“¿Cómo haces entender a una madre que su bebé será esclavo de las redes?”
La ‘influencer’ Àngela Mármol publica ‘Del cielo al infierno en un post’, un libro en el que aborda la presión que supone exponer su vida a millones de personas
La vida de Àngela Mármol, de19 años es dolorosamente contradictoria. Es una joven que transmite felicidad en las imágenes que publica para los cinco millones de seguidores que tiene en TikTok o para los 1,8 millones de personas que la siguen en Instagram. Pero detrás de la cámara del teléfono celular hay una mujer en edad de formarse que ha sufrido bulimia, depresión y ciberacoso. No puede precisar si fue con 15 o 16 años que empezó a ser famosa; sí recuerda que fue con un vídeo bailando reguetón cuando consiguió su primer millón de reproducciones. Lo explica en el libro Del cielo al infierno (Cúpula), un diario que quiere ser una guía para padres e hijos con el objetivo de prevenir el acoso en las redes sociales.
Pregunta. ¿Cómo decide una familia que su hija menor de edad se dedique profesionalmente a exhibirse en las redes sociales?
Respuesta. Es muy complicado. Mis padres tenían Facebook pero no habían presenciado nada igual, no seguían a gente de este mundo. Nunca habían visto a alguien que desde su casa de repente tuviera seguidores que admiren lo que hace; y lo que yo hacía, para ellos no era nada. Pero cuando empiezan a aumentar los seguidores, tienen miedo. Mi madre tenía mucho miedo porque yo empezaba a recibir mensajes de gente rara diciéndome cosas muy raras. Incluso quiso que cerrara las cuentas, pero mi tutora vio que aquello me hacía feliz y pidió a mi madre que me dejara seguir y que iría con cuidado. Cuando llego a los 10.000 seguidores y empiezo a tener clubes de fans, mis padres no lo entendían. ¡Mi madre creía que era yo misma que me hacía los clubes de fans! Y un día empiezan a llegarme correos del tipo: “Si le enviamos este libro a Àngela, lo podría promocionar y a cambio le damos tanto dinero”. Mi madre lo llevaba tan bien como podía. Tras un tiempo me contactó por Instagram un representante que llevaba a más gente de mi edad. Con esta persona trabajaba una madre de otra niña. Y mi madre pensó que si había una madre en el equipo, su hija estaría más protegida.
P. ¿En algún momento usted o sus padres se plantearon dejarlo correr?
R. Mi madre ha habido veces que me ha dicho que yo no estaba bien y que por qué no lo dejaba. Mi familia, profesores, me decían que quizá lo debía dejar correr por un tiempo. Ahora se ha hablado mucho de este tema, también de las cosas malas de este trabajo, pero antes no había tanta gente dedicándose a esto. Todo ha evolucionado de una manera que nos hace muy vulnerables. Todo el mundo puede decirnos lo que quiera, también en la calle, o todo el mundo puede opinar lo que quiera. Una vez has empezado, tu vida, sin ser consciente, acaba dependiendo de ello. Si un día no publicas nada, por ejemplo, incluso un profesor en clase puede preguntarte qué te pasa que no has colgado nada. Tú misma te obligas a seguir adelante. Sin querer, de un día para otro no te das cuenta y estás obligada a hacer un trabajo que no has escogido.
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P. Entonces, ¿quién ha escogido que usted sea influencer?
R. Al principio es suerte, que suban los seguidores debe ser cosa del algoritmo de la aplicación, o que le has hecho gracia a alguien. Que con el tiempo te mantengas, trabajar tu imagen, sí es un trabajo tuyo: no ser repetitiva con el contenido, crear una imagen para que las marcas te contacten y que puedas vivir de ello, no tocar según qué temas porque habrá determinadas marcas que no te querrán y quizá durante un mes no trabajas. Pero lo que no eliges es si empiezas en esto o no.
P. ¿Por qué es tan interesante para tanta gente su vida cotidiana?
R. No lo sé. Mi vida la tengo que publicar de una manera que sea interesante para que la gente no se aburra, no te odien y no genere sentimientos negativos. Estás vendiendo tu vida y te pierdes, porque mezclas a tu personaje con tu persona. Lo más complicado de este trabajo es no perderse, que no pase el personaje a la persona.
P. El libro está repleto de momentos de dolor. Insisto, ¿es posible salir de este mundo y empezar una nueva vida?
R. Solo conozco a uno que lo hizo: una persona que era youtuber y decidió pasar a ser cámara. Yo dejé las redes durante un periodo corto de tiempo porque estaba mal, y es muy complicado. Todo el mundo te habla del tema, te dicen que te baja el número de seguidores, que eres menos importante si no tienes Instagram, que si es que te han ido mal las cosas. Te meten mucha presión. Si tu dejas tu empleo, nadie te dirá nada, te preguntarán a qué te quieres dedicar ahora y punto, no te pondrán más peso encima. ¿Por qué me ponen tanto peso? Es muy difícil desprenderse de esta presión social. Si lo dejas, inconscientemente quieres volver porque así nadie vuelve a preguntarte nada más.
P. ¿En su nueva cotidianidad, ya como celebridad, es más difícil conectar con su audiencia?
R. Empezaron a seguirme porque iba al cole, y después del cole salía con los amigos, hacía gimnástica, las extraescolares… Me siguen porque he hecho la vida normal, quizá como la de la gente que me sigue. Se sienten identificados conmigo, pero este trabajo ha cambiado mi vida real. Pero yo ya no voy al cole, no quedo con los amigos ni hago una extraescolar: me levanto, miro el correo, miro lo que me ha dicho mi hermano [su representante], grabo las campañas que tengo que hacer aquel día, voy a un rodaje, a otro, voy al gestor, a Hacienda… Es muy difícil enseñar una vida normal sin tenerla.