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PIB, actividades económicas y tecnologías digitales

Las soluciones digitales en salud, educación, comercio y teletrabajo han contribuido a contrarrestar los efectos devastadores de la Covid-19 porque facilitan el distanciamiento social y hacen funcionar el sistema socioeconómico

Las tecnologías digitales han sido esenciales para el funcionamiento de la economía, los gobiernos y la sociedad durante la pandemia. Aún así, en 2020 el PIB se derrumbó 8.2%. ¿Cómo se comportaron cada una de las actividades económicas y cómo podrían ser impulsadas por la digitalización?

PIB, actividades económicas y tecnologías digitales

Las actividades primarias son la agricultura, cría y explotación de animales, aprovechamiento forestal, pesca y caza. Son materias primas extraídas de los recursos naturales. Pero aunque son fundamentales porque alimentan a un país, son las que menos aportan al PIB. En 2020 representaron apenas 3.7% del PIB.

Lo interesante es que de las tres actividades, las primarias o naturales fueron las únicas que crecieron (1.9%) durante el año pandémico (y cada año lo hacen). Aunque la economía se desplomó, no así la necesidad de proveer lo indispensable para la subsistencia de los hogares.

El potencial de las tecnologías y de la digitalización del campo consiste en la creación de nuevos mercados de nicho con mayores márgenes de ganancia, una agricultura conectada más inteligente y basada en datos que promueva un uso más eficiente de recursos como agua y fertilizantes, la rotación flexible de cultivos, la producción de alimentos para exportación, la eliminación de intermediarios y la conexión directa con mercados internacionales.

Aunque las actividades primarias aportan un porcentaje muy menor al PIB porque ya no son las que generan más riqueza, gozan de una enorme estabilidad y a veces son las únicas que crecen en comparación con las actividades secundarias (industriales) o terciarias (de servicios).

Las actividades secundarias incluyen minería, energía eléctrica, suministro de agua y gas, construcción y manufactura. Son actividades energéticas e industriales tradicionales que en 2020 representaron 29.4% del PIB. Es decir, son las segundas actividades que más aportan a la economía en casi un tercio.

Sin embargo, durante el primer año de la pandemia las actividades secundarias o industriales fueron las que tuvieron la caída más pronunciada, de 10%. También son algunas de las actividades que más se han resistido a la digitalización y automatización de sus procesos productivos o que los han adoptado tardíamente. Fueron industrias que tuvieron que parar las fábricas por el confinamiento social, cuando pudieron funcionar de haber estado conectadas a Internet.

Para que un sistema productivo funcione en un entorno como la pandemia, todos los actores que participan en una cadena de aprovisionamiento deben tener un grado avanzado de digitalización. No sólo es necesario que las empresas mineras, energéticas, de construcción o manufactureras estén digitalizadas, sino que deben interactuar con empresas logísticas para tener suficiente información sobre las mercancías en tránsito, puertos y transportes.

Dado que la industria manufacturera desempeña un papel fundamental en la economía mundial, cada fabricante tiene el potencial de afectar a empresas de otros sectores como transporte, logística, comercio minorista, sanidad y otros. Los fabricantes pueden alcanzar nuevos niveles de optimización y automatización de sus procesos productivos.

Las mineras pueden lograr mayor eficiencia, seguridad y sustentabilidad con el medio ambiente. Los productos de la industria minera son materias primas, por lo que sufren precios bajos e inestabilidad. La tecnología las ayuda a mantener los costos bajos e incrementar los niveles de seguridad para los mineros.

Las industrias energéticas requieren una medición y optimización precisas, así como funcionamiento a distancia para reducir riesgos de accidentes. Las tecnologías digitales contribuyen a mejorar su productividad, rentabilidad, seguridad, competitividad, contribución al medio ambiente y expansión global.

Finalmente, las actividades terciarias o de servicios incluyen comercio, transporte, medios de comunicación y telecomunicaciones, servicios financieros, inmobiliarios, prácticas científicas, educación, salud, entretenimiento y gubernamentales. Todas ellas representaron 66.8% del PIB en 2020 y son las que más riqueza generan a la economía.

No obstante su importancia y que durante la pandemia lograron mantener a flote la economía, las actividades terciarias tuvieron una caída de 7.7% en 2020. Las industrias más afectadas fueron la de servicios de esparcimiento culturales y deportivos (-54.4%), los de alojamiento temporal y de preparación de alimentos y bebidas (-43.6) y los de transportes (-22.5%).

Esas tres actividades terciarias coinciden en que las personas no podían reunirse en espacios masivos como cines o estadios, en lugares como hoteles y restaurantes, además de que no pudieron desplazarse o viajar por los contagios. Otro común denominador de esas actividades son las experiencias de socialización que involucran como disfrutar de un espectáculo o deporte en vivo, departir en un restaurante o turistear.

Los programas económicos de recuperación y de ayuda debieran destinarse a preservar el empleo en esas industrias que quebraron o están a punto de hacerlo. La tecnología ha ayudado pero no puede sustituir las pérdidas. Las películas y deportes pueden proyectarse en plataformas, pero las personas siguen sin acudir a salas de cine o estadios. Han prosperado las apps de entrega de alimentos, pero la capacidad de los restaurantes está limitada. Las aerolíneas tienen algunas de las medidas de seguridad más estrictas contra el coronavirus, pero los eventos están suspendidos y los destinos turísticos dependen de temporadas.

En cambio, las soluciones digitales en actividades terciarias como salud, educación, comercio y teletrabajo (que siguen realizándose sin presencia física) han contribuido a contrarrestar los efectos devastadores de la Covid-19 porque facilitan el distanciamiento social y hacen funcionar el sistema socioeconómico. 

La pandemia no detuvo las actividades primarias que llevan el alimento a las mesas, incluso crecieron y para ellas la adopción tecnológica es una oportunidad de generar nuevos mercados. Las actividades secundarias energéticas, industriales y fabriles perdieron la oportunidad de sostenerse por su reticencia a la transformación digital. Los servicios terciarios que implican socialización y presencia física están en una situación muy complicada y la tecnología poco ha podido hacer por amortiguar el golpe. Finalmente, las actividades terciarias que pudieron adaptarse al confinamiento han sabido beneficiarse de un uso intensivo de las tecnologías y las habilidades digitales.



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