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La muerte de Marcelino Villarreal

El juez y sus acompañantes, dieron fe de haber visto a distancia de 15 pasos del cadáver, a un toro muerto; tenía dos balazos, uno en el codillo y el otro, como cosa de cuatro dedos debajo de los ojos y arriba de las narices

Lista de las prendas recogidas en el paraje "El Remendado".La muerte de Marcelino Villarreal

Eran las nueve de la mañana del día 19 de octubre de 1810, cuando José Salvador López y su compañero Victorino Guajardo, se metieron en un monte en el paraje "El Remendado", que se encontraba dentro de la extensa jurisdicción de la antigua Reynosa. En ese lugar, andaban recolectando o cosechando grana, el insecto conocido como cochinilla. Este servía como colorante natural, utilizado por los pobladores nativos desde tiempos prehispánicos. Un colorante rojo exportado desde la Nueva España al nuevo mundo, casi tan valioso como el oro y la plata.

En el expediente de la Serie de Causas Criminales, en la Sección de Justicia del Archivo Municipal de Reynosa, se menciona que ambos hombres buscaban también reses mesteñas, animales salvajes sin dueño para cazar. Las carneadas fueron una importante tradición durante la Colonia, en especial hacia el litoral costero, donde se propagaban solos los caballos y las vacas salvajes.

En el monte, de pronto se encontraron con un cadáver totalmente desecho e irreconocible, el cual tendría un mes y veinte días de muerto, le calculaban poco más o menos. Debido a su estado, no pudieron descifrar quién fuera el difunto. Ambos compañeros, inmediatamente decidieron pasar a dar parte al juzgado de Reynosa. En ese tiempo, la villa tenía un poco más de ocho años de que la habían trasladado a la Loma de San Antonio, en lo que es actualmente la zona centro de la moderna ciudad.

Salvador y Victorino dieron parte al juez de Reynosa, don José María Ballí, al siguiente día 20 de octubre, a eso de las 7:00 de la noche. El justica se encontraba malo de salud para andar a caballo, por lo que le dio comisión al cabo de la compañía, Eligio Cavazos, para que pasara con testigos de asistencia a dar fe del cadáver en "El Remendado". Es probable que en al siguiente día partiera de la villa Eligio Cavazos con los testigos Casimiro de la Garza y Justo Cantú y otras personas no identificadas; con ellos, iban guiándolos Salvador López y Victorino Guajardo.

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Calzones utilizados a principios del siglo XIX con el tapabalazos, como los que traía el difunto Marcelino Villarreal.

LA COMISIÓN

Fue como las 6 de la mañana del 22 de octubre cuando el juez comisionado declaró haber llegado al paraje "El Remendado", en compañía de testigos de asistencia y demás acompañantes. Allí dieron vista al cadáver que estaba contra un ébano entre el monte, todo desecho e irreconocible; notaron que tenía bastante tiempo de muerto. El lugar se encontraba como a 30 leguas distante de la villa. 

La comisión, al revisar los fragmentos de evidencia en las inmediaciones de los huesos del cadáver, el juez declaró que él, así como Justo Cantú, reconocieron que era un vecino de la villa, llamado don Marcelino Villarreal. Al ver esto, el juez comisionado mandó que todos se echaran pie a tierra.

Siguiendo el protocolo de esos tiempos, el juez Eligio Cavazos tomó el bastón de mando con toda la formalidad que preveía la ley y ante los presentes se dirigió al cadáver en tres ocasiones, con las siguientes palabras: "Marcelino Villarreal, en el nombre del Rey (Q. D. G.), ¡dime quién te mató!".

Al ver Eligio que nadie de los presentes hizo indicación alguna sobre la muerte del difunto, mandó que echasen los huesos en un costal de ixtle para conducirlos a la villa para darles sepultura; al mismo tiempo se recolectaron las prendas que allí estaban regadas, preparando una lista que guarda estas diligencias. 

En la lista de las pertenencias del difunto Marcelino Villarreal se mencionan las siguientes prendas: unos calzones de tripe de algodón azúl viejo, que se encontraban hechos pedazos, unos zapatos viejos, unas botas i.d., unas ataderas, un "anidón", un fusil, un frasquito chiquito con una poquita de pólvora y el atacador del fusil que estaba también allí.

