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Acción por el clima

El cambio está en las artes y la agenda política. Es el momento de declarar juntos un estado de emergencia climática

Cosecha de hielo en el puerto de Nuuk, en Groenlandia.Acción por el clima

Desde hace unos días estamos de luto por la muerte de un glaciar que marca un hito en la historia de la humanidad. El glaciar, situado al noreste de Reikiavik, era conocido como Ok y se ha derretido y ya no existe. Una placa en el sitio marcará este punto en el tiempo.

Andri Snær Magnason, el escritor islandés, ha concebido la inscripción en torno a una pregunta para las generaciones futuras: “sabemos lo que está sucediendo y lo que hay que hacer. Solo tú sabes si lo hicimos”, escribió.

UNA CONMOCIÓN QUE NO DEBE DESPERDICIARSE

Hace algo menos de un año, quienes paseaban por el centro de Londres podían encontrarse con 30 bloques de hielo glacial de miles de años de antigüedad. En sus formas aparentemente inmóviles estaban encapsulados rastros de tiempos remotos en forma de polvo y otros materiales naturales. Aquellos que ponían la mano en el hielo podían sentir la superficie fría y suave en su piel. Quienes acercaban el oído escuchaban los chasquidos que produce cuando se derrite. Eran testigos directos de los cambios ecológicos que estamos experimentando.

‘ICE WATCH’

Los bloques viajaron desde lejos después de desprenderse de una capa de hielo y salir flotando al mar. Fueron recogidos de las frías aguas de la costa de Nuuk, en Groenlandia. Viajaron al Bankside, a las puertas de la Tate Modern y a la City de Londres, ante la sede europea de Bloomberg.

Ese hielo constituye “Ice Watch”, una obra de arte pública que concebí con el geólogo Minik Rosing para hablar de la acción sobre el clima y explorar cómo los sentimientos de distancia y desconexión, de proximidad y relevancia, nos cohíben o nos llevan a comprometernos. Su presentación en Londres, en diciembre de 2018, ha sido la más extensa hasta la fecha.

En 2014 fue instalada delante del ayuntamiento de Copenhague coincidiendo con la publicación del quinto informe de evaluación sobre el clima del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC). El hielo dio forma física a las cifras del informe. En 2015, el hielo glacial se materializó en la plaza del Panteón de París en el contexto de la 21ª Conferencia de las Partes, que nos proporcionó el Acuerdo de París. Desde entonces, el problema del cambio climático ha pasado a primer plano. Hace un año el IPCC emitió una alerta: sólo tenemos 12 años para limitar su impacto.

UNA MIRADA ATRÁS

El cambio es drástico. Lo acabo de ver hace unos días al documentar de nuevo los glaciares islandeses que componen “The Glacier Series” (1999), una de las obras incluidas en la muestra “In Real Life”, actualmente en la Tate Modern y que el próximo año llegará al Guggenheim de Bilbao. Unas fotografías que en unas semanas expondré también en la exposición para constatar el contraste de esos paisajes 20 años después. Si miramos al futuro, la duda sobrecoge: ¿qué hacer? Los hechos remiten a una historia de terror, aunque no son suficientes para motivar verdaderamente a la gente. A veces incluso, producen el efecto contrario: distancia, apatía. Los cambios que motivan nuestro comportamiento requieren una estrategia más amplia. Hay que llegar al corazón y a la razón, a las emociones y a las mentes. Y actuar en consecuencia.

PREFERENCIA POR EL ‘STATU QUO’

Los científicos, de hecho, han estudiado la psicología implicada en la toma de decisiones individuales y colectivas, como Elke Weber, catedrática de Psicología y Asuntos Públicos en la Universidad de Princeton, con quien he colaborado en varios de mis proyectos. Weber ha contribuido a los informes del IPCC de la ONU sobre el cambio climático y ha pasado décadas investigando cómo la psicología incide en nuestra actitud ante las cosas. Hace preguntas fundamentales, como cuándo nos comprometemos y cuándo hacemos caso omiso o nos quedamos paralizados y tiene clara la conclusión: a la hora de actuar frente al clima, en nuestras respuestas hay una clara preferencia por el statu quo. Nos inclinamos por aferrarnos a lo que tenemos. El aquí y ahora es local, inmediato y conocido, mientras que las consecuencias a largo plazo de no cambiar son abstractas, inciertas, fáciles de ignorar y aparentemente desconectadas de nuestras vidas.

PROVOCAR MIEDO NO ES UNA ESTRATEGIA EFICAZ

La preferencia por la acción única es otro mecanismo psicológico en juego. Es más fácil dar un paso para resolver un problema que dar varios. Ese paso único puede tener valor simbólico, pero la acción sostenida es difícil y hace falta coraje político, ya que es más difícil de comunicar y menos rentable desde el punto de vista informativo. Y lo que quizá sea más importante en lo tocante a la acción climática: provocar miedo no parece ser una estrategia eficaz. Como escribe Weber, aunque el miedo puede impactar a la gente y moverla a actuar, no se puede vivir en un estado de shock permanente. Dado que la acción climática se debe llevar a cabo consistentemente a lo largo del tiempo y formar parte de nuestras vidas, necesitamos centrarnos en historias positivas de cambio que resulten inspiradoras. Y de esto trata “Ice Watch”.

El proyecto remite a la esperanza de crear una transformación interna y forzar un cambio sistémico. Para ello, tenemos que hacer uso de todos los instrumentos a nuestro alcance, como el arte y la cultura. Pensemos en la preferencia por el statu quo. 

HAY MUCHO POR HACER

Las artes invocan otros futuros, dándoles forma, haciendo que se puedan sentir vívidamente. Tanto si es en una novela como en una obra de arte, en una obra de teatro o en una película, pueden hacer tangible y explícito lo que de otra forma puede resultar difícil de comprender. Y hay muchas cosas que podemos hacer. Podemos organizarnos para presionar a políticos y gobernantes a fin de que, por ejemplo, introduzcan impuestos ambiciosos sobre el carbono y garanticen una transición justa que nos aleje de nuestras economías del carbono. Podemos unirnos para reclamar a las empresas que dejen de invertir en combustibles fósiles y que en su lugar lo hagan en energía sostenible e innovación. Podemos viajar menos en avión y revisar nuestros frigoríficos, congeladores y aires acondicionados. Podemos decidirnos por un consumo sostenible, reducir el despilfarro de alimentos, adoptar una dieta basada en vegetales y comprar productos que dejen poca huella en el planeta.

Si las empresas ven que ahí es donde va el dinero, ellas irán detrás. El cambio está en la agenda política y es el momento de declarar juntos una emergencia climática. Cada glaciar perdido refleja nuestra inacción. Cada glaciar salvado será testimonio del coraje moral.

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 “Din Blinde Passager” (2010), obra de Olafur Eliasson en la Tate Modern de Londres.



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