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Las buenas intenciones

Cuando ocurre el debilitamiento del Estado mexicano y se da el quiebre hacia la derecha, en 1968, gana, el 5 de noviembre, la presidencia de los Estados Unidos el republicano Richard Nixon, quien fue un político muy hábil que debió renunciar al cargo por un escándalo mediático que se hizo famoso. Tan pronto como toma posesión, Nixon señala el rumbo que habría de seguir su política con respecto a los países de la América Latina, especialmente México. 

Explicó que: "Desde la Segunda Guerra Mundial, las exportaciones de la América Latina hacia los Estados Unidos se han reducido en un 50 por ciento; y el crecimiento per cápita en esa región ha sido del 1.5 por ciento, muy por debajo de las metas que se habían fijado durante la Alianza para el Progreso que propuso el presidente Kennedy. Además, el pago de intereses y la amortización de deudas, absorben casi el 75 por ciento de los capitales que ingresan a esos países.

Las buenas intenciones

Antes de que sea demasiado tarde y antes de que el Continente se anegue en la decepción causada por los grandiosos e irreales esquemas emanados de Washington, debemos hacer un nuevo y completo examen de la situación, acabar con las superburocratizadas formas de ayuda que tan poco benefician a la América Latina y reorientar todos los recursos disponibles hacia los problemas del hambre y de las lentas tasas de crecimiento".

Se pregunta: ¿Cómo? Y él mismo responde: "En definitiva, la única fórmula de progreso consiste en el capital, la capacidad técnica y el trabajo duro. Y que una parte de las utilidades de la libre empresa permanezca en la región". Sin ambages, reconoce que: "Las condiciones favorables para el comercio latinoamericano son más importantes que la ayuda económica. Hay que estudiar la creación de un fondo interamericano que contribuya a estabilizar los precios de los productos latinoamericanos; un fondo de ayuda financiera especial para aquellos países agobiados por el pago de intereses de sus deudas; y establecer aranceles preferenciales para los productos del Hemisferio".

Quizá el proyecto más ambicioso, más idealista y el que más le entusiasmaba como político era la construcción de una red carretera continental. Propuso: "La construcción, a paso acelerado –en el término de cinco años- de una red de carreteras que conquiste y una al interior de Sudamérica. Debemos convertir en realidad el sueño del presidente Belaúnde del Perú. Mucha gente habla de la sobrepoblación como el problema principal de la América Latina, pero el control de la natalidad es sólo una solución provisional, no una solución completa ni necesaria. En realidad América se trata de un continente subpoblado.

Sí, en la próxima década dedicáramos 500 millones de dólares exclusivamente a la construcción de carreteras que pasaran por el centro del continente, carreteras que unieran a los pueblos y abrieran el corazón de la región, contribuiríamos a elevar más el nivel que con todas las donaciones financieras. Hagamos lo práctico, algo que los unifique, que haga posible un mercado común que hoy en día es sólo un sueño".

Otro de los ejes importantes de la propuesta del presidente Nixon era una gran inversión en la región para el desarrollo de la agricultura moderna, "ya que la producción agrícola no aumenta al mismo ritmo que el crecimiento de la población" y dedicar mucho "mucho dinero a la educación en la América Latina, con una reforma masiva de los enfoques educacionales".

Quizá por ello, el presidente Nixon debió renunciar víctima de una trampa.

La idea de los aranceles preferenciales para las naciones del subcontinente indiano vino a redundar en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, que resultó parcial por cuanto sólo incluyó a México y no tuvo los resultados propuesto; por el contrario, a partir de su firma, las relaciones de este país con su vecino del norte se han venido agriando, a tal grado que los vínculos que existía entre las comunidades fronterizas, que no admitían distinción si las familias eran de aquí o de allá, ahora se ve interrumpida por el rigor y hasta la prepotencia con la que hacen su trabajo los de la cachucha .

El presidente Nixon se refería a una ayuda financiera preferencial, no que la deuda se convirtiera en un grillete y menos que el gobierno de EU se convirtiera en el medio coactivo para que los países deudores paguen a los bancos acreedores de deuda soberana, el truco que ahora se utiliza para que los regímenes irresponsables gasten a lo grande para beneficiar a los cuates y para hacer su guardadito en dólares o en euros para irse a vivir como jeques en Europa o Israel, luego de que acaben su sacrificio por el pueblo.

El presidente Biden, como en su tiempo Barack Obama, ha sembrado muchas esperanzas entre la gente de ambas naciones y algunas de sus buenas intenciones son evidentes; pero, como ha pasado siempre, no hay garantías de que pueda realmente destrabar los nudos que se han venido atando bajo las presiones del capitalismo salvaje, que no reconoce límites en su enfermizo afán de acumular riqueza.

El gobierno de México debe tomar las cosas con cautela y, de entrada, ha sido magnífica la decisión de no dejarse tentar con los cantos de sirena que son la oferta de créditos preferentes tanto del Fondo Monetario Internacional, como del Tesoro estadounidense. La pandemia afectó algunos de los planes para reanudar el crecimiento con justicia social; pero, de ninguna forma lo canceló. Siguen en pie.

Siguen adelante a pesar de las acechanzas de quienes resultaron afectados en sus intereses por el empeño de desterrar de México la corrupción que se había convertido en el cáncer que corroe sus entrañas.

A los de adentro, se han unido los de fuera, cosa que no es de extrañar dado que en todas las épocas de la historia han existido traidores que abren las puertas al ´extraño enemigo´ para que venga a mancillar el suelo del Anáhuac. Por fortuna, se han topado con patriotas dispuestos a todo antes de ver a la patria mancillada y a sus hijos arrodillados. 

Ojalá que ahora las buenas intenciones que ha manifestado el presidente Biden se traduzcan en hechos concretos para restaurar las relaciones percudidas por el miedo y el odio.