El juez y sus acompañantes, dieron fe de haber visto a distancia de 15 pasos del cadáver, a un toro muerto; tenía dos balazos, uno en el codillo y el otro, como cosa de cuatro dedos debajo de los ojos y arriba de las narices. 

Encontraron que en una llave (cuerno) del animal, estaba un pedazo del tapabalazos (tapa de tela) del calzón que vestía el difunto. El calzón, era un tipo de pantalón corto que llega hasta la rodilla. Debido a que el rastro donde estaba el cadáver estaba todo trillado, la comisión concluyó que Marcelino lo había matado el toro ;  luego entonces, tomaron el viaje de regreso a la villa de Reynosa.

El juez Eligio Cavazos, mandó que se pusiésen los restos del difunto en las casas reales, desde donde envió oficio al párroco de la villa, don Juan José Cárdenas, para que diera la correspondiente sepultura eclesiástica. Ahí, un concuño del difunto, Juan Nepomuceno Cantú, lo reconoció por las prendas que se trajeron; mencionando que fue marido de su cuñada doña María Inez Cavazos. Eligio, mandó se les entregaran los restos a los deudos del difunto, viéndose obligados a darle sepultura.

El día 23 de octubre de 1810, el juez comisionado, don Eligio Cavazos, entregó las diligencias en dos hojas útiles, al propietario justicia y alcalde de la villa de Reynosa, el sargento distinguido, don José María Ballí, para que diera el giro que procediera. En ese tiempo, el Nuevo Santander era presidido por el gobernador, don Manuel de Iturbe e Iraeta. 

LAS DECLARACIONES

El primer paso que tomó el alcalde Ballí, fue detener a José Salvador López y a Victorino Guajardo, quienes habían encontrado los restos del difunto. Para poder dar finiquito a estas diligencias, necesitaba interrogar a las personas que habían estado presentes en el paraje "El Remendado". Ese mismo día, primero mandó llamar a Casimiro de la Garza, de 21 años de edad, y a José Justo Cantú, de 28 años de edad, quienes habían asistido al juez comisionado, Eligio Cavazos.

En sus interrogatorios, se les tomó juramento ante la fe católica, haciendo la señal de la Santa Cruz, prometiendo decir verdad. A los dos, se les hizo preguntas concernientes con el lugar que se encontraba a 30 leguas de la villa; ambos coincidieron que reconocieron a Marcelino Villarreal por los despojos de las prendas, el fusil y los calzones. 

Estuvieron de acuerdo que la muerte del difunto, la había causado el toro, al ver en el lugar todos los nopales tirados y el lugar trillado, donde anduvo el animal, que había peloteado hasta matarlo. Justo Cantú, describió a la res de color blanco con manos negras. En la llave del toro, por el lado que llamaban del subir, vieron el pedazo de indianilla del tapabalazos de los calzones del difunto. De oídas se enteraron cuando regresaron, que el difunto, hacía un mes y medio que se había ido a matar reses. 

Ese mismo día, el alcalde don José María Ballí, sacó de la real cárcel, donde se encuentra actualmente la presidencia de Reynosa, a Salvador López de 49 años de edad y a su compañero Victorino Guajardo de 28 años de edad. Las preguntas fueron muy parecidas a la de los otros testigos y las contestaciones, ya se mencionaron en esta nota. Ampliaron sobre que el juez comisionado y sus asistentes, habían reconocido a Marcelino Villarreal, cuando vieron las prendas regadas en el lugar y que el toro se encontraba muerto, al lado de donde el sol nace.

Después de tomar las declaraciones, el juez don José María Ballí, mandó que se le dijera a la viuda, doña María Inés Cavazos, sobre los hechos investigados y que, instruida del asunto, dijera si tenía algo contrario contra alguna de las personas involucradas en las diligencias. Ella dijo que estaba satisfecha con los resultados de la muerte de su marido y pidió que se liberaran a los Sres. Salvador y Victorino, vecinos de la villa.

Después de liberar a las dos personas, el justicia mayor, José María Ballí, dio por concluida estas diligencias y mandó se agregara el documento, al protocolo del archivo para perpetuar memoria de los venideros, información que todavía existe en el Archivo Municipal de Reynosa.



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