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Nazario, el apostol del narco

La realidad contemporánea de México ha engendrado a un hombre singular, del que muy poco se sabe. Su nombre es Nazario Moreno González. Autor de una obra con pretensiones éticas, filosóficas y religiosas, este michoacano es una figura compleja: jefe de un cártel del narco y apóstol, despiadado y misericordioso, predicador de la bondad y asesino nato, mesiánico y pragmático a la vez. Fundador de La Familia Michoacana e inspirador clave de Los Caballeros Templarios, fue abatido en diciembre de 2010 por las fuerzas federales, pero dejó una herencia: un libro con tintes mesiánicos en que se regocija hablando de humildad, valentía, honradez, amor a Dios, generosidad, paciencia y otras cualidades humanas, firmado por el alterego de Nazario: El Más Loco. Un texto extravagante y alucinante que no pasaría de eso si no fuera porque su autor auspició directamente la costumbre de que sus huestes también firmaran a su manera la barbarie del narcotráfico. Junto a los cadáveres o cabezas sin cuerpo de sus víctimas se halla
  • Por: Por Humberto Padgett/Emeequis/El Mañana
  • 21 / Abril / 2012 -
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-Segunda y última parte-

"Muchachos, ánimo y nunca le tengan miedo a nada ni a nadie, al contrario hay que vencer los obstáculos con valor y decisión, siempre pensando en el éxito, porque sólo los perdedores no lo enfrentan (.)

"Convéncete de que el mundo no es un parque de diversiones, sino un ambiente de trabajo, no, no es un día festivo que se nos dio para descansar, sino un curso intensivo de aprendizaje (.) y empieza a amar a todos sin hacer preferencias y trata a la gente como te gustaría que te trataran y nunca desprecies a nadie".

El gobierno federal comenzó a combatir a los michoacanos y en julio de 2006 arreció la acometida.

Nazario se refugió en Estados Unidos, pero no por mucho tiempo.

Volvió en septiembre de ese año para llorar sobre la tumba de su hermano Eliodoro, asesinado pocos días antes en Morelia.

Por esas fechas escribió Pensamientos.

"Aquí postrado a los pies de mi propia muerte quisiera estar.

Es tanto el dolor que ya no quiero existir más, elevando una plegaria a Dios le pido me fortalezca.

Abatido le hice una petición, le pedí que me diera su perdón y me dio clemencia, le pedí me diera alegría y me dio tristeza, le pedí me diera amargura y lapidaba mi alma y me dio soledad".

En el mismo mes de la muerte de Heliodoro, a El Más Loco se le vio en La Piedad.

Viajaba en una camioneta Hummer amarilla.

Por eso también llama la atención lo escrito en esas mismas fechas en Pensamientos:

"No es más rico quien más dinero tiene, sino el que menos necesita".

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El Más Loco también era un hombre con capacidad de ordenar sobre la vida de los rivales.

Iba y venía con un hombre apellidado Valladares, su jefe de pistoleros.

"Ricardo", el informante, se hallaba tan instalado en la estructura de los narcos michoacanos que asistía a sus reuniones, muchas sostenidas, según él menciona, en el restaurante Los Caporales de Morelia, a 300 metros de la Casa de Gobierno de Michoacán.

Un encuentro ocurrió a principios de 2003.

La conversación se centró en un problema ocurrido en los ranchos Los Mendoza y La Tupitina, sitios de descarga y almacenamiento de cocaína.

Los narcotraficantes se decían robados por unos albañiles trabajadores de las fincas.

"El Chayo ordenó la ejecución de entre 10 y 12 de ellos", relató "Ricardo" en su testimonio de 2008.

No fue la única ocasión.

Según el mismo testigo, Nazario ordenó a principios de 2004 asesinar a un miembro del Cártel del Milenio.

El expolicía dio más detalles sobre la vida de Nazario en 2008.

