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Así se vivían los terremotos en el México prehispánico

Desde códices y registros históricos nahuas a las crónicas de Bernardino de Sahagún, México registra sus terremotos desde hace siglos

En documentos históricos de Tlatelolco, en lengua náhuatl, aparece la primera descripción de un terremoto en México.

Los sismos, al igual que otros fenómenos naturales, eran entendidos como un castigo ejemplar que la ira divina enviaba a los humanos pecadores.Así se vivían los terremotos en el México prehispánico

“En 1455 hubo un terremoto y la tierra se agrietó y las chinampas se derrumbaron. La gente se alquilaba a otra a causa del hambre”. El autor o la autora de aquellas líneas no aporta más información. ¿Qué tan fuerte fue? ¿Murió gente? ¿Cuánta? Apenas sabemos que las chinampas se derrumbaron.

La vieja Tenochtitlán, capital del mundo azteca, se asentaba sobre chinampas, islotes de piedra, tierra y cañas. El imperio construyó su capital en mitad de una red de lagos y las chinampas fueron la solución a tanta agua. Los aztecas las usaban para cultivar y las combinaban con bancales, formando una enorme red de canales y parcelas.

Parece ser que el sismo de 1455 fue tan fuerte que dejó la estructura de la ciudad patas arriba. A 560 años de aquello, las únicas chinampas que quedan en Xochimilco, al sur de la capital, son apenas el decorado de una ruta en barca para turistas.

La descripción de los registros históricos de Tlatelolco enlaza con uno de los videos del terremoto del pasado 19 de septiembre. En la imagen aparece uno de los canales del lago de Xochimilco. En las chinampas, los árboles se tambalean como briznas de hierba. El agua de los canales, normalmente en calma, forma olas y más olas. Un grupo de turistas grita “oh my god” sobre las balsas, las famosas trajineras.

Resulta difícil imaginar que en 1455 se hablara inglés en Xochimilco. Y parece igualmente complicado determinar la forma y los colores de las barcas que se usaban entonces. Por lo demás, las imágenes del temblor de 1455 y las del 19 de septiembre podrían ser bastante parecidas.

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Los antiguos habitantes de México registraban los sismos en códices sobre papel amate, papel de maguey o tiras de piel.

SIN DATOS SUFICIENTES

La antropóloga e historiadora Virginia García, estudiosa de los desastres naturales, coautora del libro “Los sismos en la historia de México”, nos recuerda: “los sismos prehispánicos fueron los que menos pudimos documentar porque no hay información escrita. La información que tenemos no es muy rica, viene de los códices. También de los escritos de frailes, soldados o cronistas que registraban, entre otras cosas, los temblores de la época prehispánica o la colonia temprana”.

Una de las crónicas más completas sobre la reacción de los mexicas ante los sismos es de Bernardino de Sahagún, misionero franciscano considerado el máximo investigador de todo lo que atañe a la cultura nahua: “cuando tiembla la tierra, rociaban con agua todas sus alhajas, tomando el agua en la boca y soplándola sobre ellas y también por los postes y umbrales de las puertas y de la casa. Decían que si no hacían esto, que el temblor llevaría aquellas casas consigo. Y los que no hacían esto eran reprendidos por los otros y luego que comenzaba a temblar la tierra gritaban, dándose con las manos en las boca para que todos advirtiesen que temblaba la tierra. Luego tomaban a sus niños con ambas manos, por las sienes y los levantaban en alto. Decían que si no hacían aquello que no crecerían y que los llevaría el temblor consigo”.

Sin alertas sísmicas, pero con gritos mientras se tapaban la boca con las manos; sin evacuaciones de grandes edificios, pero rituales que incluían agua y alhajas; sin redes sociales ni sismógrafos, pero con códices. Los antiguos habitantes de México registraban los sismos en códices sobre papel amate, papel de maguey o tiras de piel. Dibujaban glifos, signos gráficos equivalentes a la escritura. En concreto usaban dos, el glifo que expresaba la temporalidad y el glifo temblor de tierra.

Los mexicas no medían los sismos, ni sabían que su origen estaba en el movimiento de las placas tectónicas. En cambio, suponían que el sol y otros cuerpos celestes caminaban bajo la tierra conforme se hacía de día o de noche. Al registrar los temblores, los pueblos prehispánicos creían que tenían una relación directa con heladas, nevadas, actividad volcánica o bien eclipses y cometas; también con eventos políticos, guerras, muertes, ascenso o caída de gobernantes, esos hechos los registraban en los códices, lo que ayuda a los sismólogos a situarlo en el tiempo. 

Antes de que se generalizara el uso de los relojes, los sismos se medían con rezos y al igual que otros fenómenos naturales, eran entendidos como un castigo ejemplar que la ira divina enviaba a los humanos pecadores, que provocaba miedo, un miedo institucionalizado por la iglesia.

Aunque llevamos poco más de 100 años midiendo los sismos cuantitativamente, la riqueza de los registros históricos del México antiguo nos muestra que los temblores no son nada nuevo, lo único que ha cambiado es cómo los enfrentamos, cómo nos preparamos para ellos y cómo los comunicamos. 




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