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Los manifestantes se organizan para apoyarse

A unas cuadras de distancia, grupos de manifestantes jóvenes le arrojaban piedras a la policía

Los manifestantes se organizan para apoyarse

Un helicóptero militar sobrevolaba la zona mientras un payaso voluntario con una nariz roja de hule entonaba una canción de disparates a niños que reían afuera de un teatro público.

Voluntarios en el interior entregaban jugo y sándwiches a integrantes de la etnia shuar recién llegados de la selva del Amazonas. Algunos tenían pintura negra en el rostro y lanzas de madera talladas a mano que sobresalían encima de los manifestantes indígenas, los cuales han tomado el amplio complejo operado por el Estado conocido como Casa de la Cultura.

A unas cuadras de distancia, grupos de manifestantes jóvenes le arrojaban piedras a la policía. El viernes por la tarde, los combatientes callejeros llegaron a la entrada principal de la Asamblea Nacional antes de que fueran repelidos con gases lacrimógenos en el quinto día consecutivo de enfrentamientos en el corazón de Quito, la capital.

Este es el principal campo de la batalla por el control del futuro económico de Ecuador, un exmiembro de la OPEP profundamente endeudado por una década de elevado gasto gubernamental y la caída en los precios del petróleo. Con una deuda de 64.000 millones de dólares y un déficit anual de 10.000 millones, el presidente Lenín Moreno está subiendo los impuestos, liberalizando las leyes laborales y recortando el gasto público para poder obtener más de 4.000 millones de dólares en financiamiento de emergencia del Fondo Monetario Internacional.

Como parte de ese plan, Moreno eliminó un subsidio al precio de los combustibles el 2 de octubre, lo que hizo que la variedad de gasolina más popular se elevara de 1,85 a 2,39 dólares el galón, y el diésel de 1,03 a 2,30. El pánico y la especulación provocaron un alza enorme en los precios, y los costos de algunos productos _ las papayas y las tarifas de los autobuses rurales, por ejemplo_ se duplicaron o más.

Los pobladores indígenas de Ecuador, destrozados por la pobreza y desatendidos por los programas gubernamentales, estaban furiosos. Durante la semana pasada, miles de shuar, saraguro, quechua y otras etnias indígenas llegaron a Quito desde lo profundo de la Amazonía y desde los poblados en los Andes ecuatorianos. Acamparon en la Casa de la Cultura, el parque vecino llamado El Arbolito y tres universidades, respaldados por miles de manifestantes de Quito y las zonas circundantes.

Al menos una vez al día, hombres jóvenes con palos y piedras avanzan hacia la legislatura e intentan tomarla, como lo han hecho cuando menos una vez esta semana antes de ser repelidos con gases lacrimógenos.



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