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Cuando el clima cambia el relato

La preocupación por el planeta salta de los libros de investigación a la narrativa, la historia y hasta las novelas de espías de Le Carré

Cuando el clima cambia el relato

Un hombre decente (Planeta, 2019), la última novela de John le Carré, transcurre en el Reino Unido en un momento de máxima desconfianza hacia Europa, con la sensación de que todo lo que puede ir mal irá mal entre los viejos aliados. Como asfixiante telón de fondo, sus personajes se encuentran sometidos a un calor insólito para Londres. El escritor británico reconoce que es un tema que le preocupa muchísimo y por eso quiso introducirlo como parte del escenario en su libro. “Estamos hablando de prioridades para la supervivencia de la humanidad. Para mis hijos, mis nietos, mis bisnietos es el mayor problema del planeta”, declaró en una entrevista este verano. El cambio climático ha saltado de los libros de investigación, incluso de la ciencia-ficción (cli- fi se llama el subgénero dedicado a los desastres climáticos), para formar parte de la manera en que se mira y se narra el mundo, desde la literatura hasta la economía o la historia. 

“¿Qué cambia en una sociedad cuando cambia su clima?”, se pregunta el ensayista alemán Philipp Blom al principio de su nuevo libro, El motín de la naturaleza (Anagrama, 2019), una historia de la Pequeña Edad de Hielo que entre 1570 y 1700 provocó uno de los periodos más terribles de la historia humana, marcado por las malas cosechas, el hambre, los desastres y las guerras. Este siglo maldito —título de un ensayo sobre la misma época que publicó en 2013 el británico Geoffrey Parker— permite estudiar como ningún otro periodo en la historia la forma en que el clima puede influir en una sociedad. “¿Qué efectos mediatos e inmediatos tiene en su cultura, en su horizonte emocional e intelectual, una transformación de las condiciones marco naturales? El largo siglo XVII brinda la posibilidad de estudiar y comprender los efectos del cambio climático en todos los aspectos de la vida humana”, prosigue Blom. Cada vez más autores se hacen estas mismas preguntas.

“El cambio climático ha cambiado la forma en que muchas personas ven el mundo, aunque no lo suficiente”, explican el filósofo de la ciencia Philip Kitcher y la profesora emérita del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Evelyn Fox Keller, autores de Y vimos cambiar las estaciones. Cómo afrontar el cambio climático en seis escenas (Errata Naturae, 2019). “Una gran parte de la población humana permanece, comprensiblemente, centrada en las dificultades de la vida cotidiana. Debido a que la conciencia climática se ve retrasada por las absurdas y destructivas políticas de algunos líderes, como Donald Trump, muchos creadores en las humanidades y las artes han participado en proyectos de concientización, en particular escribiendo novelas y guiones, y a veces examinando las formas en que las civilizaciones se han derrumbado”.

Escritores destacados como Jonathan Franzen o Fred Vargas han publicado artículos y ensayos muy alarmantes

La dominicana Rita Indiana en La mucama de Omicunlé (Periférica, 2015), que transcurre en un mundo destruido por un gran huracán, o los españoles Daniel Ruiz en El calentamiento global (Tusquets, 2019), una novela cargada de ironía sobre las grandes mentiras y el doble lenguaje de las empresas en este terreno, y Álvaro Colomer con Ahora llega el silencio (Montena, 2019), un relato que transcurre después de un cataclismo climático que recibió el Premio Jaén de Literatura Juvenil, han realizado incursiones en un género que refleja la creciente preocupación por el destino del planeta. La estupenda novela policiaca de Jane Harper Años de sequía  (Salamandra, 2018) no se puede entender sin lo que está ocurriendo en la atmósfera, en este caso un profundo cambio en la tierra roja de Australia como consecuencia de la desaparición de la lluvia; mientras que Algo, ahí fuera (Alianza, 2016), del italiano Bruno Arpaia, transcurre en una Europa devastada por el clima que padece una crisis de refugiados. La editorial madrileña Episkaia publicó hace un año Estío, que reunía 11 relatos sobre el cambio climático de autores españoles como Aixa de la Cruz, Cristina Morales o Eva Cid. “Recuerda la lluvia y las frutas y las verduras y los supermercados con estantes específicos para el cuidado del cabello y para el cuidado de la ropa y para el cuidado femenino”, escribía Aixa de la Cruz en su cuento, ‘Amaiur’, con la nostalgia de un mundo que se consume a sí mismo.

