Reynosa

Matamoros, según Jean Louis Berlandier, 1829

Al ver que barcos empezaron a llegar a Matamoros, los habitantes de las villas de Reynosa, Camargo y otros puntos de Nuevo León inmigraron a este poblado, donde se mezclaron con un gran número de americanos irlandeses, franceses, italianos y personas de otros países
  • Por: Antropólogo Martín Salinas Rivera / Cronista Municipal de Reynosa
  • 25 / Septiembre / 2022 -
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Matamoros, según Jean Louis Berlandier, 1829

Mapa que muestra el Soliseño y otros ranchos en el camino al poniente de Matamoros, elaborado por Jean Luis Berlandier (ca. 1830). Manuscritos de la colección Beinecke, de la biblioteca de la Universidad de Yale.

Cuenta Jean Luis Berlandier que antes de la Independencia de México existía un caserío poco conocido llamado  Congregación del Refugio, que no pasaba de los quinientos o seiscientos habitantes. Estos subsistían de sus manadas y su mísera agricultura.  Ni el puerto de Brazos Santiago ni el estuario del río Bravo era en ese entonces frecuentado por las embarcaciones que llevaban el cabotaje a lo largo de la costa del Golfo de México.

Este pueblo, después conocido como Matamoros, se encontraba en el banco derecho del río Bravo. Ahí, Berlandier vio el afluente algunas veces acercarse a las casas (1829) y otras veces alejarse (1837). La mayoría de las chozas originales de la Congregación del Refugio se las había llevado el río. El gobierno del estado de Tamaulipas había tomado el terreno para el pueblo sin el consentimiento de sus propietarios, quienes demandaban una remuneración.

Al ver que barcos empezaron a llegar a Matamoros, los habitantes de las villas de Reynosa, Camargo y otros puntos en Nuevo León inmigraron a este poblado, donde se mezclaron con un gran número de americanos irlandeses, franceses, italianos y personas de otros países. En muy poco tiempo la municipalidad llegó a tener alrededor de 10 mil habitantes y en la ciudad se encontraban 6,700 de ellos. Esto propició que aumentara el número de malhechores en el poblado, según cuenta Berlandier.

El entorno estaba rodeado de lagos o esteros por el oriente (estero San Pablo) y poniente (estero Matamoros) a la merced de las inundaciones del río Bravo, que llenaban también enormes tramos al sur de la ciudad, donde se podían encontrar lugares con seis o siete pies de agua de profundidad. Para los cuatro puntos cardinales se encontraban montes: hacia el norte por el camino a Goliad, hacia el sur por el camino a San Fernando, hacia el poniente hacia Reynosa y también hacia el este por el camino al puerto en Brazos de Santiago. El árbol que predominaba el escenario era la especie de leguminosa conocida como mezquite.

La jurisdicción del pueblo se extendía por el sur hasta las chozas de Santa Teresa, al poniente hasta el Soliseño, por el norte hasta el Arroyo Colorado (actualmente en Texas) y por el oriente hasta el mar. Aparentemente para ese entonces la jurisdicción de Matamoros contaba con cinco secciones las que tenían cada una un juez de paz, que administraban la justicia en los ranchos y aldeas afuera del pueblo como lo marcaba la Constitución del Estado de 1825.

  • Aunque llenas de hoyos, las calles de Matamoros estaban derechas, pues habían sido trazadas con cintas de medir. El único edificio con algo de atractivo era la catedral, la cual no se encontraba terminada y tenía tiempo que no se trabajaba en ésta. Las casas, como en Luisiana, estaban construidas con ladrillos al estilo de cada dueño; entremezcladas se encontraban casas hechas de adobe y jacales de carrizos que ocupaba la gente pobre.

Matamoros contaba con cuatro plazas; una de ellas era un bazar (mercado) circundado por cabañas construidas con cañas o lodo. De estas emanaba olores de los platos que se preparaban entremezclados en las insalubres miasmas ocasionadas por la gran muchedumbre que se encontraba diariamente en el lugar, en ocasiones hasta en las noches.

 

Las epidemias

Berlandier menciona que la fiebre amarilla, común entre los extranjeros no aclimatados que viajaban a ciertos puntos en el Golfo de México, no se había presentado en Matamoros. A finales del año 1829, el científico francés cuenta de una tremenda fiebre maligna, la que comenzaba con una fiebre biliosa. En menos de dos meses, 500 de los pobladores habían sucumbido a la enfermedad, la cual se llevó un número igual de difuntos que la epidemia de cólera del año 1833, cuando ya Matamoros se encontraba más poblado. 

