Columnas - Enrique De la Madrid

El riesgo oculto de la nueva ley del agua

  • Por: ENRIQUE DE LA MADRID
  • 21 DICIEMBRE 2025
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El riesgo oculto de la nueva ley del agua

Hay decisiones que parecen hechas para arreglar un problema y terminan empeorándolo. El agua en México es un tema crítico y urgente. Pero la nueva ley que busca regular su uso se queda corta en soluciones y larga en incertidumbre. Y eso, cuando hablamos de agua, puede costarnos muy caro.

Esto lo platiqué a fondo con José Luis Luege en un episodio reciente de En Blanco y Negro que pueden ver en youtube.com/watch?v=SgzZuK7kZvU. Conoce el sistema hídrico nacional como pocos y su lectura de la nueva legislación es alarmante: en lugar de corregir los vicios, la reforma crea nuevos problemas. En resumen, es una ley mal hecha, con riesgos jurídicos, técnicos y hasta de corrupción.

Un cambio clave -y muy preocupante- es que ahora está prohibido transmitir derechos de agua junto con una propiedad. Antes, si alguien vendía su terreno, el nuevo dueño conservaba el volumen de agua concesionado. Ahora no. Ese derecho se cancela y debe ser reasignado por CONAGUA. ¿El problema? No hay garantía de que te la reasignen. Esta sola ambigüedad ya es suficiente para frenar inversiones productivas en el campo o la industria. Muchos campesinos verán reducirse casi a cero el valor de su tierra, patrimonio de su familia, sin agua garantizada, todo ese esfuerzo se esfuma, expropiado por el gobierno.

Para "resolver" esa desconexión entre propiedad y agua, se propuso crear un "fondo de reserva de aguas nacionales". Ahí se irían los derechos extinguidos o no utilizados. Suena lógico, pero en realidad es una ilusión: ese fondo hoy no tiene agua. Las tres fuentes que lo alimentarían -extinción de dominio, nulidad por mal uso y cesión voluntaria- no han aportado volúmenes significativos. Es un fondo vacío.

Peor aún: muchas cesiones que ahora se contabilizan en ese fondo fueron temporales, otorgadas por la industria durante emergencias como la sequía en Monterrey. CONAGUA no tiene dominio permanente sobre ese volumen. Es un engaño legal, y si se usa como base para reasignaciones futuras, estamos construyendo sobre aire.

Además, este rediseño elimina el capítulo de transmisión de derechos que llevaba décadas funcionando y lo reemplaza con un sistema centralizado, opaco y burocrático. 

Antes, las decisiones eran más regionales. Ahora se tomarán desde una oficina en la Ciudad de México, sin conocer el terreno ni a los actores locales.

A esto se suma una contradicción peligrosa: la ley dice que las reasignaciones no dependerán de la disponibilidad del acuífero. ¿Cómo es posible? Si se extrae más agua de la que se recarga, el acuífero se agota. Hoy en día, en lugares como Aguascalientes ya se perfora a más de 600 metros, y el agua sale con tantos minerales que potabilizarla es carísimo o imposible, como ocurre en Iztapalapa.

Estamos ante un problema real: México extrae mucha más agua de la que sus acuíferos recuperan cada año. Pero en lugar de atacar esa sobreexplotación con tecnificación e inversión, la nueva ley crea incertidumbre legal y centraliza decisiones. Todo en nombre del derecho humano al agua, que está en la Constitución desde 2012, pero que nunca se ha garantizado con infraestructura.

Ese es el punto clave: el derecho humano al agua no se logra con discursos. Se logra con pozos bien hechos, redes eficientes, plantas potabilizadoras y organismos operadores que funcionen. Sin eso, cualquier ley es letra muerta; y de eso no han hecho nada.

La situación es aún más preocupante si consideramos la caída en la autosuficiencia alimentaria. 

En 2018, México producía el 80% de los granos que consumía. Hoy, apenas alcanza el 48%. Y si al campo, que consume el 75% del agua nacional, le quitamos certeza jurídica, inversión y acceso real al recurso, difícilmente vamos a revertir esa tendencia.

La realidad es clara: el problema del agua en México no está en los discursos, sino en los números. Solo el 25% de las hectáreas agrícolas están tecnificadas. Un simple entubamiento de canales secundarios en los distritos de riego podría ahorrar hasta 30% del agua. Pero eso cuesta. Y no se está invirtiendo.


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