Los últimos libros de Robert Harris (The Second Sleep, 2019) o de John Lanchester ­(The Wall, 2019), todavía no traducidos, transcurren en un planeta ya destruido por la humanidad. Encajarían en la ciencia-ficción climática, aunque se trata de autores cuya obra ha encontrado una difusión que va más allá de los lectores habituales de este género. Otros escritores, como Jonathan Franzen, autor de Las correcciones y de Libertad, y Jonathan Safran Foer, que acaba de publicar Podemos salvar el mundo antes de cenar (Seix Barral, 2019), han tomado una posición pública muy clara e influyente en la primera línea de la lucha para mitigar la crisis climática. Safran Foer, que ya había publicado Comer animales, insiste en que es necesario un cambio total en los hábitos alimenticios para que pueda sobrevivir nuestra especie. Franzen, por su parte, publicó este septiembre en The New Yorker un artículo, ‘ What If We Stop Pretending?’ (¿Por qué no dejamos de fingir?), que hizo mucho ruido porque su tesis era, básicamente, que el apocalipsis climático estaba en marcha y que no había ya forma de pararlo, solo de mitigarlo. Se trata de una tesis inspirada por uno de los ensayos más perturbadores y contundentes de los últimos años, El planeta inhóspito (Debate, 2019), del periodista David Wallace-Wells, que sostiene que, ocurra lo que ocurra, la humanidad se va a enfrentar a todo tipo de desastres porque se ha puesto en marcha un mecanismo que es demasiado tarde para detener (aunque sí se puede frenar). La autora de novela negra francesa Fred Vargas abunda en la misma tesis en La humanidad en peligro, que Siruela editará en febrero.

“La realidad de la crisis climática y el comienzo del Antropoceno han arrastrado en las últimas dos décadas a las humanidades y las artes como un tsunami”, explica el investigador John L. Broke, profesor de Historia y Antropología en la Universidad de Ohio. Su libro Climate Change And The Course Of Global History. A Rough Journey (Cambridge University Press, 2014) fue uno de los primeros intentos de explicar desde el cambio climático las principales transformaciones en la historia humana, un camino que ya había transitado el profesor de la Universidad de Santa Bárbara Brian Fagan en su ya clásico La pequeña edad de hielo (Gedisa, 2008). “Los escritores, artistas y estudiosos más jóvenes en una gran cantidad de disciplinas han visto los fundamentos de su visión del mundo y del futuro repentinamente asaltados por las predicciones de un futuro global sombrío”, prosigue Brooke. “Impulsados por el imperativo de formar parte de la solución, novelistas, filósofos, arquitectos, escultores, cineastas e incluso bailarines se han levantado para apoyar a los científicos naturales en una avalancha de trabajos destinados a ayudar al público a visualizar la transformación que se avecina de la Tierra tal como la conocemos”.

Quizá porque el Caribe se encuentra en la primera línea del cambio climático y porque padece cada vez huracanes más devastadores e imprevisibles, la dominicana Rita Indiana, residente en Puerto Rico, destrozado por el huracán María, fue una de las primeras escritoras en español que situó un libro en un futuro devastado por el clima. “En la novela como en la santería afrocubana, las deidades son deidades vivientes, el océano (Olokun, Yemayá) es reverenciado por su papel en el equilibrio biológico. Hemos jodido la máquina de hacer oxígeno que es el mar, mi novela es menos especulativa y más realista de lo que yo misma quisiera pensar”, explica Indiana.

Daniel Ruiz, el escritor sevillano autor de la novela El calentamiento global, cree sin embargo que la importancia del tema no se ha visto todavía reflejada en las artes. “Creo que la cuestión medioambiental tiene aún poco peso en la literatura que habla de nuestro tiempo”, señala. “Considero, de hecho, que ha tenido más proyección en la novela de género, en la ciencia-ficción y en la literatura distópica que en la novela social. La literatura que habla del medio ambiente, además, me parece muy deudora de Thoreau y de esa visión del hombre frente a la naturaleza que ha acabado convirtiéndose en un lugar común. Echo en falta una literatura que aborde nuestra relación con el medio ambiente y con el cambio climático más crítica, más matizada, más afilada, menos ingenua. El ensayista Santiago Alba Rico se pronuncia en el mismo sentido: “Creo que nuestra época está en una situación de transición, el cambio climático ya no es ciencia-ficción, pero sigue resultándonos ‘increíble’, aunque no dejemos de habla r de él.



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