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Caso de Santiago Maciel López y Tomás Martínez, 1931

Al llegar a la esquina suroeste de la plaza, se encontró con un grupo de como cuatro o cinco muchachos, entre los que se encontraba Roberto Bedolla. Al toparse con ellos, este último le dijo “ese que va allí es puro cabrón”. Santiago Maciel no lo tomó en cuenta y siguió su camino para su casa, pero Bedolla volvió hablare de nuevo diciéndole que, “fuera a chin… a su madre”. Fue entonces que el joven Maciel le contesto que, “fuera a chin… a veinte y que si tenía algo contra él, que se viniera”

Cronista Municipal de Reynosa

Foto antigua en “Memorias del desarrollo de la ciudad de Reynosa, 1942”. Archivo CHIC.Caso de Santiago Maciel López y Tomás Martínez, 1931

El mismo 20 de octubre de 1931, Manuel A. de la Viña, Agente del Ministerio Público, pasó las diligencias previas del caso de Santiago Maciel y Tomás Martínez al Juez de Paz Mixto de Reynosa. El Agente presentó la evidencia dada por los doctores José María Cantú y Adolfo Calderoni, así como los peritos en medicina Alfredo Isasi y Daniel Macías. Tanto Maciel como Tomás tenían responsabilidad de ser los autores de las lesiones que recíprocamente se habían inferido entre ellos mismos. 

El Juez de Paz Mixto de esta ciudad, Salvador Guevara, procedió a instruir la averiguación criminal y todas las diligencias necesarias, incluyendo todas las citas que resultasen indispensables para dar los méritos en contra de ellos mismos y dictar el auto de formal prisión o soltura en su caso. 

El Juez de Paz ratificó el dictamen emitido por el Dr. José María Cantú y el médico práctico Alfredo Isasi, estando ambos presentes, sobre las lesiones de Santiago Maciel López. El Juez mandó traer al arrestado Santiago, quién declaró no tener ningún apodo y que era la primera vez que se encontraba detenido. Se le hizo saber que el motivo de su detención era porque era considerado responsable de la lesión que presentaba Tomás Martínez, un procedimiento que se seguía de oficio. 

Cuando se le interrogó sobre quién había herido a Tomás Martínez, respondió que, “tal vez había sido él, con la navaja que sacó para defenderse de la agresión en que también fue víctima por parte de Martínez”. Decía que no se dio cuenta en que parte había quedado su arma dado que se la había tumbado de un puntapié. 

Se le preguntó sobre el muchacho que andaba con él, respondió que solo lo conocía nada más por el nombre de Toribio. Éste lo vino alcanzar en los momentos que Roberto Bedolla lo insultó. Aparentemente éste era otro muchacho diferente con quién había llegado a la plaza Juárez, mencionado anteriormente como Ramiro Adame. Toribio los siguió hasta las inmediaciones donde había sido la trifulca, pero no acompañaba a Santiago. Antes de llegar a la vía férrea el muchacho se metió a su casa, sin intervenir en el pleito, confirmó Santiago. Éste quedó enterado que podía nombrar a su abogado defensor.

Ratificación de lo dicho por Martínez 

Antes de interrogar a Tomás Martínez, el Juez ratificó lo que habían expuesto anteriormente el comandante de Policía Andrés Bujano Jr., el Dr. Adolfo Calderoni y el médico práctico (empírico) Daniel M. Macías, sobre las heridas de Tomás Martínez. Después, el Juez mandó traer al detenido lesionado, Tomás Martínez. Esto para recibirle su declaración preparatoria sobre los hechos de la noche anterior. 

El zapatero dijo que no tenía ningún apodo y que era la primera vez que se encontraba detenido. Enseguida se le hizo saber que el motivo de su detención era por ser considerado responsable del delito de lesiones inferidas con arma punzo-cortante, en contra de Santiago Maciel López. El procedimiento se seguía de oficio, al ser previamente consignado por el C. Agente del Ministerio Público. Tomás Martínez era al mismo tiempo considerado como acusador y exhortado. El implicado ratificaba su declaración previa y se le informó que podía nombrar un defensor en esta averiguación. 

