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Cuerpo y persona, según Nietzsche y otros

En tiempo de pandemia, cuando los datos tienen la última palabra, bien vale reflexionar sobre el hombre en su integridad

A partir del siglo XIX, quizá desde Nietzsche, Kierkegaard y Dilthey, la filosofía ha girado hacia la vida. No faltaban antecedentes. Este giro conducía necesariamente hacia la reflexión sobre el cuerpo y la intimidad corporal. Pero esto no conduce al materialismo. El cuerpo no es sólo materia. Así lo vio Ortega, una de las principales influencias sobre este libro. La nueva atención al cuerpo descubre que «el cuerpo vivo no es un mineral sino carne, y que la carne a diferencia del mineral no es nunca sólo materia sino lugar donde habita el alma». La carne encierra «intimidad secreta y material»; por eso «cuando vemos carne prevemos algo más que lo que vemos y algo que está en ella infuso, a la vez oculto tras ella y expresándose en ella. La carne es siempre gesto, tiene siempre sentido, significa un secreto. La carne es jeroglífico».

Nietzsche.Cuerpo y persona, según Nietzsche y otros

La ciencia no puede suplantar a la filosofía. La persona es mucho más que su cerebro 

Entre el concepto tradicional de naturaleza humana, de base aristotélica, y su negación a través del transhumanismo y el poshumanismo, propone una vía intermedia, una noción biohermenéutica de la naturaleza humana, a partir de la experiencia de la intimidad corporal. Para ello realiza una muy pertinente reivindicación de la filosofía española, especialmente Ortega, Zubiri y Laín. El punto de partida y la influencia fundamental es Nietzsche en dos de las dimensiones principales de su pensamiento: la hermenéutica y la filosofía del cuerpo. Eso refleja el subtítulo del libro. Así, emprende una crítica y superación de la filosofía de Heidegger. El fundamento orteguiano es explícito. 

El objetivo del libro es ofrecer una alternativa a los intentos fallidos de naturalización y «tecnologización» de la vida humana para comprender la realidad constitutiva de la persona y su dignidad. Para ello aborda la noción de intimidad corporal a partir de los análisis de Nietzsche y su influencia en los pensadores españoles citados, de los análisis de las neurociencias y de lo que cabe calificar como neurofilosofía, que conduce a la deshumanización y a la negación de la condición personal del hombre, y unas reflexiones sobre el sentido de la vida personal, entre ellas, la concepción jovial y deportiva de la vida, la esperanza y la religación con lo divino. El libro constituye una excelente alternativa a la concepción naturalista y cientificista de la realidad humana. 

Las claves se encuentran en el concepto de razón vital de Ortega y en el concepto de persona de Zubiri. Aparte de otros méritos, esta reivindicación de la filosofía española ante la actual crisis deshumanizadora, ya constituiría, por sí sola, un valor fundamental de este libro. La superación de la crisis de la filosofía pasa por la fenomenología, la hermenéutica y el personalismo. En este proyecto no es poco lo que la filosofía española puede aportar. 

Una de las conclusiones fundamentales es que la ciencia no puede pretender suplantar a la filosofía y que no existe una alternativa científica para resolver los problemas tradicionales de la filosofía. Ella debe tener en cuenta los resultados de las ciencias, pero la ciencia no puede aspirar a sustituir a la filosofía. Los grandes filósofos han estado alerta a los resultados de las ciencias, pero nunca han pensado que la ciencia anulara a la filosofía. Mucho es lo que la filosofía puede aprender de las neurociencias, pero la persona es mucho más que su cerebro y no puede reducirse la realidad humana a lo puramente neuronal. El cerebro no piensa; lo hace la persona. 

El libro es una defensa de la persona y su dignidad y una valoración de la realidad corporal del hombre. Es, por otra parte, fiel a la complejidad de lo humano. Jesús Conill, en la senda de Zubiri, vincula la moral y la religión. «La conciencia moral presupone la religación». 



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