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La mentira, como forma de gobierno

La mañanera ha sido la palestra de la farsa y el engaño donde cada día se maquillan cifras, inventan datos y evaden preguntas redirigiendo la atención a los opositores en turno, contra quienes se lanza todo tipo de calumnias y etiquetas como: "enemigos del pueblo", "mafia del poder", "bloque conservador", "prensa fifí", etc.

Tras cinco años de gobierno es necesario un diagnóstico que explique cómo la popularidad del mandatario se mantiene en un nivel medio alto a pesar de los problemas críticos del país. A mi modo de ver, la razón es simple: El cúmulo de falsas promesas que lo impulsó en 2018 se ha repetido y exacerbado durante todo su mandato, aunado a la proliferación de ayudas sociales que su ejército de siervos le ha hecho creer a los beneficiarios se deben a la caridad del presidente y no al esfuerzo de los contribuyentes.

La mentira, como forma de gobierno

Con esa fórmula básica sacada de los manuales más añejos del populismo, construye una hiperconcentración de poder que anula la autonomía del resto de poderes constitucionales, para delinear un proyecto cada vez más parecido a una dictadura.

Lo más perverso de esta demagogia neopopulista es su capacidad de mentir, engañar y atacar montando coreografías propias de una democracia pervertida con toda la intención de orquestar un ataque sistemático a quienes la critiquen.

Las promesas de respeto al equilibrio de poderes y el encendido discurso pacifista de 2018 fueron sustituidos por el autoritarismo que tiene a gran parte de la administración pública federal bajo el control del ejército y la marina. Sin ir más lejos, el mismo día que fueron derogados los fideicomisos del Poder Judicial, bajo el supuesto pretexto de la austeridad, se crearon dos fideicomisos especiales para fondear las obras y los servicios públicos asignados al poder castrense.

Como nunca antes, se ha alimentado el resentimiento social y el discurso de antagonismo y confrontación, con la intención de socavar, debilitar y demoler los únicos organismos que han representado un contrapeso al ejecutivo, como el INE, el TEPJF, el Inai o hasta el Poder Judicial.

En medio de escándalos por derroches y malversaciones, resulta maquiavélico esgrimir un supuesto combate a la corrupción, que junto a las más de 101,155 mentiras contabilizadas nutre la arenga en contra de políticos, empresarios y extranjeros a quienes convierte en falsos culpables de los crímenes propios.

Sin embargo, en el pecado lleva la penitencia. La gente no es tonta y tras cinco años de deterioro, la capacidad del ejecutivo para excusarse ha quedado sumamente desgastada. Los más jóvenes, con acceso a los medios de información y a una educación que muchas veces no tuvieron sus padres, perciben con más facilidad la farsa que representa este gobierno, al punto que las granjas de bots son insuficientes para contener el desprestigio que lo acompaña.

El verdadero desencanto juvenil, más que por la vida política, es por los políticos de toda la vida. Los escaños y cargos públicos han sido ocupados durante décadas por los mismos personajes mitológicos, lo cual ha generado apatía en importantes segmentos de la población.

Morena se aprovechó en su momento de este fenómeno, tomó a los operadores políticos de vieja cepa y los metió en una cajita con otro nombre, basta contar cuántos de los hoy candidatos de Morena a puestos de elección popular son retazos de los viejos partidos de oposición.

Quien quiera dar pelea en las siguientes elecciones, no le bastará denunciar el cúmulo de mentiras que sostiene y sostienen a la 4T. Tendrá que representar una verdadera alternativa, alejado de las rancias estructuras partidistas, para poder enfrentar al gigante con los pies de barro oficialista.

Son muchos ya quienes se empiezan a percatar de la partidocracia morenista y están ávidos de una alternativa que represente el sentimiento y los intereses de los ciudadanos. ¿Habrá de aquí a 2024 alguien que tome esa bandera? (Notario, ex Procurador General de la República)