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Perdón y reconciliación

El estruendo ominoso de los tambores de guerra se extiende por planicies y montañas, en todos los rumbos del planeta.

El estruendo ominoso de los tambores de guerra se extiende por planicies y montañas, en todos los rumbos del planeta. Pareciera que el ser humano ha extraviado la ruta que han marcado las figuras señeras en los tres grandes campos de la cultura humana, en la búsqueda permanente de la perfección. Arte, ciencia y moral son los caminos por los cuales se crea la belleza, se llega al conocimiento y se norma la relación con el entorno.

Indudablemente, México fue un gran ejemplo durante los regímenes revolucionarios que condujeron a la más prolongada etapa de paz, estabilidad y desarrollo, con fecundos logros que llevaron a la obtención de los tres Premios Nobel que en país ha recibido: el de la Paz, a Alfonso García Robles; el de Literatura para Octavio Paz y el de Química, para Mario Molina. Mal día fue cuando se instalaron los neoliberales y acapararon todo.

Perdón y reconciliación

La guerra provocada por la mezquindad de la plutocracia universal, que va engullendo cuanto encuentra a su paso, se manifiesta de muchas y muy variadas maneras, desde los atentados terroristas que se llevan de encuentro a personas inocentes, hasta los arteros bombardeos de pueblos enteros. Y la amenaza, siempre presente, de muerte y estragos, como la que han lanzado en nombre de la religión en contra del buen Papa Francisco.

La amenaza de muerte llega cuando el Papa recién había dicho a los presos de su natal Argentina, que: “Los internos están pagando una pena, una pena por un error cometido. Pero no olvidemos que para que la pena sea fecunda debe tener un horizonte de esperanza. De lo contrario, queda encerrada en sí misma y es solamente un instrumento de tortura, no es fecunda”. Remató diciendo que: “Problemas hay y los habrá, pero el horizonte es más grande que los problemas, la esperanza supera todos los problemas”.

Palabras que coinciden con muchos otros seres humanos de buena voluntad que están empeñados en lograr que se haga válida la idea del perdón y la reconciliación, a afecto de que la violencia deje de ser la respuesta a la violencia y se generen alternativas que permitan una mejor comunicación para dar cauce a las emociones, los sentimientos, los pensamientos y las pasiones. Hablando se entiende la gente, asegura un dicho mexicano.

El embate del capitalismo salvaje, cuyo propósito fundamental es la acumulación de la riqueza, no sólo despoja al hombre de la justa retribución de su trabajo; también lo lleva a nuevas condiciones de vida en que los valores universales y eternos no tienen cabida; se extiende y se populariza la violencia, con nuevas formas de infligir sufrimiento, aún sin tener plena consciencia de ello. La barbarie inducida en su más crudas expresiones.

La representación de la violencia es tanto más exacerbada cuando disminuye el respeto en la sociedad. En la música, el cine, el teatro, la literatura, se observa en efecto a una disputa por las escenas de violencia, una debacle de horror y atrocidad; jamás el ‘arte’ se había consagrado de este modo a presentar la propia textura de la violencia, violencia hecha de escenas insoportables de huesos triturados, chorros de sangre, decapitaciones, amputaciones, castraciones, gritos. Todo con el propósito de sembrar miedo y angustia.

De ahí la importancia de que se reproduzca en todos los confines de planeta el empeño de quienes están buscando promover el perdón y la reconciliación. En México ya están operando las Escuelas de Perdón y Reconciliación (ESPERE), una iniciativa que ha dado magníficos frutos en Colombia, promovida por la Fundación para la Reconciliación (“La Fundación para la Reconciliación diseña e implementa propuestas en el marco de una Cultura Política de Perdón y Reconciliación para facilitar la resolución pacífica de conflictos, la prevención y superación de las violencias, contribuyendo así con la construcción de una paz sostenible. Bajo la premisa de hacer del Perdón y la Reconciliación un elemento esencial para la solución de conflictos y el logro de la paz, inició la consolidación de la idea con ayuda y asesoría de expertos interdisciplinarios de las universidades estadounidenses de Wisconsin, Harvard y Cambridge”), que va caminando, aunque lentamente, por la restauración de la salud del tejido social y la superación de la era de violencia absurda, derivada de la injusticia.

Al hablar de perdón, quien esto escribe solicita esa gracia, que algo tiene de divino, de quienes resultaron ofendidos por las graves pifias cometidas en aras de la libertad de expresión. Perdón de quienes me otorgan este espacio de comunicación; perdón de quienes hacen el favor de leerlo, y perdón de quienes fueron señalados de una manara muy poco adecuada. Dicen que todos tenemos cinco minutos de tontería, y, es posible que el autor haya exagerado en ello.

Consciente de la gravedad de la falta, habrán de asumirse las consecuencias.