El Más Loco, predicador del perdón, la humildad y la discreción, vivía bajo la protección de 80 hombres en un ranchito de Tancítaro convertido en una fábrica de metanfetaminas.

El Más Loco se apersonó vestido con uniforme militar a la reunión.

Tenía la cabeza tocada con una boina negra y en su cintura destacaba una pistola.

Recorrió con la mirada a los convocados, todos empresarios aguacateros y fruteros de Pátzcuaro, Tacámbaro, Villa Madero, Acuitzio, Salvador Escalante y otros.

Ese 13 de julio de 2010 se encontraban reunidos en el restaurante Los Escudos de Pátzcuaro y el líder de la Familia Michoacana mostraba un rostro severo.

Sus invitados debían cooperar para continuar con la lucha.

"No tienen de qué preocuparse.

Yo tengo el control de las autoridades locales y cualquier problema con la policía del estado o federal yo se los resuelvo.

"He tenido que matar y mandado matar a muchas personas que no han querido entender que La Familia está por encima de todo y todo tiene un costo y todos y cada uno de ustedes tienen que aportar", conminó el narcotraficante, según un documento confidencial del gobierno también en poder de este medio.

La reunión, según ese reporte, fue convocada por un priísta de nombre Valentín Rodríguez, identificado por la policía federal como un viejo colaborador del capo Amado Carrillo, líder del Cártel de Juárez.

En las investigaciones policiacas se subraya que Nazario ordenó la muerte del vocalista del grupo musical K-Paz de la Sierra, asesinado con extrema crueldad.

También que ordenó la dispersión de cinco cabezas arrojadas en un bar de Uruapan.

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En los Pensamientos de Nazario puede hallarse elementos clave del código de conducta del cártel conocido como Los Caballeros Templarios, creado luego de la muerte de Nazario y producto de la escisión del grupo fundador de La Familia.

Se trata de un nuevo documento propagandístico repartido no sólo entre los miembros de la organización, sino entre civiles de al menos Morelia, Apatzingán y Huetamo.

"Esta lucha es por tu gente, por mi gente; por nosotros mismos y por nuestras futuras generaciones", explica el código de Los Caballeros, una de cuyas normas es que no hay forma de renunciar a él.

Se pertenece de por vida a la organización.

El código establece que los integrantes del grupo, surgido el 8 de marzo de 2011 -meses después la supuesta muerte de Nazario-, se encuentran obligados a cumplir el código y que su "misión principal" es "proteger a los habitantes y al territorio sagrado del estado libre, soberano y laico de Michoacán".

El documento, profusamente ilustrado con imágenes de caballeros medievales caracterizados con la cruz roja patada en el pecho, incluye de entrada el juramento de iniciación de quien ingresa a Los Caballeros Templarios:

''Juro delante de todos, vivir y morir con honor.

Juro combatir la injusticia y socorrer a mi prójimo.

Juro, igual en el combate como en la paz, que ningún caballero será considerado por mí como enemigo.

Juro fidelidad al temple y esforzarme por perpetuarlo.

Juro respeto a los demás, veneración a las madres, protección a los niños o los ancianos, asistencia a los enfermos y a los necesitados.

Juro respetar la fe de otros y buscar más la verdad que la gloria, el honor que los honores.

Si por desgracia yo traicionara mi juramento, ruego ser ejecutado por la orden como un traidor''.

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El código de los narcotraficantes michoacanos tiene un claro precedente: la Regla Templaria que reguló la conducta de la orden religiosa surgida hacia 1118 en Jerusalén con el propósito inicial de proteger a los peregrinos en camino hacia el oriente.

En la creación de La Regla Templaria tuvo participación directa Bernardo de Claraval, influyente clérigo del siglo XII.

En sus 72 preceptos se ordenan aspectos monacales y militares y se pretende resolver la coexistencia de ambas condiciones en un mismo hombre, como Nazario pretendió hacerlo respecto a la contradicción de dedicarse al narcotráfico, cometer despiadados asesinatos y, al mismo tiempo, predicar el amor, la humildad y el bien al prójimo.

