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...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre!

¿Qué quiso decir el Premio Nobel de Literatura 1967, Miguel Ángel Asturias, con estas palabras que inician su libro El señor Presidente, publicado en 1946?

¿Qué quiso decir el Premio Nobel de Literatura 1967, Miguel Ángel Asturias, con estas palabras que inician su libro El señor Presidente, publicado en 1946? Él mismo lo explica cuando dice que: “(...) a través de mi piel se filtró el ambiente de miedo, de inseguridad, de pánico telúrico que se respira en la obra”. Ese espanto que se ha vuelto común en la América indiana y que retrataron tan fielmente los escritores de su época.

En la obra da cuenta de cómo era la vida en Guatemala, su tierra natal, durante el régimen de Manuel José Estrada Cabrera, quien gobernó de 1898 a 1920 y fue imitador de Porfirio Díaz, con quien disputó el favor de los Estados Unidos para llevar a cabo un plan de obras que no tenían respaldo en una economía devastada por el despilfarro y la irresponsabilidad de sus antecesores. Asturias hizo carrera como escritor y diplomático.

...¡Alumbra, lumbre de alumbre, Luzbel de piedralumbre!

Según sus biógrafos, su primera obra Leyendas de Guatemala (1930), es una colección de cuentos y leyendas mayas. Pero, alcanzó fama internacional con El señor Presidente (1946), retrato de un dictador. Posteriormente escribe Hombres de maíz (1949), la trilogía formada por Viento fuerte (1950), El Papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960), Mulata de tal (1963), Malandrón (1969) y Viernes de Dolores (1972). En 1966 le otorgaron el Premio Lenin de la Paz por sus poemas y novelas de contenido fuertemente antiimperialista, y un año después el Premio Nobel de Literatura.

Miguel Ángel Asturias vivió en carne propia el drama de la América morena, siempre asediada por los intereses de las grandes empresas multinacionales y bajo el yugo de dictadores que a cambio de migajas entregan a sus hermanos. Durante el gobierno electo de Jacobo Arbenz Guzmán, en 1952 fue nombrado ministro consejero de la embajada de Guatemala en París y en octubre de 1953, va como embajador a la república de El Salvador. Renuncia cuando el presidente es derrocado por una invasión financiada por las potencias, que veían su proyecto de reforma agraria muy peligroso.

Se exilio en Chile, donde fue huésped de Pablo Neruda. Ahí inicia su texto Week-end en Guatemala, que luego continúa en Buenos Aires, donde se editó en 1956. Week-end en Guatemala, debió ser un colectivo.

Un texto colectivo de denuncia acerca de lo ocurrido durante la invasión. Uno de los comprometidos, su amigo, Luis Cardoza y Aragón escribió La revolución guatemalteca y Guatemala, las líneas de su mano. Una evocación apasionada, en la que expresa un deseo ardiente: “¡Si el pueblo, el verdadero pueblo de los Estados Unidos, supiera algo de la miseria, las condiciones de vida, el atraso y la espantosa discriminación económica en que viven más de las dos terceras partes de la población latinoamericana!”.

Asturias era maya por los cuatro costados. En el discurso de recepción del Nobel de Literatura, lo reafirma: “Mi voz en el umbral. Mi voz llegada de muy lejos, de mi Guatemala natal. Mi voz en el umbral de esta Academia. Es difícil entrar a formar parte de una familia. Y es fácil. Lo saben las estrellas. Las familias de antorchas luminosas. Entrar a formar parte de la familia Nobel. Ser heredero de Alfredo Nobel. A los lazos de sangre, al parentesco político, se agrega una consanguinidad, un parentesco más sutil, nacido del espíritu y la obra creadora. Y esa fue, quizás no confesada, la intención del fundador de esta gran familia de los Premios Nobel. Ampliar, a través del tiempo, de generación en generación, el mundo de los suyos. En mi caso entro a formar parte de la familia Nobel, como el menos llamado entre los muchos que pudieron ser escogidos.

Y entro por voluntad de esta Academia cuyas puertas se abren y se cierran una vez al año para consagrar a un escritor y por el uso que hice de la palabra en mis novelas y poemas, de la palabra más que bella, responsable, preocupación a la que no fue ajeno aquel soñador que andando el tiempo pasmaría al mundo con sus inventos, el hallazgo de explosivos hasta entonces los más destructores, para ayudar al hombre en su quehacer titánico en minas, perforación de túneles y construcción de caminos y canales.

Miguel Ángel Asturias falleció el 9 de junio de 1974; pero, su obra sigue vigente.