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Los últimos supervivientes de la especie humana más longeva

Un nuevo análisis de restos de 'Homo erectus' encontrados en Indonesia en la década de 1930 sugiere que vivieron en la misma época que los 'sapiens' y que pudieron hibridarse con ellos

Después de casi dos millones de años de existencia, los  Homo erectus, la que probablemente sea la especie humana más longeva (los  Homo sapiens llevamos sobre la Tierra 300.000 años como mucho), estaban pasando dificultades. El último grupo conocido de estos homínidos lo encontró un equipo holandés en los años 30 del siglo XX, en la isla indonesia de Java, cerca de la localidad de Ngandong. En una terraza que se eleva veinte metros sobre el río Solo, W. F. F. Opeernoorth y sus colegas encontraron doce tapas del cráneo y dos tibias de un tipo avanzado de  Homo erectus, con una capacidad cerebral mayor que la de otros de sus parientes. Ninguno de ellos tenía la base del cráneo y se especuló con que se hubiese arrancado, en un ancestral caso de canibalismo, para extirpar el cerebro.

Los últimos supervivientes de la especie humana más longeva

El misterio no se ha resuelto, pero hoy, al menos, un grupo internacional de científicos publica en la revista  Nature un trabajo que encuadra el momento en el que murieron aquellos “últimos  erectus”. La dificultad de datación de los fósiles y las deficiencias de las técnicas paleontológicas de hace casi un siglo dejaban espacio a una incertidumbre excesiva sobre la edad de los restos. Los  erectus de Ngandong podían haber muerto hace tan poco como 25.000 años y tanto como 600.000. La reconstrucción del yacimiento original y su datación con la última tecnología, liderada por Rusell Ciochon, de la Universidad de Iowa (EE UU) y Kira Westaway, de la Universidad Macquarie en Sidney (Australia), sitúa los últimos días de los humanos del río Solo en un periodo entre hace 117.000 y 108.000 años.

Las nuevas fechas confirman que los  Homo erectus vivieron durante casi un millón y medio de años en la isla de Java, en una región del planeta que, según apunta José María Bermúdez de Castro, codirector de los yacimientos de Atapuerca, “se convirtió en un laboratorio para la evolución humana”. Las islas de Indonesia, donde también se encuentra Flores, el hogar de esos homínidos bajitos que se compararon con los  hobbits, permanecían conectadas al continente cuando bajaba el nivel del mar. Después, cuando subía, aquellos grupos humanos quedaban aislados y tomaban caminos evolutivos propios, incrementando su capacidad craneana, como los humanos de Solo, o disminuyendo su tamaño, como hacen muchos animales cuando viven en islas e hicieron los  Homo floresiensis o los  Homo luzonensis, otra especie de humanos pequeños que vivieron en la isla de Luzón, en Filipinas.

En la época en la que aquellos últimos  Homo erectus conocidos vivían en la isla de Java, en la misma región del mundo convivían, probablemente, seis especies humanas distintas. Los  erectus eran el “pueblo originario”, indonesios desde hacía millón y medio de años, y junto a ellos se encontraban los que probablemente sean versiones suyas reducidas,  luzonensis y  floresiensis. En el continente, los neandertales y sus parientes asiáticos cercanos, los denisovanos, tenían hijos entre ellos y también junto a los  Homo sapiens, los últimos humanos en llegar y los únicos que sobreviven hoy.

Según cuenta Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, la confirmación de que había  Homo erectus en una época tan tardía puede acercarnos aún más a esta especie, no solo como ancestro evolutivo. “La paleogenética nos ha enseñado sobre las hibridaciones entre neandertales y  sapiens, entre denisovanos y  sapiens o neandertales y denisovanos, pero en esos análisis genéticos, a veces aparece un componente genético de una especie arcaica desconocida, concretamente en análisis de restos encontrados en Papúa Nueva Guinea”, recuerda Rosas. “Estas nuevas dataciones de  Homo erectus dan más crédito a la suposición que hacíamos muchos de que esa tendría que ser la especie que aparecía en los análisis”, afirma.

En el sudeste asiático, los restos más antiguos de nuestra especie tienen unos 60.000 años, pero los nuevos descubrimientos en los yacimientos de la región no hacen descartable que ya hubiesen llegado cuando aún existían los  erectus. En este caso, como en gran número de extinciones de grandes animales y de especies humanas, los  sapiens aparecen en las listas de principales sospechosos. Pudieron reproducirse con ellas antes de aniquilarlas.

Un estudio publicado en  Nature en 2016 señalaba la sugerente coincidencia de que la extinción del  hobbit de Flores coincidía con la llegada de nuestra especie a la isla. En el caso de los neandertales, Bermúdez de Castro señala que las últimas teorías plantean que la dureza del último periodo glacial había dejado tocados a aquellos humanos, con los que convivimos hasta hace menos de 40.000 años. “Es posible que los neandertales se autodestruyeran y que los  sapiens que salieron de África en aquella época se encontrasen una especie debilitada desde el punto de vista genético. Los análisis paleogenéticos nos dicen que tenían una uniformidad genética que es letal para una especie”, afirma el investigador del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH). En cualquier caso, Bermúdez de Castro considera que “nosotros somos responsables de estar solos ahora mismo en el planeta”.

Rosas coincide en que es innegable que después de decenas de miles de años en las que coincidieron sobre el planeta varias especies humanas, hace unos 50.000, los  sapiens se quedan solos. “Yo me resisto a esa idea de la evolución lineal en la que pasamos de una especie inferior a otra superior con los  Homo sapiens en la cúspide y la pervivencia de los  Homo erectus mientras había  sapiens sobre la Tierra contradice ese esquema”, apunta el investigador del CSIC. “Sin embargo —concluye Rosas—, el hecho es que algo sucede, porque ahora solo estamos nosotros, y es algo que yo atribuyo a nuestra capacidad para sobrevivir y, sobre todo, para dejar más descendientes, y es una capacidad que atribuyo en última instancia a unas relaciones sociales que se establecen a partir de capacidades cognitivas nuevas”.



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