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El país de la inverisimilitud

José Agustín Goytisolo escribió un bello poema que Paco Ibáñez convirtió en canción y ha sido la delicia de chicos y grandes durante mucho tiempo: Un mundo al revés.

José Agustín Goytisolo escribió un bello poema que Paco Ibáñez convirtió en canción y ha sido la delicia de chicos y grandes durante mucho tiempo: Un mundo al revés. Dice: “Erase una vez/ un lobito bueno/ al que maltrataban/ todos los corderos. Y había también/ un príncipe malo,/ una bruja hermosa/ y un pirata honrado. Todas estas cosas/ había una vez./ Cuando yo soñaba/ un mundo al revés. Bien pudo haber puesto: México.

Porque este país se ha vuelto la tierra de lo absurdo, de lo increíble, de lo fabuloso. Aquí el robo de combustible, que se ha puesto de moda (lo dicen los medios nacionales con los pelos de la burra en la mano), no está en manos de delincuentes comunes, sino de los de cuello blanco que despachan en las lujosas oficinas administrativas y en los espacios sindicales dentro de la ahora empresa productiva del Estado. Son los que saben cómo.

El país de la inverisimilitud

Luego de que la fiscal suiza Karla del Ponte congeló las cuentas que Raúl Salinas tenía en Europa e inició un proceso para fincarle responsabilidad por enriquecimiento ilícito y blanqueo de capitales, el gobierno mexicano no sólo lo dejó en libertad, eximiéndolo de cualquier responsabilidad; además, le regresó la fortuna que había depositado en bancos suizos utilizando una identidad apócrifa amparada con documentos oficiales de México.

Ya se están desvaneciendo las pruebas en contra del exgobernador Guillermo Padrés, cuyo hijo fue exonerado, y pronto podrá regresar a su rancho para disfrutar de su dinero, lo que ha venido a reforzar la sonrisa de Javier Duarte, que sabe que, de una forma o de otra, tendrá que ser eximido de toda responsabilidad en el cuantioso saqueo de los fondos públicos del estado de Veracruz. Y lo mismo pasará con lo otros, que todos están protegidos por el manto de la impunidad, tejido con los hilos de la complicidad.

Bien pueden lo zahorinos, astrólogos y taumaturgos asegurar que el eclipse de sol del próximo 21 de agosto marcará el inicio del Apocalipsis que fue revelado por San Juan, y que el planeta Nibiru destruiría a la Tierra en octubre del 2017, porque en este país, no hay nada que pueda cambiar el destino de todos que se decide en la cúspide de la gran pirámide del poder, que dominan los 30 potentados que se han apropiado de la nación.

Igual, pueden presumir los partidos políticos de triunfos o proponer diversas fórmulas mágicas que los mantengan en el tocadero para recoger las migajas que caen de la mesa de los potentados; el futuro se decidirá de acuerdo a los intereses en juego, que no son otros que el capitalismo feroz montado en el brioso corcel de la globalización, que se ha venido apoderando de la riqueza que producen las manos cansadas de los trabajadores.

Hachos que resultarían atípicos en otras latitudes, en estas tierra se han vuelto comunes, desde el parto de una mujer embarazada en la calles por no recibir atención médica en el lugar que le correspondía, hasta la angustia de las madres que no saben si sus hijos, que se fueron a la escuela, regresaran con bien, hasta el automovilista furibundo porque no le dan el paso y saca su pistola para balear a los demás, sin que haya quien lo detenga.

Hubo un tiempo en que México y los mexicanos eran reconocidos por su hospitalidad y por su generosidad: “¡Pásele, ésta es su casa!”. “Para servir a Dios y a usted”. Ahora es como la sucursal del averno, con manifestaciones de enojo e irritación por doquier y con la violencia incontenible, que se quiera erradicar con más violencia, en vez de acendrar los valores que dieron prez y honra a esta gran nación surgida de la Revolución del 17.

La Revolución que propició la prolongada etapa de paz, estabilidad y desarrollo bajo la premisa de la democracia con justicia social, que no es otra cosa que la justa retribución del trabajo, tal y como lo marca la Constitución; la economía mixta, sin ricos tan ricos y sin pobres que no tengan qué llevarse a la boca; y la límpida ideología del nacionalismo revolucionario, del que tanto abjuran tantos sin saber de qué se trata; cuál es su esencia.

En el mundo al revés, hay quienes creen que pueden comerse una vaca entera de una sentada; que pueden usar diez trajes a la vez; que pueden estar en dos residencia al mismo tiempo. Es un mundo al revés, tan inverosímil como ahora el Anáhuac.