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Culto a lo oculto

Varias exposiciones sitúan al esoterismo como foco central en el trabajo de artistas que responden a la sensación de tragedia ecológica y económica del siglo XXI

Generalmente identificamos lo oculto con algo misterioso e inaccesible, sólo revelable mediante códigos secretos. Según la mentalidad popular significa satanismo, magia negra, brujería, demonios, fantasmas y ritos, aunque los iniciados lo estiran hasta el plano astral, la telepatía, la alquimia, la mística y lo cósmico.

“Burns Forever Thee Light” (1986), de Genesis P-Orridge.Culto a lo oculto

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DEL RENACIMIENTO A LA ACTUALIDAD

La fascinación por lo secreto no es nueva. Ha ido yendo y viniendo a lo largo del tiempo, siempre provista de la capacidad de renovarse a sí misma. El Renacimiento la hizo florecer, el siglo XIX la puso en boga, la contracultura de los 70 en práctica y la actualidad en urgencia. Desde las primeras linternas mágicas hasta los espectáculos cinematográficos, desde las sesiones de espiritismo hasta los ilusionistas, desde los cubos danzantes de Malévich a la espiritualidad en el arte de Kandinski, desde las novelas góticas hasta las revistas de formato pulp y desde los beats al jazz cósmico, el arte elevado ha tenido siempre su paralelo en el relacionado anhelo por crear mundos virtuales sobrenaturales entre la cábala y el tributo a la magia.

El trance, de hecho, fue uno de los temas favoritos de poetas y escritores románticos como Balzac, Baudelaire y Poe. Aunque pronto el establishment del arte moderno trazó una gruesa línea para mantenerlo fuera de sus dominios. Tenía motivo para ignorar las fuentes místicas de su propia vanguardia —el espiritismo nada tenía que ver con ella, decían—, aunque algunas hubieran sido tan obvias como el bulto de grasa chamánica de Joseph Beuys fundiéndose en el suelo de una galería.

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HUBO MÁS ESCAPES

El surrealismo lo llevó al subconsciente y la Internacional Letrista se desmarcó del todo rozando, sin decirlo, las sociedades secretas que empezaron a proliferar en la época, entre ellas la de Aleister Crowley, que funcionó como oráculo para escritores como Aldous Huxley, Burroughs, Hesse, cineastas como Kenneth Anger, músicos como Bowie y artistas como Joachim Koester. Justo al entrar en la era de posguerra, lo oculto volvió a explosionar ante las pobres expectativas sobre el porvenir. Fue un caldo de cultivo para crear mundos místicos y buscar estilos de vida alternativos, lo que todos conocemos como la época de los hippies. Ahí lo raro se multiplicó: películas de monstruos, cómics de sello EC y otras avanzadillas de terror, de fantasía macabra y de ciencia ficción. Muchas drogas psicodélicas, rituales mágicos y música folk.

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‘LA LUZ NEGRA’

En todo ese viaje se detiene “La luz negra”, la muestra pensada por Enrique Juncosa para el CCCB que hace un extenso repaso por todas estas maravillas herméticas y tradiciones secretas. La exposición aglutina unas 350 obras de los años 50 hasta hoy, pero lo cierto es que se hace corta. El comisario no sólo se detiene en diferentes momentos, sino en numerosos contextos. Lo hace mirando al arte, a la música, al cine, la literatura y el cómic, con un recorrido cronológico lleno de correspondencias.

La propia estructura de la visita la genera un guiño: empieza con las películas animadas de Harry Smith y Jordan Belson, precursoras del psicodelia y cierra con Bruce Conner, amigo y colaborador de ambos y otro de los pioneros del cine experimental. En medio hay rescates como el de Joan Ponç, que vivió en la sombra mediática de Tàpies, de Zush que desde 2001 se llama Evru, de Sun Ra como paradigma del jazz o de Genesis P-Orridge en la sombra del acid house. También hay grandes nombres como el de Joan Jonas, Goshka Macuga, Gusmâo & Paiva o Carlos Amorales, todos con grandes exposiciones en curso, algún descubrimiento como el trabajo de la joven Louise Despont y algún revival, como “Los metabarones” y “Los tecnopadres” de Alejandro Jodorowsky.

No es la única exposición sobre el arte de lo oculto. Ya en 1986 hubo una gran revisión del tema en “The spiritual in art”, en el Museo de Los Ángeles, un hito de la comisaria Maurice Tuchman al releer la pintura abstracta desde 1890 a 1985. Aunque desde hace una década el tema se ha disparado. En 2008, “El Pompidou” incluía los lienzos siniestros de Aleister Crowley en Traces du sacré mientras el “MARCO” de Vigo hablaba de “La gran transformación” por boca de Chus Martínez y del uso político de la magia.

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LA LÓGICA EMPUJA

Con la guerra de Irak y los atentados terroristas, el período transcurrido desde 2001 tal vez sea el primer momento tras la guerra de Vietnam en que se ha albergado una sensación global de tragedia. Ahí está el ánimo apocalíptico asociado al cambio de milenio y el temido “fin del mundo”, directamente conectado con el devastador momento económico y ecológico.

Un mundo nebuloso sin límites, donde lo oculto sigue siendo lo anti por definición, y útil en tiempos de crisis. Un refugio mental donde hallar otro lugar singular de posibilidades, antiheróico e irracional, diferente a la normalidad y alternativo al vértigo de nuestro tiempo.

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Pintura de Francesco Clemente.




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