Las declaraciones de otros muchachos

Debido a que los jóvenes Roberto Bedolla y Jesús Guevara eran parientes del suscrito Juez Salvador Guevara, se inhibió del discernimiento de esta averiguación. Esto era debido a que el primero era sobrino en segundo grado y el segundo su hijo legítimo. Por lo cual se pasaron estos autos al Juez de Paz Suplente con jurisdicción mixta, Mateo Dávila, para que los continuara.

Al día siguiente 21 de octubre de 1931 el joven Jesús Guevara compareció ante el Juzgado, con el objeto de evacuar los resultados en estas diligencias. Él era un estudiante de 15 años de edad, quien vivía bajo la patria potestad de su padre el señor Salvador Guevara. En esa noche del 19, el joven explicó que se encontraba en compañía de Tomás Martínez, Roberto Bedolla, Rubén Gutiérrez y Guillermo Bedolla, platicando sentados en una de las bancas de la Plaza Juárez de esta ciudad, estaba en la esquina suroeste de la misma. Después de estar un rato charlando, pasó con rumbo a la colonia “Bella Vista” Santiago Maciel, acompañado de otro muchacho que no conocía.

Roberto Bedolla y sus coetáneos se gastaban bromas con Maciel desde donde estaban sentados, pero esta vez Santiago no aceptó la burla. Por ello se detuvo a reclamarles, pues que enfadado manifestaba su estado violento profiriendo frases a todos los que estaban allí sentados. Los invitaba a pelear con él, en primer lugar, se dirigía a Tomás Martínez, quién le replicaba a Maciel que valía más que se fuera. Estuvieron un rato cruzándose palabras ofensivas, por lo que resolvieron irse rumbo a la carretera a pelearse. Todos se encaminaron con Maciel, a excepción de Guillermo Bedolla y Jesús Guevara, los cuáles se regresaron a donde estaban sentados, para después encaminarse para sus casas por indicación de Roberto Bedolla.

Jesús Guevara agregó que sabe y le constaba que había amistad y compañerismo entre Maciel y sus contrincantes, siempre se habían dispensado bromas entre ellos. Todo el tiempo le decían “El Charco” y era aceptado como un sobrenombre. Cuando Maciel se regresó refutando la expresión, lo hizo portando una navaja en la mano.

En el mismo día declaró ante el Juez el joven Roberto Bedolla, quién era un empleado particular en esta ciudad de solo 15 años de edad, quien vivía bajo la patria potestad de su mamá la señora Enriqueta Tárrega. El joven explicó se encontraba en compañía de Tomás Martínez, y su hermanito Guillermo Bedolla, Rubén Gutiérrez y de Jesús Guevara, sentados platicando en una banca, que se encontraba en la esquina suroeste de la plaza Juárez. Después de permanecer un largo rato en amable charla, pasó por donde ellos estaban Santiago Maciel con rumbo a la colonia “Bella Vista”.

Al verlo Jesús Guevara dijo “allí viene el Charco” y vio que éste (Maciel) venía acompañado de un muchacho que se llamaba Toribio, cuyo apellido ignoraba. Fue entonces cuando Roberto Bedolla expresó “déjalo es puro pendejo”, mientras seguían platicando los cinco que se encontraban allí sentados. Roberto no le dio importancia a eso, dado que siempre bromeaban con Maciel. Aunque siempre le decían por su apodo “El Charco”, esta vez Maciel no aceptó la broma y por ello se frenó, reclamándoles enfadado. Roberto expuso lo mismo que habían declarado sus compañeros hasta el punto donde se pararon Santiago y Tomás en la orilla de la vía del ferrocarril.

