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Por lo pronto América del Norte se amuralla. ¿Le conviene a México ese juego?

Es lamentable que el discurso pronunciado por el secretario general de la ONU, António Guterres, en la Apertura del 73° Período de Sesiones de la Asamblea General, el pasado 25 de septiembre, no captara mayor atención de los comunicadores. Ofrece un diagnóstico integral de la situación del mundo y del sistema político internacional. No es una intervención de tantas; una más de las que se escuchan en ese foro. Es un retrato bien logrado del fin de época que estamos viviendo.

La mayoría de los grandes medios de comunicación, amantes del espectáculo y de lo superficial, prefirieron destacar el show escenificado por Trump en esa misma tribuna y los tragicómicos exabruptos del dictador venezolano Maduro, en lugar de dar el espacio necesario a una pieza de oratoria trascendente, expuesta por quién, desde uno de los mejores puestos de observación global que existen, detalla los males que en estos días aquejan al género humano y los graves riesgos que amenazan a la comunidad de naciones.

Por lo pronto América del Norte se amuralla. ¿Le conviene a México ese juego?

Señala Guterres: "el mundo padece un caso grave de trastorno por déficit de confianza. Las personas están preocupadas y se sienten inseguras. La confianza está a punto de quebrantarse (…) en las instituciones nacionales (…) entre los Estados (…) en un orden mundial basado en normas… La polarización va en aumento y el populismo gana terreno…"

Subraya que "la confianza en la gobernanza mundial también es precaria, pues los desafíos del siglo XXI sobrepasan a las instituciones y a las mentalidades… El orden mundial actual es cada vez más caótico. Las relaciones de poder son menos claras… Es cierto que avanzamos hacia un mundo multipolar. Sin embargo la multipolaridad, por si sola, no podrá garantizar la paz ni resolver los problemas mundiales…"

Y hace una severa advertencia: "Hoy en día los cambios en el equilibrio de poder pueden aumentar el riesgo de enfrentamiento…" Sin embargo no es catastrofista: "si los líderes nos comprometemos con la cooperación estratégica y la gestión de intereses, podemos evitar la guerra y encauzar al mundo por un camino más seguro…" (Se puede consultar el texto completo en voltairenet.org).

Es en este contexto geopolítico en el que se debe analizar el acuerdo trinacional recién alcanzado por México, Estados Unidos y Canadá. Se deroga el exitoso Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA) y se crea el "Acuerdo Estados Unidos, México, Canadá" (USMCA). No es solamente un cambios de siglas y de algunas cláusulas que otorgan mayores ventajas para nuestros vecinos del norte; es, sobre todo, una nueva concepción de las relaciones económicas y comerciales entre las tres naciones.

Podría decirse que el primer tratado fue un vástago del momento estelar de la época post guerra fría; el segundo es producto del trastorno caótico de las desconfianzas y populismos señalados por el secretario general de la ONU. El primero estaba impregnado de esperanza y optimismo; el recién negociado huele a pesimismo y aislacionismo egoísta. Seguramente lo aprobarán los congresistas de los tres países. Peor no tenerlo, pero no significa un paso adelante y visionario en las relaciones económicas internacionales.

Basta sopesar los alcances de la cláusula del nuevo pacto comercial, en la que se establece la obligación de comunicar con tres meses de anticipación a los socios, cuando uno de ellos inicie negociaciones comerciales de libre cambio con un tercero que no se considere economía de mercado. Deberá proporcionar información y si sus observaciones no son satisfechas cualquiera de los socios puede desvincularse del USMCA.

Los observadores no tienen duda que el dardo va dirigido contra China, la potencia emergente que está desequilibrando el viejo orden internacional. Por lo pronto América del Norte se amuralla. ¿Le conviene a México ese juego?