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Una navidad diferente

Había en cierta ciudad un niño que amaba profundamente a su padre. Era su mejor amigo y el pequeño sentía que la vida a su lado era hermosa. Pasaban mucho tiempo juntos jugando y platicando. El niño se sentía seguro y protegido teniendo cerca a su padre.

Pero un día llegó la guerra. Su padre fue llamado a las filas del combate y, con dolor de su corazón, tuvo que dejar a su esposa y a su hijo para atender el deber ciudadano. Los días pasaron. Las semanas se hicieron meses, y el niño pasaba largas horas frente a la ventana de su casa esperando verlo aparecer algún día. El único medio de comunicación que tenían eran las cartas que ambos se escribían tanto como las circunstancias lo permitían.

Una navidad diferente

En una de sus cartas, el niño le dijo a su padre: “Papá, si regresas, te prometo que ahora sí me voy a comer las verduras y voy a hacer los deberes antes de jugar. Regresa por favor, papá, te extraño mucho”.

Pero su padre no habría de regresar. Un par de militares llegaron un día a su casa y les dieron la triste noticia de que el soldado había fallecido en combate.

El niño sintió que su mundo se derrumbaba y un cúmulo de emociones nuevas y desconocidas llegaron a su corazón. Tristeza infinita, amargura, soledad, incluso enojo al sentir que aquello era injusto. Había tantas cosas que todavía tenía que vivir con su padre. “¿Por qué?” era la pregunta que con más fuerza atenazaba su destrozado corazón.

Unos meses después de la noticia, un hombre solitario llegó a la casa de esta familia. Les platicó que él había peleado al lado de su ser querido. Les platicó lo valiente que siempre había sido y lo mucho que amaba a su familia. Y dirigiéndose al niño le dijo: “Yo estuve a su lado cuando fue herido de muerte. Sus últimos pensamientos fueron para ti. Me pidió que te diera esto”. Del bolsillo de su camisa sacó un papel arrugado y maltrecho, lo desdobló y se lo dio al niño. A pesar de la letra temblorosa y de las manchas de sangre en el papel, el niño reconoció la letra de su padre. Decía: “Sé valiente hijo, nos volveremos a ver”.

El niño entendió que su padre había cumplido su misión y ahora él tenía que ser valiente para cumplir la suya. Y supo que, al hacerlo, desde el cielo, su padre lo vería orgulloso y que, en algún momento, habría un reencuentro maravilloso, y por ese maravilloso reencuentro, él aprendería a esperar, aprendería a tener esperanza.

La guerra actual

Para millones de personas en todo el mundo, esta será una navidad diferente. Gran cantidad de familias han perdido este año a un ser querido a causa de una guerra contra la así llamada “pandemia”.

Y como el niño del relato, su mundo se ha visto trastocado, las emociones de tristeza, tal vez de enojo, han estado presentes a partir de ese lamentable suceso. Seguramente, como el niño del relato, quisieran que todo volviera a ser como antes y desearían poder decirle “si regresas, te prometo que ahora sí…”.

A través de este mensaje, que dedico con todo respeto a todas las personas que, en este año, por cualquier causa, hayan perdido un ser querido, no deseo dar palabras de consuelo, porque sé que en estos momentos eso es algo muy difícil. Solo deseo tratar de reconfortar un poco su alma al recordar que en estos días celebramos el nacimiento de un niño que nació para hacer posible que podamos volver a ver a la persona que se nos fue.

Un gran valor

Al igual que el soldado, Jesús fue valiente para cumplir su misión y, en cumplimiento de esa misión, su sangre también fue derramada. Y estoy seguro de que, desde el cielo, él y el ser querido cuya ausencia lamentamos, nos animan a ser valientes y a seguir adelante para vivir lo que nos falta.

Cada personaje de la navidad tuvo que reunir un gran valor para cumplir su misión. María, José, Jesús. Y ahora, tu soldado caído, reunido con todos ellos para celebrar el nacimiento de aquel bendito niño, te dice con todo el amor de su corazón: “Querido(a) hijo(a), amado(a) esposo(a), sé valiente, nos volveremos a ver”.

Tu soldado caído ahora canta, junto con las huestes celestiales, al igual que hace más de dos mil años: “¡Gloria a Dios en las alturas!”, porque ese niño está a punto de volver a nacer en los corazones de la humanidad.

De todo corazón te deseo que la otra parte de esta alabanza pueda hacerse presente y que, en esta navidad, aquí en la tierra, en tu casa, en tu corazón, pueda reinar la paz que da la esperanza, y la buena voluntad que el amor nos da.

Que Dios te bendiga para que así sea, querido amigo, querida amiga.