buscar noticiasbuscar noticias

Con Rembrandt en la sangre

Siglos antes de su nacimiento, Jan Six ya estaba destinado a ser un personaje en el mundo del arte. Su aristocrática familia, que cuenta con un gran patrimonio pictórico, bautiza con ese nombre al primogénito de cada generación. En 2016, Jan Six cumplió su destino: descubrió un rembrandt inédito. Pero tras el éxito estalló el escándalo

El hallazgo que dio un vuelco a la vida de Jan Six se produjo un día de noviembre de 2016. Six es un marchante de arte de 40 años residente en Ámsterdam, que el año pasado atrajo la atención mundial con la noticia de que había rescatado del olvido un cuadro hasta entonces desconocido del más admirado de los maestros holandeses: Rembrandt. Se trataba del primer Rembrandt inédito que salía a la luz en 42 años.

Jan Six, en su galería de Ámsterdam.Con Rembrandt en la sangre

El hallazgo no fue fruto de la exploración de remotas iglesias, ni del escrutinio de los desvanes de las casas de campo de Europa, sino que surgió mientras su autor repasaba su correo electrónico Six acababa de llevar a sus hijos al colegio al más puro estilo holandés: en bicicleta, con un niño sentado en el manubrio y el otro en la parte trasera. El tiempo típico de la estación, con su viento cortante y su llovizna, jamás disuadirán a un amsterdamés de pura cepa de que monte en su bici, pero para cuando nuestro hombre estuvo de vuelta en su despacho, las consecuencias ya se hacían sentir.

LA ATMÓSFERA IDEAL PARA EL ARTE

Waterkoud (frío húmedo) es la palabra neerlandesa para describir la humedad helada de los Países Bajos que cala hasta los huesos. El antídoto para esta sensación está contenido en otro término: Gezelligheid, traducido libremente como ambiente acogedor, es la atmósfera que los habitantes de Holanda hacen todo lo posible por conseguir en el interior de sus hogares.

La misma atmósfera que tantas veces retrataron y en la que se recrearon los lienzos de los antiguos maestros del siglo XVII, el Siglo de Oro en el que Six está especializado. Cálidas escenas domésticas, alegres grupos alzando jarras de peltre, bodegones con mesas repletas de alimentos. El estudio de Six, situado en la planta baja de un edificio junto al Herengracht, uno de los principales canales de la ciudad al que el propio Rembrandt iba a pasear, goza de su correspondiente parte de gezelligheid. El edificio data de principios del siglo XVII. Antiguas vigas cruzan el techo. A través de las ventanas se ve pasar veloces a los ciclistas y la evocadora y permanentemente sombría superficie del canal, en la que se reflejan los hastiales de las fachadas de los edificios de la orilla opuesta.

Aquella mañana, Six preparó café y se sentó ante una larga lista de correos electrónicos. Uno de ellos era el perteneciente a un acto que iba a tener lugar en diciembre en la casa Christie’s de Londres. Le echó un vistazo rápido, casi con desdén. Correspondía a la puja diurna, en la que se presentan los objetos menores. Los cuadros y las esculturas de calidad superior siempre se reservan para la noche.

UN REMBRANDT TEMPRANO

La fotografía de colores no demasiado realistas del catálogo mostraba el retrato de un joven caballero de aire ausente con un cuello de encaje y un peinado proto-Led Zeppelin. Lo primero que llamó la atención de Six fue la mirada del personaje cuya identidad sigue siendo desconocida.

El experto tuvo la sensación de que ya había visto la obra antes, pero después de un rápido repaso a su biblioteca se convenció de que lo que le había resultado familiar no era la imagen en sí, sino la conjunción de los detalles que delataban que se trataba de un rembrandt temprano. A juicio de Six, algunos de ellos son la humanidad de la mirada, la pincelada redondeada y el empleo intencionado de diferentes estilos pictóricos en la misma obra.

El cuadro se fecha en algún momento situado entre 1633 y 1635. El detalle revelador es el cuello de encaje, de un tipo característico que en ese breve lapso fue la última moda para quedar luego rápidamente anticuado.

Lo que más impresionó a Six no fue solo el hecho de que Christie’s no hubiese advertido que la pintura había salido con toda probabilidad de la mano del maestro, sino que la casa de subastas lo hubiese etiquetado como “del círculo de Rembrandt”. Ss decir, de un alumno. A principios de la década de 1630, Rembrandt todavía no era famoso, así que no existía ningún círculo. “Enseguida me di cuenta del resbalón de Christie’s”.

imagen-cuerpo

El cuadro “Retrato de un joven caballero”, el posible “rembrandt” descubierto por Jan Six en un catálogo de Chrstie’s.