Ahí comenzaron a discutir, haciéndose de palabras y por eso llegaron a las manos. Sacó Santiago Maciel una navaja de rasurar con la que le tiraba a Tomás, pero sin hacerle daño alguno. Fue entonces que Tomás le tiró varios golpes que le acertó en la cara de Maciel, así como puntapiés. 

Después de que recibió Maciel el primer golpe, éste le tiró un navajazo a Tomás a la cara. No se lo dio porque Tomás metió el brazo, hiriéndolo de la contusión que presentaba. Lesionado como estaba, Tomás Martínez le tiró un puntapié a Maciel, que no logró acertarlo, debido a que se resbaló y cayó al suelo. Tomás ya traía la cuchilla zapatera en la mano cuando se levantó. En ese momento, Tomás se abalanzó encima de Maciel, tirándole otro golpe con la mano. Al mismo tiempo Maciel se le dejó ir y fue cuando recibió la lesión en el brazo.

Estando lesionados los dos se separaron y Maciel se retiró del lugar. Roberto Bedolla, Tomás Martínez y Rubén Gutiérrez se vinieron a la casa de Tomás, desde donde se encaminaron al Sanatorio del Dr. Adolfo Calderoni para que lo atendiera, yéndose después cada quién para su casa. 

Roberto Bedolla decía que, “estaba tan cierto y seguro, que la navaja que portaba Maciel era de rasurar”. Sabía que siempre la llevaba al cabaret y que cuando llegaba a su trabajo la alzaba en un cajón. Al retirarse en la noche, antes de salir, se la metía a la bolsa del pantalón. De esto se daban cuenta varios de los empleados del Cabaret Crystal Palace Bar, entre ellos lo sabía Jacinto Flores. 

Un tercer muchacho, Rubén Gutiérrez, fue protestado por el Juez Mateo Dávila, un joven de 18 años de edad. Éste vivía bajo la patria potestad de su padre, el señor Luis Gutiérrez. La declaración de Rubén fue muy parecida a la de sus amigos. Declaró algo diferente sobre el grupo cuando estaba parado enfrente de la casa del Sr. Demetrio M. Velasco Jr., ahí Tomás y Santiago se habían venido con las navajas en la mano. Pero se contuvieron y no llegaron a nada, diciendo Tomás que allí había familias y no era conveniente hacer escándalo. 

Entonces siguieron hasta llegar a la vía férrea, en donde el mismo Maciel volvió a decirle a Tomás que allí estaba bueno para arreglarse de una vez, contestándole Tomás que estaba bueno. Ambos se hicieron de palabras hasta llegar a las manos, resultando ambos heridos de los brazos. Rubén Gutiérrez observó que el primero que salió lesionado fue Tomás y luego Maciel. Ya estando heridos los dos se desapartaron, dándose por terminado el pleito.

La manzana de la plaza Juárez, hoy Niños Héroes, fue originalmente parte de un proyecto de una escuela modelo que se iba a construir en 1923, durante la administración del presidente municipal Juan Ángel Guerra. La plaza fue acondicionada como tal para 1928, durante la primera administración del presidente Lauro Herrera, cuando se le puso alumbrado eléctrico y bancas. La historia narrada arriba sucedió durante la segunda administración que presidió Herrera (1931-1932).

Los muchachos involucrados en esta narrativa provenían de gentiles familias que formaron la sociedad del antiguo Reynosa, como fueron los Guevara, los Tárrega y los Maciel. Don Hesiquio Maciel, el padre de Santiago, era medio hermano de damitas que contrajeron matrimonio con reconocidos personajes de la política y los negocios del turismo en Reynosa, durante esa primera parte del siglo pasado.

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En esta foto de 1945 se aprecia el quiosco y la barda que la circundaba en ese entonces. 

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El Dr. Adolfo Calderoni de los Santos Coy y su esposa María Dolores Vacilia Reséndez Aguirre.



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