Retoma Trump guerra verbal con México en su momento más bajo en las encuestas
El presidente de EU busca, según los expertos, mantener activa su base electoral más radical
Donald Trump ha recuperado su diana preferida. Demagógico, polarizador e instintivo, el presidente de Estados Unidos ha reemprendido esta semana sus ataques a México. De poco han servido las llamadas a la calma de su entorno o las delicadas negociaciones del Tratado de Libre Comercio. En un momento en que su valoración atraviesa mínimos históricos, Trump ha decidido mantener activo el núcleo duro de su electorado. Esa base fiel que le permitió ganar las elecciones con menos votos que Hillary Clinton y que él nutre a paladas de rencor y prejuicio.
La andanada, basada en un estudio con graves errores metodológicos, no es nueva. Trump lleva dos años humillando al pueblo mexicano. Empezó en junio de 2015 acusando a sus vecinos de llevar a Estados Unidos “drogas y violadores” y pidiendo un muro para evitarlo. Las protestas del Gobierno de Enrique Peña Nieto sólo sirvieron para que el multimillonario subiera el octanaje de sus ataques y acabara exigiendo que la obra la pagasen los propios mexicanos.
No fue una escalada casual. El primer golpe lo dio justo al anunciar su candidatura a la presidencia. Desde entonces, cada disparo le ha resultado rentable. Para el núcleo de su electorado, blanco y empobrecido, los mexicanos representan el competidor, lo desconocido. El otro.
”Su base está compuesta mayoritariamente por blancos, sobre todo trabajadores de clase media-baja sin educación universitaria. Su situación económica ha declinado y Trump les ha dado a quien culpar: mexicanos, inmigrantes, musulmanes… Mucha gente a la que odiar”, explica Larry Sabato, director del Centro para la Política de la Universidad de Virginia.
“Cuando golpea a México lo hace por partida doble: a la inmigración y a la economía, los dos temas prioritarios de su agenda. Son ataques de conveniencia, que le sirven para culpar a otros de los problemas”, explica George Edwards, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Texas.
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Trump es consciente de ello y emplea este recurso cada vez que quiere recuperar la iniciativa. Como ahora. La trama rusa, la debilidad de su reforma sanitaria y la salida del pacto contra el cambio climático absorben la narrativa política estadounidense. Y apenas el 36% de los ciudadanos, según Gallup, aprueba su gestión.
Aunque es el peor resultado desde el inicio de la serie histórica en 1953, la valoración hay que tomarla con cuidado. “A Trump ese resultado no le preocupa; su base sigue inamovible. Las encuestas de Gallup se elaboran sobre población general adulta, pero a efectos electorales solo importan los votantes registrados. Y ahí Trump sigue en el 40% de valoración media, lo mismo que el primer día de presidencia”, explica el profesor Sabato.
La dinámica de Trump no es frenar un desgaste que él no siente, sino mantener activa su base y ser el centro del discurso político. Para ello recurre a sus fortalezas: terrorismo, economía e inmigración. Usa estos temas como catapultas. Los lanza y espera el efecto de contagio entre sus seguidores. De ahí, que tras un largo silencio sobre su vecino del sur, nacido de la renegociación del Tratado de Libre Comercio, haya vuelto a la carga. El miércoles lo hizo en un mitin en Iowa. Allí prometió un muro repleto de paneles solares. “Bastante imaginativo, ¿verdad? Ha sido idea mía”, dijo ante su audiencia. Y el jueves, en Twitter, habló de un muro para contener criminales. Mañana o cualquier otro día, volverá a la carga.