UN SABUESO TRAS LA PISTA

A partir de ese momento, el marchante se convirtió en un investigador de primera línea. Se informó de que la proveniencia del cuadro se remontaba a sir Richard Neave, un comerciante inglés de finales del siglo XVIII que formó una importante colección de arte que incluía obras de Thomas Gainsborough y John Constable. La pintura había permanecido en la misma familia durante seis generaciones. Todo cuadraba.

Era lógico que la creación de un artista de primera fila hubiese atraído a un destacado coleccionista. Six estaba tan emocionado que montó en su bicicleta y pedaleó una breve distancia a través del centro de Ámsterdam hasta la casa de Ernst van de Wetering, reconocido mundialmente como la máxima autoridad en Rembrandt. Aún sin aliento, le tendió una fotocopia del cuadro.

Como corresponde a alguien cuya opinión carga con el peso de la trascendencia, Van de Wetering suele reaccionar con reserva la primera vez que ve una imagen, pero esta le intrigó. “Parecía un rembrandt, aunque me era totalmente desconocido”, me confesó más tarde. Six volvió a pedalear de regreso a su casa y compró un boleto de avión.

Cuenta que cuando llegó a Londres, en la sala de exposición de Christie’s había varias personas, así que estuvo mirando otros cuadros hasta que se marcharon. Entonces se dirigió al retrato, lo examinó y lo fotografió. “Estaba impresionado porque al natural, su aspecto era diferente. Tenía mucha más profundidad”, aseguraba.

TODO UN EXPERTO

El encaje del cuello llamó particularmente su atención. En el siglo XVII, este tejido era un símbolo de estatus y Six cree que Rembrandt tenía su propia manera de representar esta variedad, conocida como encaje de bolillos. Mientras que otros artistas de la época ejecutaban minuciosamente sus filigranas pintándolas en blanco sobre la superficie del ropaje, Rembrandt hacía lo contrario. Primero pintaba el ropaje, luego cubría de blanco la zona del cuello y a continuación utilizaba pintura negra para crear los espacios negativos del encaje.

Además, a diferencia de los demás pintores, que trazaban meticulosos motivos repetitivos, Rembandt tejía un diseño libre. A un espectador situado a pocos centímetros de una pintura realizada con esta técnica, el cuello le produce el efecto de un laberinto de garabatos. Sin embargo, basta con que retroceda un paso para que el conjunto adquiera sentido. Six identifica en ello uno de los rasgos del genio de Rembrandt.

“El maestro se dio cuenta de que por más que se ajustase al original, en el fondo la reproducción pictórica de un modelo repetitivo ofrecía un aspecto artificial”, dice.

Al salir de la sala de Christie’s, Six se dirigió a una librería vecina especializada en arte. Ahí encontró “A Corpus of Rembrandt Paintings”, la guía de referencia de la obra completa del artista. Ojeó las obras de la década de 1630 y cuando encontró lo que buscaba, se detuvo. Era el “Retrato de Philips Lucasz”, de 1635. La suerte quiso que el original se encontrase precisamente al otro lado de la ciudad, en la Galería Nacional, así que nuestro hombre voló hacia ahí y al poco tiempo se encontró delante del cuadro, observando alternativamente la pintura y la imagen de su cámara y sintiendo cómo su torrente sanguíneo se aceleraba al tiempo que una corazonada tomaba cuerpo hasta convertirse prácticamente en certeza. “Supe que quienquiera que hubiese pintado uno, había pintado el otro”, resume.

SU VERDADERA IDENTIDAD

Jan Six es un hombre alto y delgado. Parece como si quisiese evitar ofender con su elegancia y algo en su expresión habitual dice que lleva una carga. La carga no es ni más, ni menos que su verdadero nombre: Jan Six XI. La aristocrática familia del marchante, cuyos orígenes se remontan cuatro siglos atrás, ha llamado Jan al primogénito de casi cada generación.

El primer Jan Six, hombre de arte, cultura y política, fue un auténtico representante del Siglo de Oro holandés, la época en la que una explosión de creatividad en las artes, las ciencias y el comercio catapultó al minúsculo país a la vanguardia de la vida y el pensamiento europeos.

Aquel Jan Six fue amigo personal del gran Rembrandt van Rijn. Cuando en algún momento de la década de 1650 decidió encargar su retrato, pidió al artista que le concediese el honor de pintarlo. El resultado es una de las obras más admiradas del maestro, un estudio maravillosamente melancólico de la sofisticación madura y consciente, ejecutado con las toscas pinceladas características del Rembrandt tardío. El historiador Simon Schama lo ha calificado como el “más grande retrato del siglo XVII”.