La afectación fue contundente en los ranchos, donde los enfermos eran abandonados a la naturaleza. Esta fiebre de 1829 se extendió rápidamente en los poblados vecinos de Reynosa y Camargo.

Berlandier opinaba que, en la costa del Golfo de México de Veracruz a Luisiana, podían prevalecer diferentes fiebres, así como el vómito prieto (fiebre amarilla) en forma endémica al crecer la población. Cuenta que la Laguna del Carpintero al noreste de Tampico se había secado en 1825, creando un gas por la descomposición de la flora y la fauna, que causó una mortalidad asombrosa dentro de esa población; tanto que murieron más soldados de la corona española y de México durante la batalla en el último intento por parte del General Isidro Barradas por retomar a México a finales de 1829.

La rabia era común durante los meses de calor en junio y julio, manifestándose en los lobos, coyotes y perros, que sus mordeduras la trasmitían a bueyes, ganado, marranos y también a pastores. Los pobladores de la región utilizaban algunos antídotos que ellos pensaban eran efectivos, de los cuales Berlandier dudaba su efectividad, pues generalmente se aplicaban con otros medicamentos.

Otra de las enfermedades en la región era el carbunco o ántrax maligno que afectaba a los humanos y animales domésticos, especialmente a los equinos. El mal de arco (tétano) y el mocezuelo (tétano infantil) era común en Matamoros y en todo Tamaulipas.

El cólera fue llevado primero a San Fernando por las tropas nacionales comandadas por el gobernador Francisco Vital Fernández desde Victoria.  Desde ahí se fue manifestando en todos los ranchos en la ruta a Matamoros. Al entrar las tropas del general Vital Fernández a Matamoros, la pandemia se dispersó por todos lados durante todo un mes, hasta el principio de septiembre de 1833. Fueron 500 habitantes de Matamoros que fallecieron esa vez, en una proporción de uno a veinte. El cólera saltó de pueblo en pueblo a lo largo de los bancos del río Bravo, el cual sirvió como frontera para que no llegara a Texas; en ese Estado llegaría un año después en un barco lleno de colonos irlandeses. 

 

El comercio marítimo

La industria en el pueblo y sus alrededores eran prácticamente nula. Los habitantes se conformaban con sus manadas de mulas y caballos que vendían a los Estados Unidos y también con trasportar la mercancía desde el puerto. La agricultura no era la ocupación predilecta, argumentaba Berlandier. Para entonces se había empezado a comerciar con pieles; el francés predecía que, si lo combinaban con carne seca y algodón, podían acaparar la mitad de los dineros que causaban los productos de importación.

El comercio marítimo era principalmente con la Luisiana, aunque otros barcos provenían de otros puertos de los Estados Unidos y en muy pocos casos desde Europa. Desde Matamoros era trasportada la mercancía hacia Nuevo León, a las ferias en Saltillo e incluso hasta las de San Juan de los Lagos. En ciertas circunstancias se surtía mercancía a Chihuahua, Durango, Zacatecas e incluso a San Luis Potosí.

El 14 de diciembre de 1829, Berlandier visitó por primera vez el litoral costero al oriente de la Ciudad, donde encontró los dos lugares donde se desembarcaba la mercancía que provenía del exterior. El sitio más protegido se encontraba al norte de la desembocadura del río, en Brazos de Santiago, al sur de la Isla del Padre. 

El otro lugar era la propia desembocadura del río Bravo, donde existían unas cuantas cabañas que llevaban el pomposo nombre de Villa Hermosa de Santa Anna.

En otra ocasión contaremos sobre la navegación en el río Bravo y estos puertos que le daban el nombre al Puerto de Matamoros, aunque toda la mercancía llegaba por tierra hasta ahí en ese entonces. 

 

Matamoros, según Jean Louis Berlandier, 1829

Plano de la ciudad de Matamoros, dibujado por el francés Berlandier (ca. 1830). Manuscritos de la colección,  de la biblioteca de la Universidad de Yale.

Matamoros, según Jean Louis Berlandier, 1829

Vista de Matamoros captada en lápiz por Berlandier. Manuscritos de la colección Beinecke, de la biblioteca de la Universidad de Yale.

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