hermetismo. A ello se añade una poderosa carga referencial sobre la que se extiende en las notas finales y que va de Pedro Guerra o Lluís Llach a Gramsci, de Coppola a Bardem entre otros muchos.

Es, además, curiosa la identidad del segundo apellido de la autora de Vikinga, con el de Manuel Vázquez Montalbán. Hay en sus poemas (desde sus primeros libros, por cierto) resonancias de los mitos que el autor barcelonés mostró en su iniciático Una educación sentimental (1968): “Allí madre vikinga cantando por la Flores / pena, penita, pena, con cordeles de esclava, gran desierto de arena”. La infancia turbia, desangelada, el mundo familiar condicionado por el barrio, la violencia de género y los acosos en el interior de la familia, el peso de la realidad y de la política. El amor y sus grietas y sus decepciones y ternuras… Cruda crónica que se clava en la conciencia del lector como un estilete en un libro sólido y conmovedor.



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