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Acoso y racismo contra adolescente: la perturbación de identidad

Hace tres semanas Juan Zamorano llegó a su escuela. Saludó a algunos de sus compañeros que no le dieron tiempo ni para acomodar su mochila en el respaldo del escritorio, para sentarlo sobre una silla que habían rociado con alcohol.

Juan sintió que el pupitre estaba mojado, pero pensó que era agua. Cuando se levantó, uno de los niños le prendió fuego con un encendedor. Juan sufrió quemaduras de segundo y tercer grado, aún no puede caminar y se ha tenido que someter a cuatro cirugías. Las quemaduras lastimaron la parte baja de la espalda, los glúteos, las pantorrillas y la zona genital.

Acoso y racismo contra adolescente: la perturbación de identidad

Los niños que lo agredieron declaran que eligieron a Juan como víctima de sus perversas ocurrencias por ser indígena otomí y no hablar bien español.

Cuando la violencia es un recurso de socialización aceptado en cualquiera de los espacios en los que se desenvuelven suceden terribles historias como la de Juan. Estas evidencian el peligro que hay cuando el acoso, el escarnio y las burlas sobre las apariencias físicas siguen siendo una dinámica normal para relacionarnos como sociedad. 

Como muchos especialistas en salud mental de menores de edad señalan, el problema de un niño o niña violento no es el menor de edad, sino sus padres. Es a ellos a quienes hay que atender, educar y sensibilizar.

México cuenta con más de 40 millones de estudiantes en nivel básico, de estos el acoso o bullying afecta a más del 50%, alrededor de 28 millones de niños tanto de escuelas privadas como públicas, según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos. La cifra supera a la población total de varios países del mundo.

Justamente los agresores que recurren a violentar a sus compañeros de escuela, a familiares, a amigos, producen en sus víctimas una percepción de sí mismos que espejea la crisis de los victimarios. Estudios sobre el tema han destacado que las niñas y niños agredidos por sus compañeros presentan baja autoestima, bajo rendimiento académico, depresión, agresividad, aislamiento, pesadillas, insomnio, ansiedad o irritabilidad.  

¿Qué hay detrás de avergonzar a alguien por su apariencia física? ¿Revictimización? ¿Fobias? ¿Racismo? ¿Clasismo? Definitivamente hay profunda ignorancia y una autoestima apenas sostenida en prejuicios de superioridad que justamente revelan la decadente identidad con la que se busca un sentido de pertenencia.

Twitter: @MaiteAzuela