buscar noticiasbuscar noticias

Berlín, la última capital del arte

La actual fuga de coleccionistas de la ciudad alemana pone en duda la perpetua obsesión por encontrar un epicentro del arte

La idea de capital del arte es como las burbujas en un refresco. A veces, son de aguja: ligeras, discretas, sofisticadas. Otras, producen vivacidad, efervescencia y esa sensación siempre de chisporroteo. Le ha ocurrido siempre a Berlín. Con 3 óperas, 9 orquestas sinfónicas, 140 teatros, 350 galerías y un número nada desdeñable de museos, siempre ha peleado por alzarse con el título de capital europea de la cultura. Su estela punk siempre ha alimentado esa idea de ciudad experimental capaz de todo con casi nada. Pese a que siempre hemos sabido que el mercado del arte no es su fuerte, se inventó la idea de gallery weekend, que durante años suponía el pistoletazo de salida a la temporada artística europea. Una ciudad laboratorio que siempre ha funcionado de escaparate, marcando el paso, con exposiciones que no se veían en ningún otro lugar más que en esta urbe barata y cosmopolita, cuna de lo moderno, donde tantos artistas han plantado el nido.

El artista Olafur Eliasson recibe al empresario Bill Gates en su estudio en la capital alemana, en 2013. Berlín, la última capital del arte

Dicen que Stoschek tiene el ojo puesto en Los Ángeles, alentada por su amigo Klaus Biesenbach, director del MOCA desde hace dos años, aunque hoy la ciudad californiana también dista mucho de ser lo que era cuando en 2015 se alzó con la etiqueta de capital del arte. La apertura de The Broad y las más de 600 galerías hacían de ella la ciudad perfecta donde instalarse. Eli y Edythe Broad se sumaron a un paisaje de museos y fundaciones, como los que en su día crearon poderosos coleccionistas como J. Paul Getty, Norton Simon y Armand Hammer, llevando la ciudad a un estado de poderío económico considerable. Los alquileres entonces eran baratos y apenas había presión del mercado. California era el reducto del Nuevo Mundo, la antítesis de un Nueva York capitalista, donde Hauser & Wirth también acabó instalándose siguiendo esa estela multicultural. Y seguramente eso mismo fue lo que la mató. Los Ángeles es hoy tan cara como Nueva York y dista mucho de ser ese espacio libre donde todo el mundo era bienvenido. Las protestas de los vecinos contra la gentrificación no ha parado desde entonces en barrios como Boyle Heights, donde la consigna Fuck Artwashing ha conseguido que varias galerías echen el cierre.

A menudo da la sensación de que cada vez que abre un nuevo museo o fundación el mapa del arte da un vuelco o, al menos, un respingo. Pasó en 2014 con Moscú, cuando la apertura de Garage auguraba un renacer de esta ciudad.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD