Con tan sólo 7 notas
Me pregunto qué estaría pensando Dios cuando inventó la música. Yo me supongo que tal vez dijo algo como: “me gustaría darle a la humanidad algo que les permita expresar lo que está en su corazón sin utilizar palabras; algo que les levante el ánimo cuando estén tristes; algo que le permita a un hombre decirle a una mujer, de una manera inolvidable, que la ama; algo que llene su mundo de fuerza y alegría”. Y entonces inventó la música.
“Pero -me parece seguir escuchando sus pensamientos- yo les daré sólo siete notas. Lo que hagan con ellas, correrá por cuenta de ellos”.
Y entonces el hombre primitivo un buen día descubrió que si hacía un orificio en un caracol o en el cuerno de un animal y le soplaba, podía producir un sonido agradable.
Luego descubrió que si hacía orificios en un tubo de madera obtenía más variedad de sonidos. Su creatividad lo fue llevando poco a poco a inventar diferentes instrumentos musicales.
A través de los años el universo de estos instrumentos se fue multiplicando, así como la capacidad del hombre para “sacarle jugo” a esas siete notas combinándolas, jugando con los tiempos, los silencios y los ritmos, tocándolas en diferentes escalas, agudas y graves y así descubrieron que con esas pocas notas (más dedos tenemos en las manos) podían producir una infinidad de bellos resultados.
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Imagínense que el hombre se hubiera puesto a renegar y a reprocharle a Dios y preguntarle por qué no nos había dado más notas: “oye Señor, ya ni la amuelas hombre, ¿cómo que nomás siete notas? Con eso no la hacemos”. No, no hicieron eso, simplemente tomaron lo que había y lo explotaron el máximo (y lo siguen explotando).
A nivel individual, sin embargo, a veces podemos caer en un tipo de reclamos parecidos a esos que hablando de la música, nos parecerían absurdos.
A veces podemos sentir que los dones y talentos que nos tocaron son muy pocos e insuficientes para poder lograr nuestras metas y tener éxito en la vida.
Y entonces nos dedicamos a renegar y a reprocharle a Dios y a la vida por qué no nos hizo más guapos, más inteligentes, más delgados, más carismáticos, más ingeniosos. Por qué no nacimos en tal lugar o por qué no tuvimos tales padres o más dinero. Y así nos la podemos pasar por años, cuestionando y renegando de que con lo que nos tocó no la hacemos, perdiendo de esa manera un tiempo precioso, en lugar de tomar lo que tenemos y explotarlo al máximo.
Se cuenta la historia de un hombre que siendo perseguido por dos ladrones, entró en una cueva y se escondió en uno de los huecos que había entre las rocas. Cuando los ladrones entraron a la cueva, sospechando que ahí se había escondido el hombre que perseguían, empezaron a revisar todos los huecos tratando de encontrarlo. El hombre escondido, oyendo a los ladrones, empezó a orar a Dios y le pedía: “Señor, por favor mándame un muro que tape este hueco para que no me vean”. Mientras así oraba, una arañita empezó a descender por su hilo en la entrada del hueco y a tejer su telaraña. El hombre repetía: “Señor, te pedí un muro, no una telaraña; por favor, mándame un muro, es lo que necesito para librarme de los ladrones”. Y la arañita seguía tejiendo su telaraña. Cuando finalmente los ladrones estuvieron frente al hueco donde se escondía el hombre e iban a entrar, uno le dijo al otro: “en este hueco no ha entrado nadie; mira, hasta telarañas tiene la entrada. Vámonos”.
A veces nos puede parecer que lo que Dios nos ha dado es sólo como un hilito de araña y nosotros quisiéramos un muro grueso y fuerte, pero ese hilito de araña es exactamente lo que necesitas para lograr lo que estás buscando.
Deja ya de estar pidiendo lo que tú crees que te hace falta y ponte a trabajar con lo que Dios te dio, pues él sabe que eso es todo lo que realmente necesitas.
Con paciencia y creatividad y con tan sólo diste notas, el hombre fue capaz de crear sinfonías impresionantes, repletas de sonidos que llenan nuestro corazón. Te invito a que sigas ese ejemplo, porque con tan sólo unos cuantos atributos personales, sí, exactamente los que tienes, con paciencia, creatividad y trabajo, puedes hacer de tu vida una sinfonía maravillosa.
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