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Merkel pide unidad en CDU

El centroderecha alemán elige este viernes nuevo presidente tras 18 años bajo la dirección de la canciller

Habló Angela Merkel y la gran sala del palacio de congresos de Hamburgo la despidió en pie con nueve minutos largos de aplausos. La política que ha dirigido con firmeza el centroderecha alemán durante 18 años ha dicho adiós a su partido. “Ha llegado el momento de pasar a una nueva etapa”, dijo la canciller, que planea continuar como canciller de Alemania hasta 2021. “Gracias, jefa”, se leía en unos carteles naranjas que llenaron este viernes la sala en la que se celebra el congreso del partido. Deja de ser presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU); un partido dividido que este viernes elige a su sucesor y que atraviesa horas bajas, con una evidente pérdida de apoyos y presionado a la derecha por la irrupción de la extrema derecha. “Deseo que salgamos motivados y unidos. Confío en que lo conseguiremos”, dijo la canciller en su intervención, previa al discurso de los dos hombres y la mujer que aspiran a sucederla.

Merkel pide unidad en CDU

En la CDU convive un intenso deseo de cambio y renovación con la esperanza de que la nueva figura sea capaz de unir a un partido fracturado principalmente por la crisis migratoria que comenzó en 2015 y que ha resultado en la llegada de un millón y medio de demandantes de asilo a Alemania. Parte del partido acusa a Merkel de haber perdido el control de las fronteras del país.

Quieren los militantes y delegados de la CDU que el nuevo presidente sea capaz de frenar la sangría de votos en el partido. El 41,5% que la CDU logró en 2015 parece ahora una ensoñación. Las encuestas de intención de voto indican que de celebrarse hoy las elecciones, obtendría un 27,5% de los votos.

El problema es que renovación y cohesión no son ambiciones necesariamente compatibles a la vista de los candidatos. Si Merz o incluso Spahn representan más o menos lo nuevo, son a la vez figuras que polarizan mucho y difícilmente podrían ejercer de puente en el partido. AKK, por el contrario, es la figura de consenso, capaz de arropar a las distintas corrientes que cohabitan en la CDU, pero a la vez simboliza el aparato más tradicional del partido y hasta cierto punto, la continuidad de la era Merkel.

En la gran sala del palacio de Hamburgo se respiraba la mañana de este viernes un ambiente efervescente. Desde 1971 no había habido una elección semejante y desde primera hora de la mañana los delegados fueron tomando asiento. “Esto es muy emocionante. Hacía años que no teníamos esta oportunidad. Este puede ser un congreso histórico”, dice Sabine Verheyen, mientras toma asiento. Representa a Renania del Norte-Westfalia, la delegación más numerosa y cree que lo importante es “votar a alguien que pueda organizar y unir al partido, alguien que sea capaz de trabajar con Merkel en la actual gran coalición de Gobierno. Este país necesita estabilidad”. Esa persona es para ella AKK. “No es una mini Merkel como dicen, en muchos aspectos es más conservadora que ella”, sostiene.

Andre Kuper, jefe de filas del grupo en Renania del Norte y también delegado, reconoce que “hay un resentimiento muy fuerte en el partido contra Merkel por haberse alejado de los valores tradicionales conservadores”. Cree que Merz es capaz de recuperar votos para la formación, pero también piensa que su riqueza –es un candidato millonario, con dos aviones en propiedad– le aleja del ciudadano medio.

Otros, como Kristi Waldhem, de Hannover, ha decidido esperar a escuchar a los candidatos en Hamburgo. “Queremos a alguien cuya propuesta no sea luchar contra Merkel, sino aportar contenidos y un perfil para el partido”, explica.

Kramp-Karrenbauer es la política designada por Angela Merkel para sucederla al frente del partido. En febrero fue nombrada secretaria general de la CDU en un primer salto a la política nacional. AKK tiene una dilatada experiencia en el Gobierno regional del Sarre, un pequeño Estado al oeste del país, donde ha sido ministra de Interior regional y jefa del Gobierno de Sarre. Su elección implicaría una transición ordenada, con Merkel al frente de la cancillería.

Merz es el hijo pródigo que vuelve al partido después de 10 años en el sector privado. Representa a quienes desean que el partido vuelva a sus raíces, porque cree que la socialdemocratización de Merkel les ha llevado a un descalabro en las urnas. Dice que quiere dar un perfil más definido al partido, distinguirlo de otras formaciones, es decir, de la socialdemocracia (SPD) con la que la CDU gobierna en gran coalición. Promete recuperar también los votos migrados a la extrema derecha. Pero aglutina también el descontento con la gestión de Merkel en los últimos años. Es el candidato de la venganza, rival histórico de la canciller, que lo relegó en 2002, cuando era jefe del grupo parlamentario.

En la recta final de la carrera sucesoria se ha hablado mucho de cómo recuperar a los votantes que se han pasado a la extrema derecha y el discurso de los aspirantes se ha contagiado de los temas con los que triunfan los extremistas, principalmente la inmigración. Es cierto que en las generales de 2017, un millón de votantes de la CDU migraron a la extrema derecha, pero también es verdad que esa es una cifra algo menor de la suma de los votos que el centroderecha recibió de antiguos votantes de la socialdemocracia y Los Verdes (1.120.000). Es decir, el viraje al centro de Merkel sumó más que restó.




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