buscar noticiasbuscar noticias

Agnes Obel, el sonido de los recuerdos

La artista danesa, creadora de un pop de cámara elegante y crepuscular, compone ‘Myopia’, disco con textura de ‘polaroid’ envejecida que es una de las grandes apuestas del sello clásico Deutsche Grammophon

Nunca ha vuelto a ver un piano como aquel Steinway gris de su padre. Lo recuerda reluciente, con ornamentos muy antiguos, vetusto, bello. Aquel instrumento raro, por escaso, era el preferido de la pequeña Agnes Obel de entre todos los que coleccionaba su padre, un instrumentista de jazz que tuvo que dejar la música para sacar adelante a sus hijos. La cantante y pianista danesa, creadora de una suerte de pop de cámara elegante, misterioso, vanguardista y oscuro, dedica a su progenitor, un hombre que caía en frecuentes depresiones —“probablemente, por no haberse podido dedicar a la música”—, Island of Doom, una de las mejores canciones de Myopia, el cuarto disco de su carrera musical. El padre de Agnes Obel, que falleció en abril de 2014, coleccionaba instrumentos de todo tipo mientras se aventuraba en negocios que casi siempre iban mal. Las deudas le fueron hundiendo, se arruinó, tuvo que vender toda la colección. Aquel Steinway gris también salió de casa, pero sigue vivo en la memoria de la artista danesa.

Agnes Obel.Agnes Obel, el sonido de los recuerdos

“No tengo miedo a fallar, ni al fracaso; no me interesa la perfección, creo que no es buena para la creatividad”

“Es difícil describirse a uno mismo y lo que hace”, dice Obel, de 39 años, en una sala de la galería de arte berlinesa Julia Stoschek, donde a finales del año pasado presentó su nuevo álbum ante un reducido grupo de periodistas europeos invitados a asistir a una première, un aperitivo minimalista de ocho canciones de Myopia. “Al producir, me gusta que los sonidos sean un espejo de las historias que cuento en las canciones”, dice esta mujer cuyas composiciones exhalan ecos lynchianos —David Lynch, por cierto, le pidió un tema, Fuel to Fire, para remezclarlo; sí, Lynch, remezclando—. “Creo que todo eso lo aprendí de Scott Walker [mítico compositor británico, de origen estadounidense, reverenciado por su etapa experimental]. Me gusta que quien se encuentre con una de mis canciones tenga la sensación de entrar en una película”.

La artista danesa, perteneciente a la inquieta estirpe escandinava de las Björk, Emiliana Torrini y compañía, se muestra orgullosa de no ser complaciente con las leyes de la mercadotecnia, de ser fiel a la música que ella quiere hacer, guste o no. “El arte tiene un potencial político cuando es idiosincrásico”, argumenta, “cuando uno es realmente uno mismo, cuando no hace aquello que se espera de él, cuando se libera de las expectativas ajenas”. Admiradora de Nina Simone, Roy Orbison y, si se le pide citar a algún contemporáneo, de la norteamericana e inclasificable Julia Holter, fue telonera hace un año y cuatro meses de otro de sus admirados creadores, el también inclasificable David Byrne. Aquella experiencia la ha dejado marcada. “Nunca he visto un concierto en directo como el de su última gira, esa deconstrucción del espectáculo. Me gusta cómo es sobre el escenario: los cantantes masculinos tienden a actuar como dioses cuando suben a escena”, dice. “Él, no; él está ahí, cantando con una sonrisa en la boca, con su ironía, pero solidario con sus músicos, con su público”.

Cuenta que Byrne estaba fascinado con los sonidos que Obel recrea en directo, que le preguntaba cómo los consigue. “Fue muy cálido, no había jerarquía. ¡Fueron tantas las cosas que me gustaron de aquella experiencia!”.

Myopia es una suerte de continuación de su anterior álbum, Citizen of Glass (2016) —a ella le gusta pensar que ambos serán parte de una futura trilogía —. Obel experimenta con el sonido de pianos, violonchelos, violines y xilófonos, profundiza en la manipulación de los coros, utilizando octavadores que convierten en abiertamente más graves o agudas las voces, aportando así texturas contemporáneas al clasicismo que late bajo sus piezas. 



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD