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Narrativas ciudadanas

Algo hay en nuestra tierra, nuestra casa, que nos convoca a vivir, a sobrevivir, a permanecer.

Marisa Avilés

Narrativas ciudadanas

Hace unos días tuve un sueño extraño pero gozoso. Una persona uniformada llegaba a mi casa para llevarme un documento que posicionaba a nuestra Ciudad Victoria entre las cinco mejores para vivir en México. Una posición basada en factores como buenos servicios, higiene, salud, educación, mantenimiento, costo de la vida, diversidad de opciones laborales y oferta cultural y turística, entre otros. Un informe que incluso documentaba a nuestros jardines como los más bellos y sustentables del país. Ya se imaginarán la emoción que sentí al enterarme que nuestra capital estaba en el "top" de calidad de vida y no en el suelo como decían tantos. 

Estaba celebrando la buena nueva cuando desperté. Ay. No sé de dónde vendría ese sueño, tal vez porque he estado escuchando mucho a los "suspirantes" a la alcaldía repitiendo las bondades de sus proyectos. Todos buscan llegar, pero silla solo hay una, así que, como en cada renovación de la autoridad municipal, los victorenses presenciamos el desfile de los buenos deseos. A mí que me da por asomarme a la palabra de los políticos, a su capacidad de espontaneidad en la comunicación y de conectar en sus mensajes con las necesidades ciudadanas; he encontrado de todo como en botica. 

Siempre he creído que en política, las palabras y las acciones tienen lazos indisolubles. La forma de hilvanar un discurso nos dice mucho de quien lo emite. Los conceptos, las ideas, los proyectos, incluso las emociones vertidas en palabras, nos introducen en la esencia del aspirante. Y obviamente no hablo de los mensajes escritos por otros, sino de las ideas propias expresadas de forma espontánea y los mensajes elegidos en concordancia con la identidad del candidato y sus propuestas.  La palabra es poderosa y en muchos casos un buen mensaje, acorde a los anhelos de la gente, se convierte en pasaporte para la victoria.

La campaña es tiempo para las palabras, para las promesas, para la esperanza de muchos. Luego vendrán las acciones, las obras y es ahí donde casi siempre "la puerca tuerce el rabo", para decirlo en modo sabiduría popular. Y después queda el recuerdo, el bueno o el malo, según sea el caso. Porque nadie se escapa del juicio ciudadano. Ahí está la historia, para recordarnos hechos y palabras. Ciudad Victoria, como los demás municipios tamaulipecos, ha tenido decenas de alcaldes, pero en una encuesta rápida entre historiadores y ciudadanos, son muy pocos los bien recordados. Un historiador amigo me dice: "está visto, a muchos de ellos les interesó más amasar fortuna que dejar buena memoria". Ufff. Y tantas cosas prometidas. Pero las condiciones de las ciudades también hablan. 

Con todo, más allá de las palabras casi siempre huecas de los políticos, está la poderosa narrativa ciudadana. Lo dicho por la gente. Y también lo hecho. Basta detenernos a escuchar las voces en una calle, una plaza, un mercado, una oficina, una casa, para sentir el alma de nuestras ciudades. Victoria está viva por su gente, por el canto de sus aves, por el verde de sus árboles, por las palabras que se tejen en cada esquina, por el trabajo de todos. Ahí está el poder. La razón de nuestro orgullo.

Y en tiempos difíciles vemos como se han generado nuevas narrativas ciudadanas basadas en la cooperación, en los vínculos y la solidaridad. Gente creando nuevos espacios para la interacción comercial y el desarrollo cultural, además para la toma de conciencia personal y colectiva. No podemos permanecer indiferentes ante las crisis. Ni esperar todo de los gobiernos. Las ciudades se construyen en colectivo, no en los palacios. Y la voz de la gente tiene un peso real, contundente. Es fundamental construir narrativas que favorezcan la participación, la exigencia, el diálogo en comunidad. Narrativas para el orgullo y el amor por nuestras ciudades.

Una ciudad no se sostiene con los dichos y hechos de los políticos, los gobiernos pasan; es la ciudadanía el verdadero sostén de una localidad, igualmente de un estado o país. Asumir nuestra responsabilidad ciudadana es el reto si realmente queremos tener localidades para el buen vivir. Y eso no se agota con el voto. Es imperativo participar, construir una ciudadanía activa, con narrativas poderosas y también con acciones transformadoras. Mientras escribo pienso en las bellísimas letras que recién me envió Marisa Avilés, quien en su canto nos narra la Victoria de la gente, nuestra Victoria: "Algo hay en nuestra tierra, nuestra casa, que nos convoca a vivir, a sobrevivir, a permanecer. No pueden estar equivocadas tantas nubes, tantas plantas, tantas flores, tantas aguas, tantas aves".

Tiene razón Marisa. Algo hay en esta tierra. Todavía. Por quienes nos antecedieron y por los que vienen, trabajemos todos para reafirmar todo lo bueno y bello que tenemos. Y seguir construyendo bienestar. Sólo así cumpliremos el sueño de vivir en la mejor ciudad. La nuestra.