UN COLECCIONISTA DE ARTE

El primer Jan Six reunió una vasta colección de pinturas, esculturas y dibujos de muy diversos artistas, pero su núcleo era Rembrandt. Además del retrato de su propietario, cuyo valor asegurado asciende actualmente a 400 millones de dólares, la Colección Six incluye un retrato al óleo de tamaño natural de Ana Wymer, madre del antiguo Jan, cinco dibujos y 50 grabados originales del artista. A medida que la colección fue pasando de generación en generación, se engrosó con la incorporación de obras de Vermeer, Bruegel, Hals y Rubens, así como de los inigualables Tiziano y Tintoretto.

Al mismo tiempo se le fue añadiendo un auténtico tesoro de objetos que aunque menores, poseen también importancia histórica, tales como mobiliario, gemas, medallas, manuscritos, montañas de plata, cristal veneciano, cepillos de dientes con mango de marfil y un anillo de diamantes regalo del zar Alejandro I a la familia. Con todo, la pintura siempre ha sido la razón de ser de la colección y a lo largo de los años, los Six se mostraron proclives a seguir las inclinaciones de sus progenitores. En la actualidad, la colección incluye nada menos que 270 retratos de miembros de la dinastía.

Pasaron los siglos, el patrimonio artístico de otras grandes familias europeas se disgregó, los museos se convirtieron en los principales repositorios de sus piezas y la Colección Six, que ha permanecido en la residencia familiar, ganó en mística. Por tradición, el Jan Six de cada generación se convierte en custodio de la colección.

imagen-cuerpo

Algunos de los cuadros expuestos en la galería de Jan Six en Ámsterdam. Entre ellos, “Retrato de un joven caballero” y sendas pinturas de Gerrit van Honthorst y Jan Lievens.

imagen-cuerpo

Retrato que hizo Rembrandt del primer Jan Six, en 1654. 

EL ORIGEN DE SU OBSESIÓN CON REMBRANDT

El origen de la fascinación de Jan Six con Rembrandt (él mismo la llama así) está en sus encuentros con el retrato de su tocayo, obra del maestro, en el “salón azul” de la casa familiar. Six puede hablar interminablemente del artista. Sus palabras cautivan y están llenas de emoción.

“Lo que hace único a Rembrandt es su capacidad de representar a la persona. Cuando paseo por un museo y de la pared cuelga un Rembrandt, paso a su lado como pasaría junto a una persona, mirándola de reojo y preguntándome quién es, como si fuese alguien conocido. Es un ser humano vivo”, asegura. Por el contrario, no tiene en demasiada consideración al otro coloso del Siglo de Oro holandés. “Sé que a muchos estadounidenses les encanta Vermeer. Personalmente, no me gusta. Es un truco, pura óptica. Creo que si se pusiese ‘La joven de la perla’ al lado de cualquier rembrandt se apreciaría la diferencia”.

Entre las muchas razones para los siglos de fascinación popular con Rembrandt está el volumen, la diversidad y la calidad de su obra, todos ellos impresionantes. La plétora de estilos con los que experimentó, la complejidad de su propia biografía, quizá la más incontestable sea la profundidad psicológica de que dotaba a sus personajes, la manera en que sus figuras parecen envolver al observador y arrastrarlo a los afanes particulares de ese momento de sus vidas.

Tal vez el origen de esta empatía no se encontrase solamente en el genio del artista, sino también en su misma vida. Rembrandt llegó a ser muy pronto el pintor más aclamado del momento, pero rechazó seguir las modas cambiantes y perdió el favor del público.

Gastó en exceso y contrajo cuantiosas deudas. Perdió a su esposa poco después de que esta diese a luz y entabló una relación con la niñera del niño, de la que intentó librarse internándola en un manicomio. Más tarde se arruinó. Al parecer, vivió sus últimos años en una miseria de la que solo él fue responsable. Si la Edad de Oro holandesa evidencia un nuevo interés profundo por lo individual, el pintor se aplicó el principio sin compasión. Sus autorretratos, en particular los tardíos, son exploraciones despiadadamente honestas del dolor psíquico que nos infligimos a nosotros mismos.

imagen-cuerpo

La familia Six en 1985. El actual Jan Six es el primero por la izquierda.

imagen-cuerpo

Jan Six IX y Jan Six X, padre y abuelo respectivamente del actual Jan Six, posan en su casa familiar en 1985.




DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD