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Miguel Romero y Anastasia Moreno, ladrones estrambóticos en Reynosa (1846)

Durante finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX, algo muy parecido ocurría durante las depredaciones de los lipán apaches y comanches en las Villas del Norte y sus ranchos a lo largo del río Bravo. En esos saqueos, los indígenas se llevaban hacia el norte de Texas cosas grandes como cabras, borregas, vacas, caballos y en algunos casos mujeres y niños

De acuerdo con la psicología forense moderna, los ladrones en sus actuaciones consideran elemental la rapidez, el no ser descubierto y el no dejar pistas. Llevarse en unos cuantos minutos los objetos pequeños más valiosos del predio indicado, sin que las víctimas se enteren de su presencia o que puedan ser rastreados tiempo después.

Corma o Cepo formado por dos piezas de madera que se ponían en los pies de los prisioneros para impedirles andar libremente, parecido con el que aseguraron a Anastasia Moreno en Reynosa.Miguel Romero y Anastasia Moreno, ladrones estrambóticos en Reynosa (1846)

En seguida narramos sobre un robo ocurrido en Reynosa en octubre de 1846. El 10 de junio de ese año, la villa había sido tomada por un batallón de 300 soldados del 1er Regimiento de Infantería del ejército de los Estados Unidos, al mando del teniente coronel Wilson S. Hamilton. Esto antes que las fuerzas del general Zacarias Taylor tomaran Monterrey en septiembre de 1846, durante la intervención estadounidense en México.

Lo curioso del robo de octubre de 1846 en Reynosa es que poco tiene que ver con los perfiles de la policía moderna sobre robos. Sobre todo, en lo que el ladrón debe ser sigiloso, no ser descubierto o dejar rastro alguno.

Luis Guerra Cavazos

Don Luis Guerra era un viudo de más de 44 años de edad residente de la villa de Reynosa, quien él mismo declaró ser de oficio de campo. De acuerdo con el expediente de la Serie de Causas Criminales que se encuentra en el Archivo Municipal de Reynosa (AMR), podemos inferir que él tenía una posición económica acomodada dentro de sociedad de este pueblo. Ya que, él era propietario de una casa donde se guardaban artículos y posesiones de cierto valor pecuniario.

Por algunos días en el mes de septiembre de 1846, el Sr. Guerra salió de Reynosa para su rancho a disfrutar la licencia que le había concedido la autoridad de Reynosa. Recordemos que por ese tiempo México se encontraba en guerra contra el país vecino. Contiguo a su casa había un jacal donde vivía la Sra. Anastasia Moreno, quién se encargaba del cuidado de la propiedad.  

El miércoles 30 de septiembre, don Luis Guerra retornó a su casa en Reynosa. La semana anterior había acontecido la infausta “Batalla de Monterrey”, esto durante la ocupación estadounidense de México. Encontró que un postigo de la puerta que daba a la sala de su hogar lo habían falseado, demostrando que había sido desde afuera.

En ese momento registró en su casa los baúles y una alacena, en la cual tenía algunos efectos de ropa. Pronto identificó que le faltaban diferentes piezas de telas: cinco de imperial, cinco de “jaman”, diez de manta, media pieza de indiana francesa color de rosa, media de mezclilla azul, veinte varas de “puntivi” fino (material de alta calidad que se fabricaba especialmente en Francia), media pieza de indiana francesa morada y doce paquetes de carretillos de hilo. Especulamos por estos datos en el expediente del AMR, que don Luis Guerra se hubiese dedicado en esos años al comercio de lienzos de telas en la villa de Reynosa, además de ser hombre de campo como lo declaró en su deposición ante el Juez de la villa.

Vio también que en el baúl de su ropa le faltaban siete camisas de tela royal fino, una de ella con vuelos y en la orilla con encaje fino, y otras dos camisas de indiana celeste. Además, notó la ausencia de cuatro pares de calzoncillos blancos de “osca”. Asimismo, ya no encontró seis sábanas: tres de manta y otras tres de tela imperial.

Entre las posesiones de valor que habían desaparecido de la casa estaban un dedal de oro, un tenedor y una cuchara de plata de gran tamaño, además de un costalito de labor de lana y algodón, el cual tenía adentro treinta pesos fuertes del águila. En ese momento se puso indagar sobre el robo y no tuvo tiempo para ver que más le faltaba.

Las indagaciones

Don Luis Guerra Cavazos pronto salió a la calle a preguntar e investigar sobre el robo de su casa. Fueron José María Rodríguez y Dionicio Hernández que le dieron los primeros indicios de lo que había sucedido en su casa. Estos le contaron que la mujer que vivía en su jacal, Anastasia Moreno, le había llevado a la mujer Prudencia Lira un costal lleno con ropa; pensaban éstos que quizá era con el fin de que se lo escondiera.

Le relataron los dos hombres que, la misma Anastasia le había dado a la mujer del vecino Jesús Robledo un peso del águila y un retazo de género blanco, pero al principio no le mencionaron la razón. También le explicaron que había visto a Miguel Romero, el individuo que vivía con la referida Anastasia, vendiendo una pieza de tela imperial. Ambos informantes pensaban que sin duda la había comprado don Juan de Ochoa, pues a éste lo vieron entrar con ella a su casa, de donde ya no salió.

Los informantes, Rodríguez y Hernández, le explicaron al afectado que ellos habían estado en el jacal donde vivía Anastasia. Ahí vieron a ella y a Miguel gastar algún dinero del águila para comprar chocolate, chivos y otros antojos. El hombre y la mujer habían también pagado un bautismo de lujo en la Iglesia de Reynosa

Los confidentes observaron un comportamiento estrafalario entre la pareja de ladrones. Miguel Romero era el sirviente de Ignacio Agado, un vecino de Reynosa. Miguel Romero no solo empezó a pagar a otros individuos para que fueran a desempeñar el quehacer que su amo le tenía destinado. Con el botín adquirido también le empezó a pagar $4 reales diarios a su amo para no asistir a su trabajo.

Con el mismo corte excéntrico, la Sra. Anastasia Moreno empezó a pagar aguadora, lavandera y quien le preparara la comida. Las mujeres mencionadas arriba, la mujer de Jesús Robledo y Prudencia Lira, fueron las que la asistieron con estas tareas. A ellas en realidad les pagó por sus quehaceres con las mismas telas y una moneda del águila.

El día siguiente 1 de octubre de 1846, don Luis Guerra Cavazos con esa relación que le dieron sus informantes pasó a ver al alcalde 2º, para que aprehendieran a Miguel Romero y a Anastasia Moreno, pidiendo que se catearan las casas en donde podía hallarse lo robado. Ese mismo día, el alcalde 2º, Pedro de los Santos en función de Juez, ordenó el cateo de las casas en donde se sabía se encontraban los efectos robados.

El Juez declaró a Miguel Romero y Anastasia Moreno cómplices en el robo que hicieron en la casa de Don Luis Guerra Cavazos, de dinero y de efectos de ropa. El Juez Pedro de los Santos mandó que el primero se asegurase con un par de grillos y la segunda con una corma, poniéndose incomunicados hasta que rindieran su declaración. Para entonces su forma errática de deshacerse del botín pondría en aprietos a un número de vecinos de la villa. En una próxima nota de este matutino contaremos lo que le sucedió a este par de ladrones estrafalarios en Reynosa.

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Ese año de 1846, el general Zacarías Taylor dirigió la invasión por parte de Estados Unidos en el noreste de México, en Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila.



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