Columnas - Alejandro Espinosa Yáñez

Lo que no vemos detrás de los votos de apoyo a Milei

  • Por: ALEJANDRO ESPINOSA YÁÑEZ
  • 02 NOVIEMBRE 2025
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Lo que no vemos detrás de los votos de apoyo a Milei

Parto de la premisa de que en el reciente proceso electoral en Argentina se presentó un repertorio múltiple, en algunos casos incoherente, de ideas, sensaciones y argumentos que se convirtieron en materia prima a procesarse algorítmicamente para influir en el comportamiento electoral, independientemente de que se tratase de gente pobre o en condición de opulencia. Es decir, que se construyó un escenario favorable a la política de Milei -apoyo activo del gobierno de Trump, significación política del apoyo de los grupos oligárquicos argentinos, fragilidad conceptual en grupos poblacionales afectados por la política de Milei, pero que siguen apoyándolo (por ello la argumentación del síndrome de Estocolmo) y limitaciones en las banderas de la oposición peronista, reduciendo su acción a "frenar a Milei", entre otras.

El triunfo electoral de Javier Milei no puede explicarse como un accidente político ni como el simple efecto de un malestar económico. Fue el resultado de un proceso de ingeniería comunicacional que operó sobre las emociones sociales, modeló la atención colectiva y programó los reflejos políticos del electorado. La llamada "opinión pública" de Pierre Bourdieu -esa construcción que él denunciaba como inexistente- se convirtió, en la era de los algoritmos, en un producto industrial e intangible (sin paradojas). No son ya los sondeos los que fabrican consenso, sino los sistemas de recomendación que traducen en datos nuestras pulsiones, miedos y deseos.

La anatomía de la estrategia desplegada por el gobierno de Milei apunta en varios sentidos. Destaquemos dos:

1) Ingeniería algorítmica del consentimiento. El proceso electoral argentino reciente no puede leerse sólo en clave de ideologías o programas, sino como una sofisticada operación de psicopolítica digital, en la que los algoritmos de redes sociales -especialmente TikTok, YouTube y X (Twitter)- funcionaron como máquinas de simplificación afectiva. Se procesaron emociones sociales (miedo, frustración, resentimiento, aspiración meritocrática) y se las tradujo en mensajes políticos de alta pregnancia emocional y baja densidad racional, compatibles con la lógica de consumo rápido de la era digital. El mismo dispositivo tecnológico que precariza el trabajo y fragmenta la atención se convierte en el canal que construye la subjetividad política del votante. En este sentido, la campaña de Milei no se basó tanto en convencer racionalmente, sino en generar adhesión pulsional; una especie de "capitalismo neuronal" (Han) aplicado a la política;

2) Convergencia de élites y apoyo externo. La referencia del apoyo de Trump y de los grupos oligárquicos argentinos es fundamental. El alineamiento con la ultraderecha transnacional (Trump, Bolsonaro, Vox, Musk) consolidó la narrativa de Milei como parte de una "internacional libertaria", cuyo objetivo es desmantelar las instituciones del Estado social y deslegitimar el conocimiento científico. Los grupos económicos locales -financieros, agroexportadores, mediáticos- encontraron en Milei una oportunidad de restaurar su hegemonía sin intermediarios, impulsando un Estado mínimo que, en realidad, maximiza su poder de decisión.

Este apoyo externo fue procesado de diferente manera. Por ejemplo, el consultor político Jaime Durán Barba, comentaba: "No hay país más antinorteamericano que Argentina". Una afirmación sin matices y sin la tensión del tiempo histórico. Comentaba que era un factor que iba a jugar en contra en las elecciones. Después, en una colaboración periodística señaló su pertenencia a otra forma de entender las cosas, matizando su afirmación. Recordemos, asimismo, por otro lado, afirmaciones descabelladas, pero presentes en segmentos libertarios. Sabrina Ajmechet sin anestesia, afirmaba: "Detesto la bandera argentina con el sol"; "Entre patria o colonia elijo colonia". Brillando con luz propia, es un decir, Lilia Lemoine (2024) señalaba: "Hace más de 200 años Argentina ha dejado de ser una colonia extranjera. Pero es un debate interesante, porque, a ver, si ser colonia es ser un país que funciona y patria es esta miseria, prefiero ser colonia". La influencia en este discurso es difícil ponderar, lo que sí puede ponerse más de relieve es el discurso de la estabilidad (ese marco de seguridad tan necesario en un país castigado), en donde si jugó un papel clave la intervención norteamericana inyectando dólares a la economía argentina. Argentina se configuró en el tiempo reciente en un país intervenido, con la complacencia de muchos argentinos (los "colaboracionistas" electorales): por sus votos los conoceréis.

Bajo la premisa de que partimos del capitalismo de la vigilancia como sembrador-cosechador de emociones, aspiraciones, historias vividas, es decir, del ensamble de la condición humana como materia prima de apropiación, podemos destacar varios movimientos:

1. Manejo y control de las emociones políticas primarias: miedo, bronca, resentimiento. De este caudal, la materia emocional fue la más explotada. Las redes sociales detectaron patrones de ira colectiva vinculada al hartazgo con la "casta", la inflación persistente, la inseguridad y la sensación de impunidad de las élites políticas.

Esas emociones fueron cartografiadas y amplificadas algorítmicamente mediante videos cortos, memes y consignas disruptivas ("que se vayan todos", "el Estado te roba", "viva la libertad carajo"), que convertían la frustración en identificación con un enemigo común.

El algoritmo aparte de medir las emociones las reconfiguró, privilegiando contenidos de alto impacto afectivo que maximizaban la permanencia en pantalla de la televisión, de la consulta en youtube y de los celulares (es decir, la reconfiguración de la política frente a los ojos, y por ende, el adoctrinamiento).


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