Nicaragua: a 40 años de la caída del somocismo
El aniversario del triunfo sandinista encontró a Nicaragua sometida a la peor crisis desde el final de la guerra, en 1990, y la más aguda del siglo XXI
SAN JOSÉ, Costa Rica .-
Pero al conmemorarse hoy 40 años del derrocamiento de los Somoza y del triunfo de la guerrilla sandinista, con lo que se inició una revolución socialista ahora de la mano del gobierno comunista de Cuba en uno de los países más pobres del hemisferio occidental, la tarde victoriosa de julio de 1979 se consolidó cuatro décadas después solo como un romántico recuerdo en los múltiples episodios de la mortal, sangrienta y turbulenta vida política de Nicaragua.
En julio de 2019, y con la democracia como lejano horizonte de sueños políticos, sin libertad ni paz, Nicaragua vive una noche… de una nueva dictadura dinástica, pero con otros apellidos encubiertos en proclamas izquierdistas, antimperialistas y populistas como estrechos aliados de los regímenes de Cuba y de Venezuela: el presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
"Después de 40 años, siento que estamos viviendo y sufriendo la traición más grande que se le puede haber hecho al pueblo como fue la traición a la revolución (sandinista)", dijo la nicaragüense Vilma Núñez, presidenta del (no estatal) Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), cuya personería jurídica fue sorpresivamente eliminada por la Asamblea Nacional de Nicaragua, controlada por Ortega y Murillo, por su activismo antigubernamental.
Con un historial como luchadora en contra del somocismo, Núñez emergió como una de las voces principales para denunciar las violaciones a los derechos humanos del orteguismo—murillista.
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En una entrevista Núñez explicó que "fue una revolución que soñamos de otra manera, con respeto a los derechos humanos. Sin embargo, jamás hubo, por parte de la dirigencia revolucionaria, ahora me percato, interés en defender los derechos humanos".
"Fue una traición a un pueblo, a un ideal, a unos principios y a toda la comunidad internacional que respaldó muchísimo a esa revolución, a la que desde un primer momento la desbordaron. Se tenían unas ideas y hacían otras. Con algunos logros que no se pueden negar, eso fue un engaño desde las perspectivas democráticas y de respeto a los derechos humanos", lamentó.
Tras alinearse con La Habana y Moscú, metrópoli de la entonces Unión Soviética que desapareció en 1991, y convertirse en santuario de las guerrillas comunistas centroamericanas y latinoamericanas, la revolución sandinista sufrió un incesante asedio militar, político, diplomático y socioeconómico de Estados Unidos desde 1981, con el ascenso a la presidencia del republicano conservador Ronald Reagan.
Acorralado por varios flancos, y luego de ganar la presidencia de Nicaragua en 1984 en las urnas, Ortega perdió el poder por la vía electoral en 1990, lo que cerró el ciclo revolucionario que comenzó hace 40 años. Después de perder sucesivamente también en los comicios presidenciales de 1996 y 2001, Ortega venció en los de 2006 y en enero de 2007 asumió la jefatura del Poder Ejecutivo, para mantenerse en el cargo en cuestionadas elecciones en 2011 y 2016, y gobernar de manera consecutiva en otros dos quinquenios a partir de 2012 e inicialmente hasta 2022.
Aliados. La evocación del 40 aniversario del triunfo sandinista encontró a Nicaragua sometida a la peor crisis desde el final de la guerra, en 1990, y la más aguda del siglo XXI. Pero el régimen gobernante nicaragüense movilizó a gran número de aliados de la izquierda de América, Europa y Asia, para unirse en Managua a las celebraciones organizadas por el oficialismo.
"A 40 años de su triunfo, la Revolución Sandinista continúa siendo uno de los acontecimientos más importantes de la historia de nuestro continente", escribió el primer vicepresidente de los consejos de Estado y de Ministros de Cuba, Salvador Valdés, en su cuenta de Twitter, como jefe de la delegación cubana a los actos en Nicaragua.
"Ha sido una larga amistad y solidaridad en las relaciones bilaterales que hemos mantenido entre ambos países", añadió, al pronosticar que la meta es "seguir profundizando esas relaciones especiales".
Pese a la profunda crisis sociopolítica nicaragüense, la vicepresidenta Murillo—acusada por los opositores de ostentar gran parte del poder real en Nicaragua para reafirmarse como dinastía—convocó en un mensaje al país esta semana "a dar gracias en primer lugar por 40 años de luchas y de honor, por 40 años de infinita paciencia, prudencia, sabiduría, serenidad, reconocimiento".
"El 19 de julio de 1979 triunfa la Revolución, en Nicaragua alcanzamos la liberación, luego nos ha tocado recorrer estos caminos afianzando cada día esa libertad, esa dignidad, esa liberación, es un trabajo de todos los días", subrayó.
Crisis. A pesar de las proclamas oficialistas, Nicaragua está sumida en una crisis que estalló el 18 de abril de 2018 con protestas antigubernamentales en repudio a una reforma a la seguridad social que Ortega debió eliminar en un intento fallido por contener los reclamos populares aglutinados en distintas formas de oposición.
En vez de perder fuerza, las protestas callejeras cívicas ganaron potencia, exigieron el fin de lo que calificaron como régimen dinástico dictatorial de Ortega y Murillo y clamaron por democracia, justicia y libertad. El presidente y la vicepresidenta reiteradamente descartaron la demanda opositora: dimitir y adelantar los comicios presidenciales de 2021 a 2019.
Al agudizarse los disturbios callejeros, el dúo gobernante respondió con lo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), instancia autónoma de la Organización de Estados Americanos (OEA), definió en diversos informes como una masiva e indiscriminada represión ejecutada por fuerzas policiales y paramilitares obedientes al régimen. La violencia ya dejó al menos 325 muertos, pero Ortega aseveró que son 198.
La pareja presidencial negó ser culpable de la represión y replicó que fue víctima de lo que catalogó como golpe de Estado que las fuerzas derechistas nicaragüenses lanzaron sin éxito en su contra con apoyo de EU. En respuesta, Washington impuso una serie de sanciones económicas a la familia gobernante y a sus aliados, mientras otras medidas de castigo están en proceso de ejecución por parte de la Unión Europea y EU.
En un contexto de incesante deterioro económico, con más de 60 mil nicaragüenses en el exilio o como refugiados en Costa Rica, EU y otros países, Nicaragua avanzó en los últimos 15 meses a un inmovilismo político y con un diálogo entre oposición y oficialismo que está paralizado.
Acusados de crímenes de lesa humanidad por expertos de la OEA y sostenido por su fuerza policial y paramilitar y por el control vertical en los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral, Ortega y Murillo siguen inalterables ante el reclamo popular de democracia, libertad y justicia.
El clamor es similar al que emergió de 1934 a 1979 frente al régimen dinástico y dictatorial somocista depuesto hace 40 años, pero ahora ante otro tipo de dictadura dinástica. "La situación está bien difícil", advirtió la presidenta del CENIDH.
Núñez sentenció: "Tengo 60 años de luchar por la vigencia de los derechos humanos en Nicaragua. Tengo 80 años de edad. No quiero morirme sin ver que Nicaragua recobre la libertad, sin ver que estos traidores de la revolución y del pueblo de Nicaragua, dejen a nuestro pueblo vivir en paz".