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Con el mundo a cuestas

‘La Virreina’ muestra la influyente obra de August Sander, representante de la Nueva Objetividad y paradójicamente, quien concedió a la fotografía la facultad de interpretar el mundo subjetivamente

La sombra de August Sander es tan alargada que atraviesa toda la fotografía del siglo XX. Se le sitúa dentro de la Neue Sachlichkeit (Nueva Objetividad o Nueva Sobriedad), una corriente estética que durante las primeras décadas del siglo pasado se rigió por el principio de lealtad a una realidad positivamente tangible.

“Secretaria de la West German Radio en Colonia” (1931), de August Sander.Con el mundo a cuestas

Un tercer encaje infiltra su trabajo en las prácticas artísticas de las últimas décadas, con el auge del conceptual, el minimalismo (la escuela de Bernd y Hilla Becher) y el archivo-Mnemosyne, omnipresente en documentas y bienales.

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SUS INICIOS COMO FOTÓGRAFO

Hijo de un carpintero que trabajaba en una cuenca minera de la región alemana Renania-Palatinado, August Sander aprendió el oficio como ayudante de un fotógrafo de minas. El subsuelo fue su más fértil cuarto oscuro y alumbró su conciencia social, que contagió a su hijo Erich (detenido y condenado a prisión por los nazis), desde su pequeño estudio fotográfico en Linz y en Colonia.

En el empeño de retratar a los “hombres del siglo XX” (fueron más bien antirretratos, al estilo de la cinematografía soviética), creó un atlas donde plasmó un trozo de mundo y de tiempo, un ejercicio fisionómico de individuos, hombres y mujeres de diversas profesiones, grupos sociales y también seres marginales, entre los que se contaban tullidos, ancianos y veteranos de guerra. En 1929 publicó el primero de una serie de 20 tomos titulado “El rostro de nuestro tiempo”, acompañado de una introducción de Alfred Döblin, representante de la novela expresionista.

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TODA UNA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

No se publicaron más tomos porque las inferencias políticas de aquel material, que llegó a alcanzar 40 mil negativos, disgustaron a los censores nazis, que confiscaron todas las fotografías y destruyeron las placas. En adelante, August Sander viviría un exilio interior, consagrado esencialmente a capturar con su cámara los paisajes de juventud y las viejas calles de Colonia.

Los retratos de Sander desentrañan las paradojas del sujeto autónomo burgués: el individuo se desintegra y se desenvuelve a la vez. También muestran una sociedad extraordinariamente diferenciada, algo inaceptable para los regímenes fascistas, que intentaron erradicar la memoria de la primera democracia liberal de Alemania.

Sus fotografías, aparentemente neutras, son una cascada de emociones. Hoy las vemos en las portadas de libros o los artistas contemporáneos se las apropian. La imagen del cocinero que agarra con sus manos gordinflonas una cazuela de latón, ataviado con una bata blanca, como un santo y unos zapatos rutilantes, como un ministro, adelanta la dignidad de las celebrities de la haute cuisine.

La norteamericana Diane Arbus admiró los retratos de August Sander, transportándolos hacia territorios que rozaban lo abyecto, intrigada y muchas veces perdida en las vidas de subalternos, marginales y enajenados. Sin Sander, un histórico como Walker Evans tampoco habría retratado a la sociedad estadounidense durante la Gran Depresión. Quien posiblemente llevó la fotografía al punto más alejado de su comercialización, fue también el que involuntariamente hizo más para que fuera considerada arte.

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“Joven en una caravana de parque de atracciones” (1926-1932), de Sander.

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LA FOTOGRAFÍA: HERRAMIENTA PREFERIDA DEL PSICOANÁLISIS

Para el público que haya visto sólo fragmentariamente sus fotografías, el “Palau de la Virreina” brinda una completa selección de 200 imágenes procedentes del archivo August Sander de Colonia. Son copias modernas realizadas a partir de los negativos de cristal, a las que se añade un apartado documental con cartas manuscritas, fotografías personales y otros materiales biográficos. Para cada sala hay una “familia”: campesinos, artesanos, artistas, poetas, trabajadores cualificados, editores, eruditos, arquitectos y niños. La mujer tiene su propio capítulo, bien como ama de casa, madre o emancipada.

Cierra el recorrido una temática poco conocida, fotografías de posturas y detalles de partes del cuerpo, en especial las manos, que se muestran con estatuto ontológico propio. August Sander veía en el cuerpo que gesticula o el que trabaja el espíritu de una época y la mano era para él psíquica e intencional. No por otra razón la fotografía se convirtió en la herramienta preferida del psicoanálisis.




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