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La muerte de Anita Flores, 1923

Sería como la medianoche cuando Julia echó de menos a su esposo, don Amancio, en su cama. La mujer estuvo mucho tiempo despierta hablándole a su hijo Juanito, preguntándole por su papá, pero supuso que había ido al excusado. Ya había pasado bastante rato y le entró cuidado; volvió a decirle a su hijo que se levantara y saliera al patio a ver si veía a su papá

El lunes 26 de noviembre de 1923, Juan Gutiérrez vino a dejarle cinco dólares a su esposa y a decirle que se preparara para cambiarse a vivir cerca del campo de desenraice, en el lado americano, pues desde la semana anterior, él y sus hermanos estaban trabajando en una plantación llamada Santa Rita, situada nomás al pasar el río Bravo. Hacía ocho años que Juan se había casado con Anita Flores en la ciudad de Brownsville.

Foto de un típico jacal ribereño a principios del siglo XX.La muerte de Anita Flores, 1923

Juan y su mujer habían estado viviendo para entonces en un jacalito contiguo a otro donde convivían con la familia de su padre Amancio Gutiérrez en el Rancho San Pedro, de la antigua jurisdicción de Reynosa en el lado mexicano. La propiedad era de Adolfo García y su familia, quienes residían en el Rancho Buena Vista. Éste les había dado permiso a los Gutiérrez para que se quedaran en las finquitas, las cuales eran usualmente utilizadas por los trabajadores medieros del Rancho San Pedro.

Este rancho se encontraba pegado al sur del meandro o curva que hace el río Bravo hacia el sur, al oriente por donde pasa la carretera que une a Río Bravo con el Puente Internacional de Donna; específicamente al oriente de la actual comunidad rural La Reforma. En esa parte del río se encontraban varios esteros paralelos al río, que ahora son parte de las tierras de cultivo del municipio de Río Bravo.

En el tramo oriente del meandro que baja hacia el sur se encontraban dos esteros, localmente conocidos como bancos: el Santa Rita en el lado de Tamaulipas y el Longoreño en el lado de Texas.  Curiosamente el Rancho Santa Rita donde trabajaba Juan Gutiérrez se encontraba pegado al banco Longoreño, en el país vecino. La madre de José, doña Julia Pérez, decía que no había más de una legua entre San Pedro y Santa Rita, en realidad estaban a menos de 3 km de distancia.

Para los vecinos con más tiempo en las riberas del Bravo, como Tirso Aguilar que vivía a tres cuartos de legua en el mismo rancho, describía a la familia Gutiérrez como “gente recientemente avecindada allí en San Pedro, son del interior, y casi viven trabajando en Texas… ignora… la forma de vida que llevaban.”

Otro de los vecinos en San Pedro era el norteamericano Santiago Handy, quién también ocupaba un jacal para los medieros; una cerca lo separaba de la familia Gutiérrez. Santiago utilizaba su jacal para guardar sus guarniciones y la montura de su caballo. Este personaje, de 29 años de edad, estaba casado con la hija de los García, era cuñado de Adolfo García uno de los propietarios de San Pedro.

La familia Gutiérrez era originaria de Salamanca en el Estado de Guanajuato. Anita y su familia provenían del Valle de Santiago también del mismo Estado.

La demencia de don Amancio

Todos sabían que el padre de José Gutiérrez, don Amancio, padecía ratos de demencia o “loquera”, inclusive los vecinos que lo habían tratado lo echaban a ver. José decía que cuando trajo a su esposa Anita Flores a vivir a San Pedro, a su papá le pareció muy mal su matrimonio, porque ella era mucho mayor que él. Amancio le demostraba poco cariño a su nuera Anita.

Ella tenía una hija de 18 años y un chamaco de 11 años de edad: Manuela y José Dolores Flores. Hacían como cinco o seis meses que habían llegado a vivir al jacalucho en el lado mexicano. Manuela decía que estaba en compañía de su madre y su padrastro porque se había separado de su esposo en Harlingen, Texas. 

Por la mañana de ese mismo lunes 26 de noviembre de 1923, Manuela y su hermanito José Dolores acompañaron a don Amancio, padre de su padrastro, al campo de desenraice en el lado de Texas; llevaban ropa y unas “mondangas” que les mandaba la mamá de los Gutiérrez. Ahí se encontraba un hermano y una hermana de su padrastro trabajando con el mismo patrón.

  • Los hijos de Ana venían con la intención de asistirlos, sin importarles dormir a cielo abierto esa noche. 

Durante la tarde del lunes, José Gutiérrez fue a dormir a su casa en el lado de México para luego regresar a su trabajo como a las diez de la mañana del día martes.

“que tuviera mucho cuidado porque su papá Amancio la veía muy mal y no le fuese a retentar la loquera y la perjudicara.”

Durante la noche del lunes, José le dijo a su esposa Ana “que tuviera mucho cuidado porque su papá Amancio la veía muy mal y no le fuese a retentar la loquera y la perjudicara.” Esperaba que en unos cuantos días consiguiese una vivienda con su patrón en Texas. Su hermano Estanislao Gutiérrez ya estaba haciendo un jacalucho de palos para llevarse también a su esposa. Sabían los hermanos que vivirían mejor en el país vecino, pues su papá tendría que quedarse en San Pedro para atender una milpa de maíz que tenía a medias con el Sr. Ernesto García.

