Columnas - Daniela Ancira

Trabajo del hogar y aguinaldo: la igualdad empieza en casa

  • Por: DANIELA ANCIRA
  • 05 DICIEMBRE 2025
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Trabajo del hogar y aguinaldo: la igualdad empieza en casa

Con frecuencia, en eventos empresariales, columnas de opinión y redes sociales, celebramos el liderazgo femenino y aplaudimos a las mujeres que rompen techos de cristal. 

Impulsamos su empoderamiento y condenamos a las empresas que no incluyen a mujeres en sus consejos o direcciones. Es un discurso necesario, sin duda, pero que a veces se queda en la superficie.

Como mujer joven y recién convertida en mamá, veo a estas líderes en revistas y en foros, y no puedo evitar preguntarme: ¿quiénes son esas mujeres y cómo lo logran todo? ¿Cómo maternan al tiempo que dirigen, legislan o escriben?

Hace poco, asistí a un desayuno de "Mujeres que Inspiran", donde varias fuimos invitadas a celebrarnos y a recibir un reconocimiento por nuestra labor y éxito profesional. En medio del networking y de los aplausos por nuestro trabajo, Marcelina Bautista tomó la palabra y, con su habitual franqueza, hizo una pausa necesaria: "Muchas felicidades a todas, pero no olvidemos que si estamos aquí es porque, con toda probabilidad, tenemos a una trabajadora del hogar sosteniendo nuestros hogares".

Su intervención nos obligó a aterrizar. Porque la realidad es que la gran mayoría de nosotras, las que tenemos la oportunidad de ejercer una carrera profesional fuera de casa o de ocupar espacios de liderazgo, lo hacemos gracias a que una trabajadora del hogar cuida a nuestros hijos y nuestra casa. Es gracias a que ella está en nuestra vida, que nosotras podemos estar en el ámbito público.

Pero aquí es donde en ocasiones se refleja la incoherencia que muchas veces acompaña al empoderamiento femenino. Nosotras conseguimos la autonomía, pero en ocasiones a costa de perpetuar la precariedad de otra mujer. Y esta dinámica no es nueva, sino que es una vieja conversación del feminismo que aún no hemos resuelto.

Es la misma crítica que, hace décadas, el feminismo negro en Estados Unidos ya le había planteado al feminismo blanco y hegemónico: que la liberación de las mujeres de clase alta o media blanca se estaba construyendo a menudo sobre la espalda de las mujeres racializadas y pobres. Cuando las feministas blancas exigían "ganar las calles y trabajar", las mujeres negras y latinas respondían que ellas ya estaban en las calles y trabajando, pero como empleadas en las casas de las mujeres "liberadas", en condiciones de precariedad y opresión interseccional (por género, raza y clase).

Esta lección resuena hoy: si nuestro "empoderamiento" depende de una mujer que se ve forzada a dejar de cuidar a los suyos por cuidar a los nuestros, en una cadena de cuidados precarizados, entonces no estamos rompiendo el sistema; solo estamos reubicando la opresión.

La misma mujer que condena la desigualdad salarial en la tribuna es en ocasiones quien replica esa precariedad en casa, dejando de lado la seguridad social, el pago de aguinaldo, un salario justo, una jornada laboral conforme a ley, y otros derechos básicos, a quien sostiene su propia autonomía. Esta omisión, que a veces se excusa en el desconocimiento ("no sé cómo funciona el seguro social para ellas", "prefiero darles ese dinero por fuera"), se convierte en una doble moral que socava los principios que decimos defender.

El aguinaldo, la seguridad social y demás derechos laborales no son un regalo, una cortesía o un "extra" de buena voluntad; son un derecho de la trabajadora del hogar y una obligación irrenunciable del patrón(a). Al no cumplir con esto, le estamos negando a esa mujer, entre otros derechos, el acceso a la salud, a una pensión, a una incapacidad por maternidad o enfermedad, y la posibilidad de un futuro digno para ella y su familia.

Muchas veces la respuesta fácil es decir "no me alcanza." Pero, -y esto queda a la conciencia de cada quien-, ¿realmente no te alcanza? O ¿es que ese dinero lo destinas a cosas más banales y, desde luego, menos importantes que la vida y bienestar de otra persona? Creo yo que muchas veces se trata de un tema de prioridades sobre en qué sí decidimos gastar nuestro dinero, y de tomar conciencia de que la base de nuestro "empoderamiento" reside en el trabajo de otra mujer a la que debemos valorar, o cuando menos, respetar sus derechos.

El feminismo, el auténtico, debe empezar en casa. No puede haber liderazgo femenino real si este se construye sobre la explotación de otras mujeres. Honrar nuestra autonomía significa garantizar la dignidad de la mujer que nos permite ejercerla. Defender el liderazgo femenino implica, primero, garantizar los derechos laborales de la mujer que sostiene la base de tu vida familiar.

Es hora de dejar de lado la retórica y empezar a actuar con la misma convicción y rigor que exigimos en los grandes foros. Especialmente en estas épocas de cierres de año y bonos, debemos cuestionarnos: ¿estamos siendo coherentes? ¿o es que la lucha por la igualdad se detiene en la puerta de nuestra casa?


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