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El drama latinoamericano

La fatalidad de los pueblos de la América Latina; pero, sobre todo México, fue retratada con precisión los dos escritores más notables de la región: Juan Rulfo y Gabriel García Márquez. Sus obras son premonitorias y marcan un destino inexorable que sufren y han de padecer los pueblos identificados plenamente con las gentes de Comala y Macondo.

Esos Comala y Macondo se reproducen en los pueblos y ciudades de México que van quedando vacíos; que agonizan de abandono, de inacción, de tristeza. Los pobres se mudan porque no hay trabajo ni forma de ganar el sustento, excepto arrebatar el pan a los que aún tienen qué comer; los ricos, corren con sus fortunas, bien o mal habidas para protegerlas en el norte, donde crean empresas que ayudan a la recuperación económica.

El drama latinoamericano

Quizá la diferencia que existe entre la ficción y la realidad, ésta mucho más cruda y más lacerante, es que los caciques reconocieron en las obras de Rulfo y García Márquez, que tenían la intención de acabar con sus pueblos por venganza (uno por no haber alcanzado el amor de la única mujer que amó, el otro, por sus múltiples fantasías frustradas), y que en México los detractores lo niegan y siguen un repetido discurso de corte progresista.

En la televisión, se menciona a un país en marcha, con progreso y modernidad, con bonanza y bienestar para todos; se reitera la prosperidad como una constante palpable; pero, la realidad dramática es que por todos los rumbos de la geografía se ven casas abandonadas, comercios cerrados, fábricas en ruinas, gentíos en la calle, pidiendo un pan para calmar las tarascadas del hambre que no se colma con peroratas triunfalistas.

El México soberano y autónomo, que creció bajo la democracia con justicia social, la economía mixta y el nacionalismo revolucionario, en el que no había ricos tan ricos ni pobres rayando en la miseria, fue entregado a los intereses de la plutocracia universal que va por el planeta como el caballo de Atila, arrasando con todo, de tal suerte que donde pisa no vuelve a crecer la hierba. La riqueza que produce el trabajo, es absorbida, como una potente aspiradora, para acumularla en unas pocas manos estériles e inútiles.

Rulfo dice; “Desde entonces la tierra se quedó baldía y como en ruinas. Daba pena verla llenándose de achaques con tanta plaga que la invadió en cuanto la dejaron sola. De allá para acá se consumió la gente; se desbandaron los hombres en busca de otros bebederos. Recuerdo días en que Comala se llenó de adioses y hasta nos parecía cosa alegre ir a despedir a los que se iban. Y es que se iban con intenciones de volver. Nos dejaban encargadas sus cosas y su familia. Luego algunos mandaban por la familia aunque no por sus cosas, y después parecieron olvidarse del pueblo y de nosotros, y hasta de sus cosas. Yo me quedé porque no tenía adonde ir. Otros se quedaron esperando que Pedro Páramo muriera, pues según decían les había prometido heredarles sus bienes, y con esa esperanza vivieron todavía algunos. Pero pasaron años y años y él seguía vivo, siempre allí, como un espantapájaros frente a las tierras de la Media Luna”. Pedro siempre vivo. García Márquez: “José Arcadio Buendía no creyó que fuera tan rígida la voluntad de su mujer. Trató de seducirla con el hechizo de su fantasía, con la promesa de un mundo prodigioso donde bastaba con echar unos líquidos mágicos en la tierra para que las plantas dieran frutos a voluntad del hombre, y donde se vendían a precio de baratillo toda clase de aparatos para el dolor. Pero Úrsula fue insensible a su clarividencia.

—En vez de andar pensando en tus alocadas novelerías, debes ocuparte de tus hijos—replicó—. Míralos cómo están, abandonados a la buena de Dios, igual que los burros”.

Esa maestría para reflejar en el papel y la tinta el dramatismo de la vida en los pueblos de Latinoamérica, especialmente México, es lo que consagró a los maestros de la literatura de la región que emergió de las corrientes de la creación intelectual con la propuesta del realismo mágico, en que la realidad se construye con discursos ilusorios.