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El café y el cacao se marchitan entre lluvias

Agricultores luchan por mantener sus cultivos frente a las lluvias extremas, las plagas y la falta de relevo generacional que empuja a muchos a emigrar
  • Por: El País
  • 02 / Noviembre / 2025 -
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El café y el cacao se  marchitan entre lluvias

Agricultores del sur de Chiapas luchan por mantener sus cultivos frente a las lluvias extremas, las plagas.

CHIAPAS, México.- Entre la neblina de los bosques tropicales del sur de Chiapas, al límite de la frontera con Guatemala, crecen dos cultivos vulnerables a desaparecer por el cambio climático: el café y el cacao. Los agricultores ya no pueden predecir el clima para sembrar, ni protegerse de las lluvias torrenciales que traen plagas, ni resguardar las plantas del granizo. Aun así, los que todavía se aferran a conservar su medio de vida y evitar emigrar a la ciudad, como muchos en su comunidad, buscan formas de adaptar sus plantaciones. Asisten a clases donde aprenden cómo prepararse ante las inclemencias del clima y a diversificar sus ingresos. Eso les permite reducir las pérdidas de su producto, un bien preciado que —aunque se paga cada vez más caro en las cafeterías— no da tranquilidad a sus bolsillos.

Las regiones aptas para sembrar cafetales podrían verse reducidas hasta un 50% a nivel global en los próximos 30 años, según un estudio de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Zurich. La predicción para los cultivos de cacao es similar, llegando a perder sus cultivos a la mitad por las sequías. Estos frutos son especialmente sensibles a los aumentos de temperatura, que disminuyen drásticamente el rendimiento de las cosechas, así como a las sequías que merman la producción. Pese a que en Chiapas a los agricultores no les preocupa la falta de agua, son golpeados una y otra vez por el exceso. Con una temporada de lluvias cada vez más intensa y cambiante en el calendario, es más difícil saber cuándo sembrar para que las gotas no hagan caer las flores antes de que sean polinizadas. La humedad no solo no deja secar los frutos, sino que atrae hongos que desatan temibles plagas que diezman las cosechas. Además, los deslaves aíslan a las comunidades y las dejan a merced de los "coyotes", intermediarios usureros que aprovechan la vulnerabilidad de aquellos que no pueden salir a comerciar para comprar el producto a un precio mercenario.

Para aliviar el flujo de desplazados climáticos que abandonan sus cultivos y reducir el golpe en la economía de los campesinos, la Organización Internacional de Migraciones de la ONU ha desarrollado un programa de escuelas de campo para asesorar a los productores ante un panorama incierto. Adriana Rodríguez, bióloga y coordinadora del proyecto de adaptación climática para la agricultura, reconoce que el cambio climático es un factor confuso y abstracto más entre los problemas que enfrentan las comunidades. Los pueblos del sur están atravesados por realidades más tangibles como la pobreza, la pérdida generacional de trabajadores de campo, la inseguridad en una zona disputada por los grupos armados y los desastres naturales. "Hace tres semanas tuvimos una lluvia muy intensa. Hubo mucho lodo y quedaron comunidades incomunicadas. Las zonas más altas, que es donde crece el café, tienen más riesgo porque son terrenos muy pronunciados y degradados por la deforestación para cultivos. No hay raíces que retengan el suelo y se deslavan", explica. Además, ante el aumento de la temperatura, los productores deben buscar el frío en las zonas más altas para sembrar, lo que eleva el precio que cobra el trabajador por bajar las cajas de la montaña. "Con todos los riesgos climáticos que enfrentan, ya no les rinde", lamenta Rodríguez.

Entre el olor a tierra mojada y el humo de leña que inunda el aire, su proyecto ha reunido a varios agricultores en el ejido de La Trinidad, en las faldas del volcán Tacaná. Las calles están repletas de árboles de café que crecen silvestres, asomando las preciadas cerezas rojas. Aquí se reúnen dueños de plantaciones y trabajadores para aprender a preparar mesas de secado, lo que les permitirá evitar que el café se llene de hongos o fermente al dejarlo al sol en el suelo. Además, facilita vender el café seco, mucho más redituable que venderlo con la pulpa. A pocos metros, las manos curtidas de Edna Morales González preparan las bebidas y alimentos para la actividad. Desde que la plaga de la broca arrasó su cultivo de Arábica, esta agricultora de 63 años decidió solo plantar Robusta, más resistente, aunque menos demandada y, por lo tanto, peor pagada. "Le invertimos todo lo que tenemos al cultivo, a sembrar, a podar, a limpiar el terreno y a los insumos. Pero muchas veces apenas vemos ganancias", asegura. En estos talleres también ha aprendido a fabricar sus propios fertilizantes y fumigadores, para ahorrar al dejar de comprarlo a grandes empresas.

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