Almodóvar se estrena como pintor
El cineasta debuta en los pinceles guiado por el artista Jorge Galindo con una veintena de lienzos
El dibujo que un albañil esboza sobre el trozo de un saco de cemento ilustra uno de los momentos más emocionantes de Dolor y gloria, última película de Pedro Almodóvar. Obra del artista Jorge Galindo, representa un humilde tallo rematado por unos cuantos pétalos. Es también la simiente que dio fuerza al director para atreverse a pintar por primera vez, a sus 69 años y de la mano de Galindo, transformar las fotografías de flores y bodegones, faceta artística que ha entretenido al cineasta en los últimos años, en óleos del tamaño de una pantalla de cine, de tres por cuatro metros.
Esa fe, afirman, ha sido compañera durante los cinco meses de trabajo conjunto. Almodóvar no es un extraño al medio. Coleccionista de cuadros de los años 80 (posee obra de los Costus, Ceesepe, Fabio McNamara, Sigfrido Martín Begué, Carlos Berlanga o Manolo Quejido), su mundo visual tiene una fuerte carga pictórica. Claro que pintar es otra cosa. Y hasta ahora no había dado el paso.
Ambos se conocen desde hace muchos años. Almodóvar también cuenta en su casa madrileña con obra de Galindo. “La culpa de todo esto es de él”, explica el cineasta en Almería. “Me llamó porque había visto mis fotografías de bodegones en la galería de Madrid Marlborough y me dijo que quería agrandarlas para que las transformáramos en pintura. Yo tengo conocimientos rudimentarios sobre fotografía, pero no sabía que a partir de una imagen de pequeño formato se podía alcanzar esa calidad en la ampliación. Esa parte me interesaba. Fui a verle para, básicamente, decirle que no a la propuesta de pintar. Al llegar al estudio y ver todos esos lienzos extendidos por el suelo preparados para recibir la pintura, Galindo me contagió su entusiasmo”.
A la altura de aquel primer encuentro, Almodóvar ya había terminado Dolor y gloria, tras cuya gestación se había quedado exhausto. “Me dejé llevar por ese entusiasmo. El cine es un trabajo solitario, con todo muy planificado. O, al menos, así lo hago yo. De repente, la propuesta de la inmediatez de la pintura me pareció muy excitante. Yo soy de los que aconsejo a mis amigos que se lancen a cantar en público porque nada hay tan liberador. Total, que nos lanzamos a pintar sin piedad. Fue una auténtica catarsis. A veces sentía que lo hacíamos sin respeto sobre los bodegones, pero lanzábamos más y más pintura con la que componíamos flores reconocibles o amorfas. Y de todos los colores”.
¿Ha encontrado Almodóvar un tardío plan B creativo? “No descarto la idea de seguir con la pintura”, dice entre risas. Y desde luego, añade, espera que los coleccionistas se contagien de su entusiasmo y estén interesados en comprar su obra cuando entre en el circuito comercial.
Jorge Galindo observa cómo Almodóvar interviene en uno de los cuadros.