La Regla Templaria exige con reiteración, como ocurre en Pensamientos, la observancia de la humildad.

También establece la guarda del silencio: "La vida y la muerte están en poder de la lengua".

Prohibía el relato de las "locuras" cometidas por los hermanos durante su vida secular, restricción especialmente dedicada a comentar "los placeres de la carne".

Si los Pobres Caballeros de Cristo, como en sus inicios se llamaron los caballeros templarios medievales, se constituyeron en una orden reconocida por el papa fue gracias al documento propagandístico escrito y promovido por Bernardo de Claraval, doctor de la Iglesia en Francia y amigo personal del fundador del Temple -como también se nombran los michoacanos.

En su Elogio de la nueva milicia templaria, Bernardo resolvió el problema teológico que suponía la contradicción de ser, a la vez que monjes, guerreros que asesinaban.

Y estableció que a los votos monacales de obediencia, pobreza y castidad, se agregara el de la caballería.

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La estructura de este cártel está conformada por un comité máximo a cuyos integrantes se les llama "apóstoles".

Les siguen los "predicadores"; los responsables de sector, encargados de regiones o plazas; los administradores, que fungen como contadores, pagadores de funcionarios públicos y elementos de la organización y asesores legales, y los encargados de células, operadores de los sectores productivos y de los municipios controlados.

Al final están los "guerreros celestiales", sicarios y policías, la cara feroz de la organización, delincuentes de poca monta y adictos detectados en centros de rehabilitación relacionados con el propio cártel.

Tras pasar un programa de desintoxicación que subraya los pasos cuatro y cinco de Alcohólicos Anónimos -relacionados con la elaboración de un inventario de faltas de carácter y morales y su posterior confesión-, son evaluados de acuerdo a sus aptitudes para su integración en la organización.

Estos centros de ayuda, según la Secretaría de Seguridad Pública Federal, sirven además para el lavado de dinero.

Algunos de los albergues que funcionan como centros de rehabilitación del cártel son Grupo Nuevo Horizonte, así como Gratitud y Esperanza de Vida, en el que se encontró el ejemplar de Pensamientos de El Más Loco.

Los seleccionados inician un proceso de terapias motivacionales y adoctrinamiento cristiano evangélico.

Luego de ello son llevados a campos de entrenamiento en la sierra michoacana para el manejo de armas.

Sólo después de ello, son iniciados en un ritual que retoma la parafernalia caballeresca.

El sistema de castigos de Los Caballeros Templarios consta de tres etapas o advertencias.

En la primera, el penitente es internado en un centro de rehabilitación durante tres días.

En la segunda, el castigado nuevamente es recluido en un centro de rehabilitación, pero en aislamiento durante 12 días.

Es vendado de los ojos, amarrado y colocado en posición de Cristo, pose en que recibe 12 tablazos frente a sus demás compañeros.

La tercera es la ejecución.

Los caballeros realizan un ritual de muerte frente a los compañeros de célula del condenado y los jefes regionales.

Se expone su deslealtad a la organización y, tras un juicio sumarísimo, se le invita a rezar por su descanso para luego ser ejecutado por la persona que lo invitó a la organización o, en ausencia de éste, por el apóstol o predicador.

Tras la muerte de El Más Loco, sus herederos confeccionaron un escudo de armas, como lo tuviera cada uno de los maestres de la antigua Orden del Temple.

En el caso de los michoacanos es un blasón con otro interior acuartelado sobre fondo rojo.

En el cuarto inferior se aprecia una maza cruzada con un hacha; a su lado, una cruz roja y patada, característica de los monjes guerreros medievales.

En la esquina superior del símbolo aparece una pintura con el rostro de Jesucristo con el cabello largo y los ojos azules.

Y a su lado está una fotografía en blanco y negro de Nazario Moreno González.

Una imagen de su apóstol.

Del apóstol del narco.

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