El miércoles por la tarde, José Gutiérrez cruzó de nuevo el río para el lado de México. Venía a dejarle un poco de azúcar a su esposa Anita, porque en Santo Domingo no había donde comprarla.  José regresaba a decirle que se estuviera lista para irse el sábado; que vendiera sus gallinas o las amarrara para que nomás pasara, se regresara con él a Santa Rita. José había hecho agencias con su patrón para obtener una finquita para ese sábado. Pero ya todo era muy tarde, José ya no encontraría a su esposa con vida.

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Mapa del meandro del río Bravo, donde existió el rancho San Pedro y la plantación Santa Rita, donde se desarrolla la presente historia. Comisión Internacional de Límites, 1903.

Tragedia en San Pedro

En el Rancho San Pedro, los jacales de Amancio Gutiérrez y de su hijo José se encontraban separados a unos veintitrés metros, entre uno y otro.  En medio de los dos se encontraba la cocina del primer jacal, la cual estaba a unos cinco metros de éste. Por tradición en el noreste de México, las cocinas eran simples enramadas o techumbres con una o dos paredes cerradas y se construían separadas de los dormitorios.  

Durante la noche del martes 27 de noviembre, en el primer jacal se encontraban don Amancio, su esposa Julia Pérez, su hijo Juan de once años y su nuera Luz García. Ésta última era esposa de Estanislao Gutiérrez. Ella estaba esperando dar a luz de un momento a otro. Anita estaba sola en el otro jacal donde se encerraba con sus gallinas.

Sería como la medianoche cuando Julia echó de menos a su esposo don Amancio en su cama. La mujer estuvo mucho tiempo despierta hablándole a su hijo Juanito, preguntándole por su papá. Pero supuso que había ido al escusado. Ya había pasado bastante rato y le entró cuidado, volvió a decirle a su hijo que se levantara y saliera al patio a ver si veía a su papá. 

Doña Julia evitó hablarle a su nuera porque estaba muy próxima a dar a luz. Su hijo estaba poniéndose las chanclas cuando llegó su esposo y se acostó. Ella no quiso preguntarle que para dónde había estado. Amancio era muy colérico, Julia temía que anduviese desviado de la mente y se le echase encima, como en otras ocasiones. Gracias a las intervenciones de sus hijos no le pegaba. 

  • Cuando se acostó su esposo, Julia ya no pudo dormir. Un poco antes del amanecer, su esposo le habló a su hijo Juan para que se levantara y fuera con él al campo de desmonte en Santa Rita, donde trabajaban sus demás hijos. A ella le dijo antes de salir que iba a ver a los muchachos. 

Cuando se levantó su nuera Luz puso lumbre e hizo el café y le llevó una taza a la cama, como de costumbre. Le preguntó a su nuera si ya se había levantado Anita. Esta le contestó que todavía estaba cerrada la puerta del jacal. Más tarde fue al lugar donde dormía Anita y empujó la puerta, para su sorpresa vio que no estaba.

Doña Julia le habló a su nuera Luz para que acudiera al jacal y lo examinaran. Las dos mujeres entraron y echaron fuera las gallinas que Anita tenía y que dejaba siempre en su jacal por las noches. Vieron que su cama estaba en desorden. Julia estimaba mucho a Anita por su buen carácter para con ella, aun cuando existía todo lo contrario con su esposo.

Después de la comida pensaron ir al lugar donde trabajaban sus hijos, para cerciorarse que Anita estuviese ahí. Las dos mujeres se animaban y desanimaban, siempre con la sospecha que algo grave hubiese ocurrido. Casi pardeando llegó José a San Pedro dirigiéndose a su jacal, encontrando la puerta cerrada, pero sin tranca, la abrió sin encontrar a su esposa; supuso que estaría en la casa de su mamá. 

Encontró a las dos mujeres “tristeando”, cuando lo vieron por un momento se recuperaron del susidio que tenían. Pero entonces José les preguntó qué les pasaba, que en dónde estaba Anita y su papá.  En ese momento comprendieron lo que había sucedido ya que, ni Amancio ni Anita habían aparecido en el campo de Santa Rita.

Cuando le platicaron como Anita, don Amancio y su hermanito Juan no habían amanecido en San Pedro esa mañana del miércoles 28 de noviembre, José Gutiérrez se cruzó al lado americano a traer a sus dos entenados.

Esa noche los cinco durmieron en la casa de doña Julia. El jueves por la mañana amanecieron sobre la investigación y se dieron cuenta que había huellas de sangre en el jacalito. Indagaron en los ranchos vecinos por si habían visto pasar a Anita. Opinaron José y Manuela ir a dar cuenta al encargado de Justica en Río Bravo; mientras Julia se llevó a su nuera Luz García para el campo de desenraice donde estaban sus hijos en el lado americano, regresando en la tarde del viernes.

Doña Julia Pérez estaba segura que en la noche del martes su esposo había asesinado a su nuera Anita Flores. Ella no logró darse cuenta cuando le quitó la vida ni sobre el lugar que la sepultó. 

El viernes 29 de noviembre de 1923, el personal del Juzgado de Reynosa se trasladó en tren a Río Bravo y después a San Pedro, empezando una intensa búsqueda del cadáver de Anita y el homicida. Esta historia será concluida en el próximo artículo.



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