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Entre burros y mulas

Entre los animalitos del Señor, hay dos que son tenidos por representación de defectos muy comunes: el burro, al que se atribuye ser muy corto de entendederas, tanto que sólo responde a palos, y la mula, de una terquedad tan robusta que no cambia de actitud ni de parecer con nada, excepto unos buenos chicotazos o una espuela pinchando los ijares

Entre los animalitos del Señor, hay dos que son tenidos por representación de defectos muy comunes: el burro, al que se atribuye ser muy corto de entendederas, tanto que sólo responde a palos, y la mula, de una terquedad tan robusta que no cambia de actitud ni de parecer con nada, excepto unos buenos chicotazos o una espuela pinchando los ijares.

Así han venido a resultar los operadores de la economía nacional, que se empeñan en decir que todo va de maravilla y que, otra vez, México ingresará en breve al club de los países ricos, en los que los magnates encienden el habano con un billete de cien dólares. Nada menos, la semana pasada, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, afirmó que: “La economía mexicana se está moviendo en una mejor dirección, crece por arriba de América Latina y sus principales socios comerciales, como reflejo de que las reformas estructurales están funcionando”. Además, elevó su estimación de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) para 2017 a un rango de entre 1.5 y 2.5 por ciento. 

Entre burros y mulas

Ayer, volvió a su retórica triunfalista y aseguró que: “Los informes preliminares señalan que en enero-abril de 2017, los ingresos presupuestarios aumentaron 8.2 por ciento real respecto al mismo periodo de 2016, mayores a los previstos en el programa en 447.5 mil millones de pesos, incluyendo el entero (ingreso) del Remanente de las Operaciones que realiza el Banco de México por 321.7 mil millones de pesos. En tanto que el gasto neto presupuestario se ubicó en 1 billón 562 mil 800 mil pesos monto inferior a lo previsto en el programa para enero-abril en 47.1 mil millones de pesos y fue inferior en 2.3 por ciento en términos reales respecto al mismo periodo de 2016”. Más ingreso, menos gasto.

Pos, sí; pero, no. Si hubo algunas leves mejorías en el gasto presupuestario, no sucede así con el resto de los compromisos que debe solventar el gobierno y los organismos descentralizados y de participación estatal, que se han disparado a niveles francamente alarmante. El mismo Meade reconoció que: “La deuda del sector público entre enero y abril de 2017 se incrementó 7.4 por ciento en términos reales, con respecto al mismo lapso del año anterior, en tanto que el monto de los intereses, comisiones y gastos de la misma crecieron en un 42.6 por ciento”. Se sigue pidiendo dinero y a un costo mayor.

Por el otro lado, el presidente del Banco de México, Agustín Carstens, insisten en que con las enormes alzas en las tasas de interés de referencia y las demás que vienen a corto plazo, se mantendrá controlada la inflación. En la primera quincena del mes de diciembre del 2015, las tasas de referencia estaban en un 3 por ciento y en 17 meses ya están situadas en más del doble, alcanzando el absurdo 6.75 por ciento, en tanto que la inflación sigue galopante y, según los pronósticos de los expertos, superará el 6 %.

Pues, aunque resulte increíble, ayer mismo, durante la Reunión Nacional de Consejeros de BBVA Bancomer, señaló que las metas de inflación de mediano y largo plazo siguen ancladas, luego de aclarar que las acciones de política monetaria tardan en tener un efecto, pero permiten mantener los objetivos. Aseguró que de no haber elevado las tasas de interés de un nivel de 3.0 a 6.75% (desde finales de 2015 a la fecha), hoy la inflación estaría a niveles cercanos a 8.0%, pero que gracias a él, pronto bajarán al 3.0 por ciento.

No se necesita ser economista para saber que mientras más deuda se solicite, esta será más cara y que, necesariamente, incidirá en la capacidad para tomar decisiones en el renglón de la economía, aumentando la dependencia con respecto a los actores externos que, como es sabido, a mayor riesgo, elevan sus tasas; ni que, con el aumento en las tasas de referencia, se premia el ahorro y se castiga el consumo, sin bajar la inflación.

A menor consumo, menor producción y menor empleo, hasta llegar al círculo vicioso de la economía que se conoce como deflación, de la que están huyendo los presidentes del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que mantienen las tasas de referencia entre el 0.75 y el 1 %. 

¡Entre burros y mulas te veas!