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Prensa golpista

AMLO arremete contra la prensa crítica un día sí y otro también

Parte esencial de la democracia, una prensa independiente y plural que informa a los ciudadanos de hechos que los políticos no desean que se conozcan. Y en esa medida, se genera un cierto freno al abuso del poder y un mecanismo alterno de rendición de cuentas políticas.  Alexis de Tocqueville decía sobre la prensa: “con ojo siempre vigilante, pone sin cesar al descubierto los secretos resortes de la política, y obliga a los hombres públicos a comparecer alternativamente ante el tribunal de la opinión”. Es también un elemento de estabilidad. Maquiavelo escribió: “Nada contribuye más a la estabilidad y firmeza de una república como organizarla de suerte que las opiniones que agitan los ánimos tengan vías legales de manifestación... porque cuando esas antipatías no tienen medios ordinarios de expresión, se apela a los extraordinarios, arruinando la república”.

A ningún gobernante le gusta la crítica. El cardenal Wolsey, ministro del rey Enrique VIII de Inglaterra, le recomendaba: “Debemos destruir la prensa o la prensa nos destruirá a nosotros”. Napoleón decía: “La prensa debe estar en manos del gobierno, debe ser un poderoso auxiliar para hacer llegar a todos los rincones del imperio las sanas doctrinas de los buenos principios. Abandonarla a sí misma es dormirse junto a un peligro”. Y agregaba: “Sólo puedo considerar como una calamidad el que menos de una docena de malhechores, que no tienen ni una onza de talento o genio entre ellos, esté constantemente lanzando acusaciones contra los hombres más respetables del país”. 

Prensa golpista

Comparándose con Madero, ha dicho López Obrador a la prensa crítica que “muerde la mano que les quitó el bozal”, cuando en realidad la apertura y la crítica han ganado terreno desde hace décadas. Baste recordar el golpe contra Excélsior en 1976, del que surgió la revista Proceso, Unomásuno y La  Jornada, que fueron críticos de los gobiernos posteriores. De ahí aquello de “No pago para que me peguen”, de López Portillo, sobre Proceso. Y luego el “ni los veo ni los oigo” de Sainas. Y Fox recomendando no leer periódicos, y Peña quejándose de que “ningún chile les embona”. De hecho, López Obrador fue beneficiario de esa crítica que fue bastante dura (la familia de Fox, su traición a la democracia, la estrategia anticrimen de Calderón, la corrupción bajo Peña, los 43 de Ayotzinapa). 

AMLO arremete contra la prensa crítica un día sí y otro también. Es verdad, columnistas y opinadores son en su mayoría críticos del gobierno. ¿Qué razones posibles podría haber para ser crítico? A) Que el crítico en cuestión pierde privilegios con AMLO. 2) O es pagado por aquél que pierde privilegios. 3) No está de acuerdo con alguna política de AMLO, o coincide con ellas pero no con las vías para alcanzarlas (los cómos) por considerarlas inadecuadas. Para AMLO y sus ideólogos, sólo las dos primeras razones valen, pues ¿cómo alguien podría genuinamente estar en contra de sus decisiones o su forma de instrumentarlas? Imposible. 

El gobierno ve en esas críticas una estrategia desde la cúpula conservadora. Incluso las que provienen de sus propios aliados, los ideólogos de AMLO las adjudican al plan golpista de la derecha. Dicen sus devotos que esa crítica mayoritaria no es casual, puesto que se ve como “nado sincronizado”. Pero otra posible explicación de ello es que los analistas y comentaristas coinciden en que las cosas no van muy bien que digamos. De tal modo que cuestionar al gobierno en los medios, manifestarse en las calles y pedir la renuncia del presidente (como AMLO hacía), que en tiempos de Fox, Calderón y Peña eran legítimos ejercicios democráticos, hoy desde el gobierno se ve como golpismo puro. La prensa es hoy huertista.