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Mexicanos crean papel con colillas de cigarro

CIUDAD DE MÉXICO.

Mexicanos crean papel con colillas de cigarro

Cuando Paola Garro y "Polo" Benítez convocan a una colecta de colillas en un parque público, recogen uno por uno los filtros y los guardan en un garrafón de PET para después llevarlas a su laboratorio: la casa de "Polo". Para protegerse de las sustancias tóxicas que contienen sólo usan un cubrebocas y unos guantes de látex.

A este llamado se suman conocidos, familiares y amigos, personas que sin conocerlos, desean ser parte de la iniciativa. En media hora, el garrafón de PET se llena de colillas, consiguen más de dos kilos. Según los cálculos de Eco Filter, en cada kilo hay 2 mil 400 colillas.

Leopoldo, a quien de cariño sus amigos llaman "Polo", descubrió un potente hongo que degrada las colillas. A partir de ese hallazgo, los dos jóvenes mexicanos crearon la microempresa, su objetivo es reutilizar deshechos y evitar la tala y la contaminación de mantos acuíferos. "Queremos hacer una revolución del papel. No cambiar la manera de hacerlo, si no el material del que se hace", dice "Polo".

En México hay 14 millones de fumadores que consumen un aproximado de 250 millones de cajetillas de cigarros al año, lo que se traduce en 50 mil millones de colillas. La mayoría no termina en un bote de basura, sino en las calles, playas, bosques, según datos de la Secretaría de Salud.

Consciente de la gravedad del tema, Leopoldo, que estudiaba Biología en la UNAM, pensó en posibles soluciones "cuando pensé de qué debía hacer mi tesis, se inundó la tarja del laboratorio. Me acerqué a limpiarla y vi el caos que provocaban sólo cuatro colillas, me llevé la idea y pensé en cambiar el material".

Finalmente, el estudiante encontró una forma para acelerar la degradación de las colillas, que en condiciones normales tarda hasta 25 años.

"Encontré que hay hongos que crecen en la madera en lugares como Toluca y Michoacán" detalla el joven.

Con dos biólogos de la UNAM, inició un equipo para expandir el proyecto. Luego se sumó Paola, administradora de la Universidad Tecnológica de México, ella propuso convertir la idea en un negocio verde.

Aunque en otros países existen iniciativas similares, notaron que no sabían qué hacer con los deshechos tras recolectarlos, aun cuando se trata de residuos tóxicos. En México ni si quiera existía conciencia de que requieren un manejo especial. "Nos dijeron una y otra vez: México no está listo para eso. Llévenselo a otro lugar del mundo. ¿Cómo es posible que los propios mexicanos te saquen?", dice Paola.

La idea que cambió a Colombia

Cuando la tesis de "Polo" fue publicada cobró cierta fama, pero el grupo no tardó en disolverse, pues todos se enfocaron en sus propios proyectos.

"Polo" comenzó a trabajar como especialista en aguas residuales dentro de una fábrica automotriz. Cuatro años después recibió un llamado por Linkedin. Tatiana y Santiago, dos jóvenes colombianos, leyeron su tesis y querían reciclar colillas usando el mismo método en su ciudad.

El joven no lo pensó demasiado y decidió renunciar a su empleo, compró un boleto de avión a la ciudad de Pereira, en Colombia y junto a su socia viajó al país sudamericano para discutir una alianza estratégica.

"Tienen una captación de colillas impresionante, colectan hasta 30 mil colillas en un día, pero no sabían qué hacer con ellas, por eso fuimos a visitarlos y tras un acuerdo legal, comenzaron a realizar el proceso con sus medios", relata "Polo".

De este modo crearon la iniciativa "Mi colilla, nuestra Ciudad", que colocó 60 contenedores y en menos de un año aumentaron a 100 puntos. "Nos apoyamos mutuamente. Ellos usan nuestro proceso y nosotros podríamos usar su modelo de captación", comenta "Polo".

Una fábrica de papel casera

"El hongo con el que trabajamos es superpotente, crece en la Sierra de Michoacán. No hace daño a la gente, no puede degradar la piel, o un ojo. Es como una vaca que sólo se alimenta de celulosa", explica "Polo".

El hongo degrada hasta un 30% de la colilla, le quita por completo su toxicidad y el olor a cigarro.
En el hogar de "Polo" almacenan las colillas, a pesar de que cada pequeño filtro está diseñado para capturar hasta siete mil sustancias tóxicas, dañinas para la salud.

Según datos de la organización Ocean Conservancy, una colilla en el piso contamina hasta ocho litros de agua de mar y 50 litros de agua potable ya que libera grandes cantidades de tóxicos. Sin embargo, en el proceso, "Polo" y Paola sólo ocupan un mililitro de agua por cada colilla procesada.

Los jóvenes quieren llevar a cabo la recolección en cantidades industriales para mitigar en mayor medida la contaminación. Pero por ahora no pueden pagar una planta. "Ahorita estamos haciendo cuadernos aquí en la casa, los vendemos en ferias de ciencia y eventos ambientales", dice "Polo".

"Estamos buscando una inversión de 1 millón de pesos para una planta. Queremos que los empresarios vean lo que se puede hacer a nivel industrial". Una planta podría reciclar hasta 20 toneladas cada año. Aseguran que por cada tonelada, se evitaría la tala de 14 árboles. Por ahora, gracias a los premios obtenidos, cuentan con 120 mil pesos que serán invertidos en la compra de un terreno.

"El emprendimiento nunca va a ser fácil. La mayor parte se ha financiado con amigos y dinero propio", comenta Paola, quien además trabaja como agente de seguros para costear los gastos que la empresa requiere y seguir su sueño de crear conciencia.

"Educación ambiental es decirle a los fumadores: hazte responsable sólo de tu deshecho. No lo tires en la calle, en la coladera o en la taza del baño, eso es lo primero", dice Paola.





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