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A Rodrigo Díaz de Vivar le llamaban Campeador, no mio Cid

Un estudio de la Universidad de Burgos sostiene que el conocido epíteto fue común en su época para referirse a los nobles castellanos y no un reconocimiento andalusí al guerrero como se creía

A nadie le vendría a la mente en el siglo XI la figura de Rodrigo Díaz de Vivar (1048-1099) al oír en la calle el epíteto “mio Cid”. Es muy probable que se dirigieran a él así en una conversación, al igual que en el caso de otros nobles castellanos del momento, ya que, en realidad, todos eran “mio cid”; es decir, “mi señor”. Afirma David Peterson, profesor de Historia en la Universidad de Burgos, que la fórmula “es un sorprendente híbrido de romance y árabe que ha intrigado a los estudiosos durante generaciones”. En su último artículo The Castilian Origins of the Epithet Mio Cid (”Orígenes castellanos del epíteto mio Cid”, publicado en el prestigioso Bulletin of Hispanic Studies) pone en duda que esta manera de denominar a Díaz de Vivar fuera creada por los andalusíes, tal y como siempre se ha sostenido para realzar la figura del caballero.

Códice del Mio Cid que se exhibió en la exposición ‘Dos españoles en la historia: el Cid y Menéndez Pidal’, en la Biblioteca Nacional de Madrid, en 2019.A Rodrigo Díaz de Vivar le llamaban Campeador, no mio Cid

El historiador de la Universidad de Burgos sí comparte que Díaz de Vivar fuese conocido en vida como Campeador. De eso no tiene dudas. Él mismo se denominó invictissimum principem Rudericum Campidoctorem en una carta que rubricó en Valencia. Este sobrenombre se encuentra en árabe en diversos textos entre 1102 y 1110, así como en la Historia Roderici, todos ellos considerados relatos contemporáneos de las primeras hazañas del de Vivar.

Las primeras referencias escritas a mio Cid no aparecen hasta 50 años después de la muerte del caballero burgalés

Francisco J. Hernández, profesor de la Universidad de Carleton (Canadá), recuerda Peterson, también estudió en 2009 “la génesis y extensión del epíteto desde mediados del siglo XII en adelante”. Hernández prestó especial atención a un contemporáneo de Rodrigo, otro mercenario de la frontera de Zaragoza llamado Muño Muñoz, documentado también como mio Cid en 1100. De hecho, Hernández sugería que es posible que la memoria de Muño Muñoz se fusionase con la de Díaz de Vivar, de modo que la figura que aparece en la poesía de mediados del siglo XII en adelante es, hasta cierto punto, una combinación de ambos, al menos en términos del uso del epíteto.

El profesor de la Universidad de Burgos añade más ejemplos. En un documento de 1105 del monasterio de San Millán de la Cogolla, se puede leer “meo zite” para identificar al propietario de un viñedo. El mismo epíteto se emplea en otros documentos para referirse a diferentes señores castellanos como Pedro Ruiz de Cavia en 1206.

Los falsificadores de textos también emplearon esta fórmula en una disputa en el siglo XIII entre dos instituciones eclesiásticas (Santa María de Aguilar y San Salvador de Oña) por el control de la iglesia de Santovenia de Cordovilla. “Aparentemente, Aguilar intentó usar el prestigio del Campeador para reforzar reclamaciones sobre Cordovilla, siendo el nombre de Rodrigo Díaz fraudulentamente agregado a la lista de testigos de la reivindicación”. No obstante, destaca que también usó el epíteto para referirse a unos tales Rodrigo (Roy) González de Olea y Pedro Rodríguez de Olea, posiblemente familiares, lo que demuestra que el término era ampliamente empleado para identificar a la nobleza local.



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